
Concepción artística de Ferdinand Bastin sobre la entrada del Ejército Trigarante a México. INTERNET
"Al descubrir al libertador el pueblo sintió una embriaguez de entusiasmo. Los gritos atronaban el aire y se mezclaban en concierto con los ecos de las músicas, con los repiques de las campanas, con el estallido de los cohetes y con el ronco bramido de los cañones...
Iturbide atravesaba por el centro de la ciudad para llegar hasta el palacio; su caballo pisaba sobre una espesa alfombra de rosas, y una verdadera lluvia de coronas, de ramos, y de flores caía sobre su cabeza y sobre las de sus soldados.
Las señoras desde los balcones regaban el camino de aquel ejército, con perfumes, y arrojaban hasta sus pañuelos y sus joyas; los padres y las madres levantaban en sus brazos a los niños y les mostraban al libertador, y lágrimas de placer y de entusiasmo corrían por todas las mejillas.
Las más elegantes damas, las jóvenes más bellas y más circunspectas se arrojaban a coronar a los soldados rasos y a abrazarlos; los hombres, aunque no se hubieran visto jamás, aunque fueran enemigos, se encontraban en la calle y se abrazaban y lloraban.
Aquella era una locura sublime, conmovedora; aquel era el santo vértigo del patriotismo..."
Así narra el general Vicente Riva Palacio Guerrero, nieto de Vicente Guerrero, el acontecimiento que ocurrió un día como hoy pero del año 1821.
Ese día, el Ejército Trigarante, compuesto por 16 mil hombres de distintas regiones del país y comandado por Agustín de Iturbide, entró a la Ciudad de México, en un acto glorioso en la historia nacional.
Tras tres siglos de dominio español, el cura Hidalgo dio el popular grito con el que dio inicio la independencia y tras 11 años y 11 días de intensa lucha, finalmente el pueblo mexicano de lo que era la Nueva España triunfó.
Con ese acontecimiento, los historiadores marcan la consumación de la Independencia de México.
^AC