
Un chip llamado NAVIDAD
Las luces navideñas ya brillan en algunos hogares. Los villancicos comienzan a sonar. El color y olor de la Navidad están a punto de salir de los armarios para instalarse a plenitud en los hogares. Y a las ideas de alegría o tristeza, al igual que el estrés, nuestra cabeza comienza a llamar. Conforme todo esto se acerca, en cada uno de nosotros entra en acción una especie de programa: un chip llamado NAVIDAD.
Falta poco menos de un mes para Navidad, pero hace ya bastante tiempo que su presencia comenzó a notarse a nuestro alrededor. Si hace memoria, recordará que en julio ya había más de un artículo navideño a la venta en varias tiendas departamentales, las cuales poco a poco fueron llenándose de todo lo necesario para celebrar las fiestas con mucho color y luces.
Es probable que desde hace semanas haya comenzado a hacer una lista (al menos en su mente) de algunas cosas que ‘le hace falta’ comprar para esta temporada: adornos, ingredientes para preparar ciertos platillos, el atuendo que usará en la Nochebuena (o en la posada más especial de la lista), y por supuesto los regalos para sus seres queridos o conocidos... Todavía no empieza y sus números ya se empezaron a poner rojos.
Piense ¿a cuantos intercambios de regalos se ha apuntado hasta ahora? ¿Ya sabe qué día colocará su arbolito?
Lo que seguramente ya decidió es dónde y con quién pasará la Nochebuena, la Navidad y la cena de fin de año.
La Navidad está en el aire y comienza la cuenta regresiva hacia el gran día. Pero la época no sólo se ha apoderado de nuestro alrededor con sus villancicos y santacloses. A estas alturas del calendario un gran sector de la población tiene activado en su ‘sistema’ ese ‘chip’ que una vez encendido pone a trabajar una serie de ‘comandos’ que operan desde la computadora cerebral, programando al individuo para actuar de una manera bastante predecible.
Si lleváramos un registro podríamos constatar que año con año una serie de pensamientos, reacciones y comportamientos suelen presentarse puntualmente en la gente que nos rodea... y desde luego en nosotros mismos. Algunos pueden ser inofensivos. Otros nos llevan a círculos viciosos, casi siempre perjudiciales en mayor o menor medida para nuestro bienestar físico y emocional.
Por ello, antes de que encienda las luces de colores y con ello programe su mente, queremos invitarlo a que haga con nosotros un viaje por sus últimas navidades, a fin de que reciba con una clara conciencia la que está a punto de llegar, y la convierta en una auténtica feliz Navidad.
LA SALUD EN PAUSA
Podemos apostar que si alguien le pregunta cómo van sus preparativos para empezar a descuidar su salud, su reacción será de extrañeza y sin duda afirmará que usted sería incapaz de dañar intencionalmente su bienestar. Sin embargo, una de las principales funciones activadas por el chip llamado NAVIDAD así lo dispone.
Y es que el solo hecho de mencionar la palabra Navidad despierta en la mayoría una serie de imágenes además de la ya citada decoración multicolor: suéteres, gorros y bufandas, tarjetas de felicitación... Pero sobre todo llega a la mente el recuerdo de una serie de olores y sabores propios de la temporada: tamales, buñuelos, ponche, pavo, romeritos, pierna de cerdo, bacalao, atole, chocolate, postres y un muy sabroso etcétera. Basta que su ‘computadora integrada’ recuerde los nombres de esas delicias para que usted empiece a saborearse por anticipado. Y de paso a aceptar la idea de que ha llegado la hora de comer hasta reventar cuanto platillo tenga a la mano. “Todo el año te has portado bien -parece decirle su cerebro. Pero ya llegó la Navidad y aquí se vale dejarse caer; ¡es una vez al año!”.
Haga memoria. ¿Cuántas veces ha expresado o pensado la frase: “ya viene la época de engordar unos kilitos” O quizá “como que ya me aprieta el pantalón, pero bueno, ¡todo mundo sube de peso en diciembre!”.
De acuerdo a la Psicología este tipo de predisposición para comer a puños tiene su base en el denominado ‘principio del placer’: los seres humanos tenemos facilidad para que todas las cuestiones que nos resulten placenteras se incorporen a nuestra personalidad y se reflejen en nuestra conducta. En otras palabras, cuando disfrutamos algo nuestra ‘base de datos’ lo registra y buscará la forma de repetir esa experiencia. Es por eso que apenas percibimos que se acerca diciembre nos embarga la anticipación por todo aquello que sabemos podremos gozar: fiestas, reuniones, y por supuesto la lista de posibilidades gastronómicas que estarán al alcance del paladar.
A lo anterior se suma que como sociedad nos otorgamos una suerte de permiso para entregarnos al exceso. El Psicólogo y Maestro en Comunicación Roberto López Franco explica que alimentarse de forma desmesurada en este lapso “es parte de un rito y un intercambio social. Tamales hay todo el año, pero si sales a comprar un montón en abril te van a decir ‘qué te pasa’; hay una sanción social que en esta época desaparece, a tal punto que la gente toma como una gracia si comentas que te indigestaste en una posada”.
En la programación para comer de más intervienen asimismo las tradiciones. La elaboración de ciertos platillos es típica del último mes del año, y saber que ya están corriendo los preparativos navideños funciona como un estímulo para que nos anticipemos a que esa comida estará al alcance.
Pero sin duda lo que más influye para que nos ‘desatemos’ es un fenómeno de disociación, catalogado asimismo como pensamiento mágico. Éste nos permite pensar que todo lo que hagamos durante la temporada no provocará nada malo y al terminar no habrá consecuencias, o se resolverán fácilmente. No es que perdamos la conciencia de que comer mucho es dañino para la salud y la figura, sino que ésta disminuye conforme el pensamiento mágico se vuelve más potente y la convence de que recuperar el peso anterior será muy sencillo. A lo mismo contribuye el hecho de ver que ‘todo mundo’ come desmedidamente. El pensamiento mágico te dice “¿cómo vas a resistirte, si todos van a atracarse?, total, luego te pones a dieta”; es decir, la conciencia de que vas a engordar ahí está pero no puede funcionar adecuadamente.
Resulta preocupante que “a veces comes ya sin ganas; te sirven tamales en la posada del trabajo a mediodía, en la familiar por la noche, en la mañana los recalentados y al día siguiente con los amigos. Ya para la cuarta vez que te ofrecen no puedes tener ganas, pero no lo reflexionas, es como una conducta adictiva. El estímulo está ahí y te centras en comer. El precio que pagas después obviamente es tu salud y tu tranquilidad, que se ven totalmente afectadas”, comenta la Licenciada en Psicología Carolina Ramírez.
Este es el mismo contexto en el que encaja el abandono al ejercicio. Aunque sabemos que la ingesta calórica es muy alta durante el ciclo festivo y requerimos más actividad, lo tomamos como un momento de descanso o relax. A ello contribuye también el hecho de tener más actividad social y en consecuencia menos tiempo libre, así como el ‘refugio’ que brinda el hecho de saberse ‘autorizado’ por los demás que quizá en otro mes pueden mirar con desaprobación que alguien flojee, pero en diciembre es lo normal. Tanto que a nadie extraña ver los gimnasios vacíos o los parques con escasos corredores: “es momento de pasar más horas de fiesta o bien en la calidez del hogar”. Y no es que nuestra conciencia olvide que la actividad física es necesaria, pero la domina el pensamiento mágico que le dice: “En enero empiezas otra vez”, sin recordarle que aunque es muy sencillo ganar peso, recuperar la figura y la buena condición física no es tarea fácil...
YO LEE.O / Lee más en la edición impresa hoy
Siglo Nuevo. Cada Página un Mundo / El Siglo de Torreón. El Siglo de Todos.