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San Lorenzo; la fiesta del vino en Parras

Fuegos artificiales. Iluminan un nublado cielo parrense durante la víspera de San Lorenzo.

Fuegos artificiales. Iluminan un nublado cielo parrense durante la víspera de San Lorenzo.

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En la víspera del Día de San Lorenzo, todo Parras huele a fiesta y uva. A los costados de la carretera que lleva a esta pequeña ciudad, cuatro veces centenaria, se ven los puestos de comida, bebida y recuerdos.

En la ex Hacienda de San Lorenzo, los danzantes se preparan para la ofrenda al santo mártir, el diácono romano ejecutado bajo el reinado del emperador Valeriano, el 10 de agosto del año 258.

Las piras y "toritos" esperan el fuego en el patio de la Casa Madero, la vinícola más antigua del continente. El pueblo comienza a congregarse. En el cielo se aglomeran unas nubes que presagian lluvia... pero nadie se arredra, porque Parras está por celebrar una de las fechas más importantes de su calendario, que en este año cae en miércoles.

Una danza para celebrar

La fiesta comienza la tarde del martes 9 de agosto, la víspera de San Lorenzo. La iglesia dedicada al santo luce adornada con listones de múltiples colores; ahí se celebra la misa de agradecimiento por los frutos de la tierra; pero también se pide por una buena cosecha. En el patio de la blanca Hacienda, los tambores comienzan a sonar. La danza anuncia el inicio de la fiesta.

Los sones de los distintos grupos se mezclan. La sonaja y el guarache de suela de lámina complementan el sonido del tambor. Naturales y fuereños se juntan para apreciar las mudanzas de los matachines.

Predominan los danzantes tlaxcaltecas, herederos de una tradición impuesta desde la fundación del pueblo de Santa María de las Parras en 1598. Porque fueron indios tlaxcaltecas quienes colonizaron esta fértil tierra, poblada hasta entonces por aguerridos indios nómadas como los irritilas, tobosos y coahuiltecos.

José Luis Flores Cerda es capitán del grupo de Danza Tlaxcalteca Santo Cristo, originario del barrio de Agua de los Padres. Cuenta que se metió a la danza porque "lo siente uno en el corazón y se ve bonito entre la gente". Para esta fiesta, traen varios sones preparados: cascabel, huapango, eclipse, salto de indio.

Junto a su grupo, toma un descanso luego de sus primeras mudanzas. Y aunque reconoce que "sí es cansado", dice que "el santito le da a uno fuerzas para seguir". Él como sus compañeros, siente orgullo de participar en la fiesta de San Lorenzo. "Mientras Dios me lo permita, la virgencita y los santitos, vamos a darle hasta que podamos", dice José Luis antes de volver a ponerse el traje para subir al cerro que está frente a la Hacienda, desde donde bajarán con antorchas.

No cabe duda que los danzantes son las estrellas de la víspera de San Lorenzo. La gente no se cansa de verlos, ni ellos de danzar. Gerardo de los Santos Hernández, pertenece al grupo de Danza Tlaxcalteca de la colonia San Lorenzo. Platica que cuando danza "uno siente alegría, se distrae del trabajo, de la escuela, de los problemas... aquí uno saca todo".

De entre el colorido de los trajes de los grupos de danza tlaxcalteca, resalta la sobriedad escarlata de unos danzantes que debajo de un árbol aguardan su turno. Raúl Menchaca Gómez tiene 54 años y desde los 16 es tamborero del grupo El Venadito de los Menchaca, el cual, dice, es el único de danza chichimeca de los que participan en la fiesta de San Lorenzo. "Es la más veterana", comenta.

El color de los del Venadito es rojo, "porque es el color de la sangre", dice Raúl, y refleja lo salvaje que eran los indios chichimecas. Con penacho corto de corona, enagüilla de popote y cascabel, y con arco y flecha en una mano y una sonaja de guaje en la otra, los danzantes chichimecas se preparan para realizar sus mudanzas. "Es una cosa muy hermosa (...), nosotros sentimos un orgullo que nos visite la gente de fuera", confiesa Raúl emocionado antes de coger su tambor para marcar el ritmo. Pero antes, un ritual en honor al fuego.

La noche cubre ya al hermoso Valle de Parras, conocido como Valle de los Pririneos por los conquistadores y misioneros españoles, quienes llegaron aquí buscando oro y encontraron algo más valioso: agua y parras silvestres. Desde finales del Siglo XVI, el destino de esta tierra quedó fijado. Hoy, más 400 años después, el pueblo reitera el orgullo de su historia y su tradición.

La fiesta de San Lorenzo es tan antigua como la Hacienda, erigida en 1597 bajo las órdenes del español Lorenzo García, vecino de la villa de Santiago del Saltillo. Él fue quien inició la tradición de la celebración de la vendimia.

Tres siglos después, Evaristo Madero, abuelo del iniciador de la Revolución Mexicana, Francisco I. Madero, compró en 1898 la Hacienda de San Lorenzo a una familia francesa.

El nuevo propietario adquirió el más moderno equipo de la época y contrató los servicios de especialistas en la fabricación de vino, con lo que dio un renovado empuje a esta industria. Posteriormente asumió la razón social con la que hoy se conoce a la empresa: Casa Madero S.A.

Fue a mediados de los años 40 del Siglo XX cuando por iniciativa de la familia Madero se estableció la fiesta de San Lorenzo tal y como se celebra hasta hoy.

La erupción de un volcán

Las nubes no se disipan. Luego de la misa y la danza, la gente sale de la Hacienda y se para frente a un cerro a esperar uno de los espectáculos más emotivos e impactantes de toda la celebración.

Gente como la señora Magdalena Torres, ama de casa parrense, quien desde hace más de 30 años asiste cada 9 de agosto a la ex Hacienda de San Lorenzo a ver a los danzantes bajar del cerro. Ahora acude acompañada de su familia. Y aunque no toma vino, disfruta de la fiesta como todos. "Nos gusta, es tradición. Nos gusta la bajada de los matachines y la pólvora".

A unos cuantos pasos está Óscar Zapata, quien trabaja en un comedor. "Uno viene desde que está chavillo a ver las danzas y todo eso (...) luego ya pues uno viene con los niños". Pero Óscar tiene otro motivo para asistir: su hijo Israel es danzante. "También vengo para andarlo cuidando".

Mientras Óscar platica, se encienden las antorchas en el cerro y la gente aplaude, grita y chifla. La espera ha terminado. Como si de la erupción de un volcán se tratara, de la cima del monte salen disparados fuegos de artificio y una columna de antorchas comienza a bajar, serpenteando la montaña.

Apenas unas cuantas gotas caen del cielo y algunos relámpagos compiten con la pirotecnia. Pero ni lluvia ni relámpagos son suficientes para apagar el ánimo de los asistentes, quienes jubilosos observan a los danzantes pasar frente a ellos con su antorcha, para luego cruzar la carretera y enfilarse de nuevo a la Hacienda, donde danzarán ahora alrededor de las hogueras... hasta que la lluvia lo permita.

Justo antes de la quema de los "toritos", la tormenta obliga a todos a guarecerse. Durante 40 minutos el agua no para de caer. Los vendedores protegen su mercancía, familias enteras se colocan debajo de los pocos techos disponibles. Algunos se resignan ante la fuerza del diluvio y terminan empapados... pero alegres.

Cuando cesa la lluvia, muchos deciden retirarse, otros se quedan para disfrutar del baile popular hasta ya muy entrada la noche. Pero hay que guardar fuerza y ánimo, porque al día siguiente, la fiesta continúa.

El séquito de Baco

Desde las 10 de la mañana del miércoles 10 de agosto los tambores se dejan escuchar en las calles de Parras. Los grupos de danzantes se dirigen otra vez a Casa Madero para participar en el tradicional desfile del Día de San Lorenzo.

Por la carretera que conduce a la Hacienda, se observa el nutrido y colorido contingente. Lo encabeza la banda de guerra del CBTA, seguida de un carro tirado por bueyes a bordo del cual va el dios Baco, acompañado de la reina de la Feria de la Uva.

La columna es completada por jinetes masculinos y femeninos con trajes tradicionales de principios del Siglo XX, los carruajes que transportan a las cosechadoras y a la reina de la Vendimia -quien representa a la Casa Madero, anfitriona de la fiesta-, y por los hombres y mujeres que no paran de danzar.

En medio de aplausos entra Baco y su séquito. Luego de varias vueltas al patio, el dios romano baja de su carro, saluda a la gente y sube con la reina de la Feria al atrio de la iglesia, en donde ya se encuentran los directivos de Casa Madero e invitados especiales.

Tras varios minutos de espera bajo un intenso sol que ha secado todo vestigio de la tormenta de la víspera, aparece el obispo de Saltillo, Raúl Vera.

En su mensaje, el obispo Vera hace una analogía entre la labor de producir el vino y la sociedad y la familia, su célula principal. Al finalizar, procede a la bendición de la cosecha, la cual es colocada en el lagar para la tradicional ceremonia del pisado de las uvas.

La reina de la Feria, acompañada de dos mozos, se descalza para entrar en el lagar y llevar a cabo lo que hoy es un ritual, y antes era un procedimiento común para obtener el mosto con el que se produce el vino.

Cuando las cosechadoras se acercan al público, éste se amontona para coger algunos de los racimos de uva que les regalan. La alegría en esta fiesta es completa.

Para el obispo Raúl Vera, el sincretismo de la fiesta de San Lorenzo, en la que se unen símbolos cristianos, indígenas y grecorromanos, representa la riqueza del ser humano. "El que este pueblo haya conservado las raíces de la producción del vino tiene un gran significado. La fiesta es la que nos hace sentirnos cerca, la expresión de la alegría y el encuentro con regocijo nos hace valorar al hermano".

Otra de las estrellas de la fiesta es Baco. José Joaquín Vélez Flores tiene más de 15 años representando al dios del vino, alternando con otros parrenses. "Para mí es un orgullo portar esta vestimenta y es un orgullo como parrense (...). Soñaba desde niño ser este personaje y lo porto con orgullo", dice José Joaquín.

Pero la fiesta no sólo deja orgullo y alegría, también una importante derrama económica. Imelda Quintana, de la Oficina de Convenciones y Visitantes de Parras, comenta: "estamos muy contentos porque a pesar de ser entre semana, tuvimos los hoteles llenos, también las casas de gente que las renta estaban llenas. En estos dos días nada más, calculamos que haya una derrama económica de unos dos millones de pesos".

Y el beneficio de la derrama es para todos: hoteleros, restauranteros, vendedores de artesanías y dulces típicos, productores de vino, fabricantes y comerciantes de mezclilla.

Porque a la fiesta de San Lorenzo vienen turistas extranjeros y nacionales. Gente de Estados Unidos, de ciudades mexicanas como Torreón, Saltillo, Monterrey, Durango y de estados como Tamaulipas, Campeche y Jalisco, es testigo de la riqueza de esta tradición parrense.

Por la tarde del miércoles 10 de agosto, la celebración continúa con carreras de caballos y el concurso del palo encebado. El júbilo de este pueblo parece no tener fin.

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