
“La mano de obra más barata”
Históricamente se habla de que México es uno de los países que más inversión atraen por su mano de obra barata. No obstante, la realidad actual nos muestra que esa afirmación ya no es tan certera, pues conforme avanzan los años el número de empresas que invierten en nuestro país es cada vez menor.
Antes se aseguraba que los obreros en naciones desarrolladas tenían una vida envidiable; que en Alemania un trabajador de la industria textil tenía un salario competitivo que le permitía disfrutar una buena cena acompañada por una fina cerveza al término de su jornada, planear vacaciones anuales lejos de su país y tener una pensión más que digna a la hora de su retiro. Se pensaba asimismo que en contraparte un mexicano cubriendo casi el doble de horas en una empresa similar vivía ‘al día’, ganando apenas lo suficiente para subsistir en condiciones precarias. Y que aún así, ese segundo empleado se sentía orgulloso de pertenecer a una firma extranjera, convencido de que en ella sus condiciones laborales superaban las de cualquier compañía local. Sin embargo ninguna de estas creencias puede tomarse como una regla general, hoy menos que nunca.
Mucho se ha dicho sobre las empresas foráneas que llegan a invertir en México atraídas por su mano de obra barata. El mercado laboral ha sido estudiado durante siglos por economistas y estadistas, y no pocos se han preguntado cuáles son las determinantes básicas para que una planta decida instalarse en una nación y no en otra. En ese contexto, en los últimos 50 años se ha desarrollado el concepto de competitividad de la mano de obra, que está directamente relacionada con el nivel académico de la población. Es así que la educación representa un punto neurálgico en cualquier país para el establecimiento de compañía y el desarrollo del capital industrial.
En un contexto global, una firma elige el punto geográfico en el que se asienta tomando en cuenta diversos factores. Uno de ellos es la clase de incentivos que puede obtener del gobierno. Otro es la competitividad de la mano de obra, la cual comprende tanto la calidad como el precio de ésta.
Por ejemplo, las fábricas enfocadas en el sector textil son expansivas en mano de obra, sus sistemas de calidad son bajos. Por ello se inclinan por buscar ‘trabajadores baratos’, así que la educación de su personal no representa un debate significativo. Recordaremos que a mediados de los noventa y principios de 2000, se generó un boom de este ramo sobre todo en México y Centroamérica, aunque posteriormente comenzó a inclinarse más hacia China.
Por su parte las empresas intensivas en capital, como es el caso del gremio automotriz y el metalmecánico, requieren de personas con mayor educación. Sus requerimientos de mano de obra están más encaminados a la calidad y a elevar los costos. De ahí que tienden a ubicar sus matrices en lugares como Alemania, Estados Unidos y Japón, donde el nivel académico es presumiblemente más alto. No obstante, a mediados de los noventa la maquiladora automotriz de exportación mostró mayor flexibilidad y hoy la producción de autos es una de las más globalizadas: una pieza se hace en Taiwán, otra en México y el ensamblaje termina en Brasil, pero aun así la matriz continúa en Alemania.
Hasta el año 2000 se cumplían las tendencias clásicas del mercado, donde las naciones con más preparación escolar podían acceder a una industria con mayor tecnificación. De hecho ese nivel de tecnificación todavía marca la tendencia salarial en el resto de la economía. Es por eso que un trabajador en Alemania suele ganar más que uno con el mismo puesto en México.
LOS MÁS BARATOS
En la aldea global y bajo la premisa apremiante del desempleo, podemos destacar que la balanza se inclina hacia una mano de obra barata, debido a que la demanda de trabajo (gente que busca ser contratada) es mayor a la oferta. Eso genera que el control lo tenga quien genera vacantes, por lo cual el costo de mano de obra tiende a situarse bajo y ya no solamente en territorio latinoamericano, sino en todo el mundo.
En este mismo escenario, los países que buscan atraer la inversión extrajera para dinamizar su economía, deben mantener dentro de sus ventajas competitivas una mano de obra accesible; de lo contrario perderán el interés del capital.
Existen diferentes estudios para determinar quién ofrece la mano de obra más barata. Éstos van íntimamente relacionados con la productividad y sobre todo con el concepto de poder de compra. Con relación a este último existen el índice Big Mac y el índice iPod Nano. El primero fue realizado por la publicación londinense The Economist, y señala que un individuo en Madrid necesita trabajar durante 27 minutos para comprar una hamburguesa Big Mac, mientras que uno de Caracas tendría que laborar 126 minutos, y uno de Nairobi 158. Esto determina las diferencias abismales que existen en el orbe, pues aunque el trabajo sea el mismo, a los obreros de las economías emergentes y subdesarrolladas les cuesta más comer.
El análisis denominado Precios y salarios, efectuado por la Unión de Bancos Suizos (UBS), realiza una investigación similar sobre el costo de la vida. La encuesta precisa que los mayores salarios brutos se obtienen en Copenhague, Zurich, Ginebra y Nueva York, mientras que los empleados en Delhi, Manila, Yakarta y Bombay ganan por hora menos de la quinceava parte de la paga en Suiza.
En esta dinámica, un dólar ganado en Estados Unidos tiene mayor capacidad adquisitiva en Canadá, después de impuestos. Aunque la canasta de bienes y servicios es más barata en Montreal y Toronto, el sueldo neto medio es mayor en Nueva York, Los Ángeles, Miami y Chicago.
En este estudio se señala que son 10 las localidades en donde se paga menos por el trabajo y además el poder adquisitivo es paupérrimo: Yakarta, Delhi, Manila, Bombay, Bangkok, Pekín, México, Nairobi, Kiev y Sofía. Es así que mientras en Copenhague se remuneran 22.02 euros por hora laborada, en México el salario es apenas de 2.07 euros.
No obstante, es evidente que tener mano de obra barata no garantiza la inyección de recursos extranjeros. El capitalista analiza además otros factores como la ya mencionada calidad, las leyes del país, su estado de derecho, los incentivos fiscales y la estabilidad que muestre esa nación para salvaguardar su inversión. Tomando en cuenta todo ello, se entiende por qué cada vez menos empresas parecen mostrar interés en instalarse en México pese a los sueldos bajos, y en cambio estén emigrando a estados asiáticos, sobre todo China.
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