
La autosuficiencia
La autosuficiencia revela la capacidad y aptitud de una persona para satisfacer sus necesidades. ‘Suficiente’ es lo bastante para lo que se necesita, y también lo apto e idóneo. Toda persona normal puede aspirar a ser autosuficiente.
El problema radica cuando equivocadamente creemos que la autosuficiencia consiste en un sentimiento de arrogancia, o que equivale a ser capaz de conseguir lo que se quiere aun y cuando se trate de simples caprichos. La realidad es que la idea de autosuficiencia la ha degenerado nuestra sociedad de consumo, que pretende que toda persona se convierta en una máquina de hacer dinero y de comprar todo lo que la voracidad del mercado le ponga enfrente.
La idea correcta de la autosuficiencia es la que se tuvo en la Grecia de la antigüedad. Epicuro, nacido en el año 342 a. C., en una carta que le envió a su amigo Meneceo, precisa el concepto de la autosuficiencia. Asimilarla y practicarla de esta forma nos curaría de la angustia y la multiplicación constante de los terrores que nos provoca la idea de la pobreza.
También la autosuficiencia -le escribió Epicuro a Meneceo- la consideramos un gran bien, no para que siempre nos sirvamos de poco sino para que si no tenemos mucho nos contentemos con poco, auténticamente convencidos de que más agradablemente goza de la abundancia quien menos tienen necesidad de ella y de que todo lo natural es fácilmente procurable, y lo vano difícil de obtener. Además los alimentos sencillos proporcionan igual placer que una comida excelente, una vez que se elimina del todo el dolor de la necesidad, y pan y agua procuran el máximo placer cuando los consume alguien que los necesita. Acostumbrarse a comidas sencillas y sobrias proporciona salud, hace al hombre solícito en las ocupaciones necesarias de la vida, nos dispone mejor cuando alguna que otra vez accedemos a alimentos exquisitos y nos hace impávidos ante el azar.
Epicuro no amó ni predicó la miseria y ni siquiera el rechazo a los regalos de la vida. Vivió durante toda su existencia con gran sencillez, despreciando todo tipo de lujos por considerarlos un estorbo para la vida. Decía a sus alumnos que evitaran al máximo todo dolor físico y emocional innecesario, pero también los placeres que más tarde dañarían su salud, su honra y su paz interior.
Jamás hemos estado en favor de la miseria y de la pobreza, pues la carencia de lo necesario es causante de hambrunas, guerras, enfermedades e infelicidad de todo tipo. Pero también estamos convencidos de que una vida sobrada de medios económicos jamás le ha hecho bien a nadie, a menos que esa persona a la que le sobran las riquezas regale su fortuna en favor de los necesitados.
La autosuficiencia entendida como aptitud, como la propiedad de bienes necesarios para una vida decorosa, es una práctica de vida opuesta totalmente a las modernas sociedades de la superabundancia, el despilfarro y la vida centrada en los lujos, lo superfluo y la codicia, del afán enfermizo de acumular en el cual lo que cuenta es la mayor riqueza y no la aplicación adecuada de los bienes económicos.
La persona que rechaza la codicia y el afán insaciable de acumular riquezas, y lo hace porque considera que se trata de metas extravagantes y viciosas, ha dado un gigantesco paso para su paz interior y su salud emocional.
Todos podemos alcanzar la autosuficiencia, pero es absolutamente indispensable abandonar un sistema de vida que nos arroja al estruendoso mar de la competencia, de creer que somos mejores porque tenemos más, de pensar que con mucho dinero podemos evitar el pánico a las enfermedades y a la muerte, y que estaremos exentos de la pérdida de seres muy queridos. Todo el dinero del mundo no daría para tanto.
Qué razón tuvo el escritor español Fernando de Rojas cuando escribió: Es más difícil sufrir la próspera fortuna que la adversa; que la una no tiene sosiego y la otra tiene consuelo. Epicuro, en uno de sus pensamientos dijo: “¿Quieres ser rico? Pues no te afanes en aumentar tus bienes, sino en disminuir tu codicia”.
Critilo nos quiere dejar la siguiente reflexión del clérigo y escritor inglés Thomas Fuller, plagada de una profunda sabiduría: “La riqueza se consigue con dolor, se conserva con preocupación y se pierde con pesadumbre”. Qué desgracia dedicar toda una vida a forjar una sobrada riqueza económica que no va a disfrutar quien la acumuló, aquél que en cambio sí perdió tantas riquezas que le ofreció la vida y él mismo rechazó: contemplar la Naturaleza, la dedicación de su tiempo a sus seres más queridos, el disfrute del arte, la música, y la traición a una íntima vocación abandonada y que cambió por el oro.
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