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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Una señora le confió a su amiga: "Cuando mi marido me hace el amor actúa igual que en su caminadora". "¿Cómo actúa?" -inquiere, curiosa, la amiga. Responde la señora: "Jadea, puja, suda, y no llega a ninguna parte"... Usurino Cenaoscuras, hombre que cuidaba de sus dineros más que de sí mismo, llegó a una tienda de ropa y le dijo al gerente: "Entiendo que hace tres años mi hijo compró aquí un traje, y no lo ha pagado". El hombre, después de consultar sus registros, le contesta: "Así es, en efecto. ¿Viene usted a hacerse cargo del adeudo?". "No -responde Cenaoscuras-. Vengo a comprar un traje en los mismos términos"... Los ríos tienen caprichos de mujer. Sé que esa frase no será del gusto de la Sociedad Feminista Mexicana ni de la Comisión de Recursos Fluviales, pero expresa una verdad. Tomen ustedes, por ejemplo, el caso del Río Bravo, llamado también por sus dueños Río Grande. El año de 1864 se le ocurrió a esa corriente de agua hacer una curva hacia el sur en un punto situado entre El Paso, Texas, y Ciudad Juárez, Chihuahua. Con eso una porción de tierra -176 hectáreas- que pertenecía a México quedó del lado americano. Por tal motivo se entabló un litigio entre los dos países, que duró 100 años. Un laudo favorable a México, dictado en 1911, no fue reconocido por Estados Unidos, y el asunto se convirtió en un pain in the ass para las dos naciones, si es que las naciones tienen ass. En 1962, por fin, se llegó a un arreglo, y en 1964 el presidente López Mateos recibió en forma simbólica de su homólogo norteamericano, Lyndon B. Johnson, ese arenal vacío de todo, pero en el cual estaba representado el orgullo nacional de México. (Tiempo después un individuo sollozaba, ebrio, en una taberna ruin de Ciudad Juárez. Con gemebunda voz clamaba: "¡Devuélvanos El Chamizal, cabrones! ¡Devuélvanos El Chamizal!". El cantinero, compasivo, se acerca al individuo y le dice: "Oiga, amigo: hace años los gringos nos devolvieron El Chamizal". "¡Ya lo sé! -barbota el temulento-. ¡Pero yo soy ciudadano americano!"). A lo que voy, sin embargo, es al relato de una anécdota. Entre Adolfo López Mateos y John F. Kennedy hubo magnífica amistad. En la Ciudad de México el mandatario estadounidense y su linda esposa Jacqueline recibieron quizá la bienvenida más apoteósica y llena de afecto que vieron en su vida. Fue en esa ocasión cuando tuvo lugar aquel famoso diálogo que se cuenta como chiste, pero que realmente sucedió, según testigos presenciales. En un banquete Kennedy le dijo a a López Mateos: "Qué bonito su reloj, señor Presidente". Se lo quitó López Mateos y le dijo a Kennedy: "Se lo regalo". Instantes después López Mateos le dijo a Kennedy: "Qué bella es su esposa, señor Presidente". Respondió apresuradamente Kennedy: "¡Tenga usted su reloj!". Pero es otra anécdota, bastante menos conocida, la que quiero narrar hoy. En el curso de las conversaciones que los dos presidentes sostuvieron sobre El Chamizal, Kennedy, irritado ya por las complejidades del asunto, se dejó llevar por la impaciencia y le preguntó a López Mateos: "Bueno, ultimadamente ¿cuánto cuesta El Chamizal?". El mandatario mexicano irguió toda su estatura y respondió con altivez: "Señor Presidente: no soy agente de bienes raíces". Al punto Kennedy se disculpó por su exabrupto. Eran los tiempos en que México cuidaba celosamente el ámbito de sus decisiones frente a Estados Unidos. Me pregunto si se cuidó ese ámbito en el caso de la designación de Marisela Morales Ibáñez -por lo demás una buena funcionaria- para el cargo de Procuradora General de la República. (Y celebro, entre paréntesis, que a ese puesto llegue una mujer)... Doña Facilda pasó a mejor vida. En el sepelio un compadre del viudo lloraba, inconsolable. Al parecer entre él y la comadre había habido algo más que parentesco espiritual. Gemía el compadre; lanzaba al aire quejos plañideros y lamentosos ululatos; sonoros ayes gemebundos lo sacudían en tal modo que toda la concurrencia estaba impresionada. El viudo va hacia su compadre, lo abraza con fraternal afecto y lo consuela: "Ya no llore, compadrito. Le prometo que me volveré a casar"... FIN.

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