
Georges Seurat, Tarde de domingo en la Isla de la Grande Jatte, 1884.
Desde su aparición a finales del siglo XIX el puntillismo ha fascinado a múltiples artistas. Una visión de este recurso técnico es una ventana a la lucha de los pintores por encontrar nuevos horizontes en el uso del color.
La definición de puntillismo es de una simpleza apabullante: pintar empleando puntos de color. Pero el nacimiento y posterior impacto de esta técnica dista de ser sencillo y refleja el espíritu de un periodo clave en el arte mundial: el post impresionismo.
Hacia finales del siglo XVIII, con el triunfo de la Revolución Francesa, los nuevos ideales republicanos se encarnaron en la pintura académica que favorecía las escenas de grandilocuencia histórica, las gamas cromáticas conservadoras y las composiciones escrupulosamente equilibradas. El realismo pictórico resintió la llegada de la fotografía a mediados del siglo XIX, pero el máximo cisma vino con el impresionismo, que renunció a las grandes alegorías y salió al aire libre a capturar la atmósfera del campo y las ciudades, dando primacía a la pincelada rápida y los colores vibrantes aplicados en segmentos que privilegiaban un efecto óptico general más que una atención minuciosa al detalle. De esta primera generación de artistas se puede mencionar a Monet, Renoir y Manet.
Sin embargo el impresionismo, como teoría de la percepción, pronto reveló sus limitaciones y varios autores comenzaron a explorar a nivel más profundo la naturaleza del color. Esto implicó abandonar la institución a favor de un enfoque más analítico. En este punto entró a escena el trabajo del químico Michel Eugene Chevreul, que hacia 1840 expuso el efecto de contraste simultáneo que ocurre cuando un segmento claro junto a otro oscuro aparece más claro de lo que en realidad es y viceversa.
Las investigaciones de Chevreul, Ogden Rood y los experimentos sobre óptica y percepción del color de Hermann von Helmholtz tuvieron un fuerte impacto sobre un sector de la comunidad artística. Se gestó entonces una corriente que apelaría a la racionalidad y la ciencia como parte central del arte, en contraste con la aproximación lírica propia del impresionismo. Comenzó una disputa que enriquecería sobremanera el ambiente creativo del siglo XIX. Entre quienes explorarían tal veta, un joven pintor se reveló como el revolucionario que daría forma a este nuevo movimiento: Georges Seurat.
PIONERO DEL COLOR
Nacido en una familia acomodada de París en 1859, Georges Seurat tuvo un breve paso por la escuela de Bellas Artes y para 1880 se había puesto su primera tarea: dominar el dibujo en blanco y negro. Sus creaciones en carbón aprovecharon la textura del papel para dar una sensación etérea y volumétrica, siendo su inicial y notable aportación al mundo del arte. A los 24 años realizó su primer cuadro importante, Un baño en Asnieres, el cual le tomó 12 meses preparar y en donde mezcló influencias de antiguos frescos italianos con un estilo impresionista, además de integrar los resultados de sus indagaciones cromáticas desde una perspectiva científica. Si bien no es una obra puntillista apunta ya a esta tendencia.
Es sorprendente pensar que Seurat sólo tendría siete años más de vida y que -al igual que Van Gogh- su paso por el arte sería fugaz pero decisivo. Cuando su producción fue rechazada por el Salón de Arte de París, se unió al grupo de artistas independientes y en él conoció a Paul Signac, con quien compartió sus conocimientos sobre el color y comenzó una fructífera colaboración que desembocaría en el perfeccionamiento del puntillismo. Cabe decir que el término correcto acuñado por Seurat es ‘cromoluminarismo’, es decir sustituir la mezcla física de pigmentos por la mezcla óptica de tonos, lo que brinda mayor luminosidad a la pintura. El hecho de trabajar en puntos pequeños se da pues por la necesidad de poner colores que adyacentes forman un tercer tono, como una red de diminutos pixeles que a cierta distancia ofrecen una configuración bien definida. No se trata de círculos perfectos o puntos esféricos, es una técnica que ofrece muchas variaciones en la colocación de la pincelada ya que pueden aplicarse pequeños segmentos de color en diversas direcciones, tamaños y formas, de tal suerte que no sólo se generen gamas cromáticas sino perspectivas y volúmenes adecuados al planteamiento del artista.
El lienzo maestro de Seurat, Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte (hoy parte de la colección del Art Institute Of Chicago), tomó dos años en ser realizado, producto de numerosos bocetos y estudios. Esta pieza podría ser considerada como el emblema del puntillismo; en ella el francés llevó al extremo sus teorías y al mismo tiempo logró darle una sensación atemporal, de apacible onirismo que la convierte de forma incuestionable en una de las grandes obras en la historia de la plástica occidental.
El 29 de marzo de 1891 Seurat murió, tal vez de meningitis o difteria. La leyenda dice que su pasión por la pintura y la teoría del color lo consumió hasta terminar con su vida. Cualquiera que haya sido la razón, el mundo del arte perdió de forma temprana a uno de sus más propositivos y peculiares genios. A su fallecimiento, su amigo Paul Signac llevó la investigación sobre el color a un mayor rigor científico a través del divisionismo y publicó textos que influenciarían a varias generaciones de artistas.
LEGADOS Y ESTILOS
El puntillismo fue una bocanada de aire fresco en una época que buscaba romper con los moldes tradicionales del arte, un tiempo de pioneros que sentarían las bases de la creación moderna. Camille Pisarro, Vincent van Gogh, Picasso y Delaunay fueron algunos de los que en determinado momento de su carrera tomaron la bandera de esta escuela. Sin embargo el reto que puso Seurat resultó complejo: compaginar la ciencia de la luz con la emoción propia que debe transmitir un cuadro. Así, si bien la influencia del puntillismo se siente hasta nuestros días, sigue siendo Seurat el primero y el más renombrado exponente de este estilo. Pero su herencia se mantiene vigente a través de la obra de Chuck Close, entre otros, y es de particular importancia en el op art (llamado también arte óptico) y la vanguardia italiana del siglo XX, con nombres como Umberto Boccioni o Giacomo Balla.
El puntillismo es un exitoso ejemplo del matrimonio entre arte y ciencia, una muestra elocuente de cómo el diálogo interdisciplinario más que romper con las cualidades emocionales abre otras puertas a la percepción y ofrece nuevos terrenos para conquistar. El pintor Georges Braque afirmó: “He encontrado la pintura para colgar de un clavo mis ideas”; así las ideas de Seurat, su solución plástica, sencilla y elegante, nos ofrecen una ecuación perfecta para canalizar la emoción del color puro.
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