
Ante lo peor: resignación y aceptación
Ante los devastadores golpes de la ciega fortuna, la resignación y la aceptación constituyen dos instrumentos poderosos del noble corazón humano. La resignación es la sumisión o entrega voluntaria que una persona hace de sí poniéndose en las manos de otro, generalmente de Dios. Y la aceptación entendida no en el sentido que le da el diccionario, sino en el significado popular, es una especie de conformidad ante lo que no puede modificarse.
Los dioses lo quisieron de otra manera, escribió el poeta Virgilio haciendo alusión en su obra La Eneida a la resignación que a veces debe afrontarse. Y para la aceptación, Shakespeare nos aconsejó: “Lo que no es posible evitar, tenemos que aceptarlo”. Por su parte el poeta romano Horacio nos consuela al escribir: La paciencia hace más llevadero aquello que no tiene enmienda.
Para quien no está sufriendo intensamente es muy fácil hablar de resignación y de aceptación; pero cuando la desgracia hiere en lo profundo del alma, a ciertas personas les resulta muy difícil o a veces imposible poder resignarse y aceptar. ¡Qué fácil hablar de resignación y aceptación cuando los largos y afilados colmillos no se han clavado en nuestro corazón!
¿Entonces, no es posible en cierta forma lograr algún grado de resignación y aceptación para un corazón lleno de sufrimiento? No lo sé; lo que sí resulta fácil suponer es que hay pérdidas para las que no hay consuelo: aquélla madre que perdió a su hijo o la esposa enamorada que pierde a su marido. En estos casos por ejemplo el consuelo no existe.
Séneca pensó en este problema y así escribió: Si los gemidos no resucitan a los muertos; si el destino es inmutable y sus juicios son irrevocables, no enterneciéndose por las estadísticas del infortunio; si nunca la muerte abandona a su presa, pongamos término a un dolor vano, sepamos regular su curso y no nos dejemos nunca arrebatar por su violencia.
Swetchine entendió de una manera mística y sublime los sentimientos de la resignación al haber plasmado en su obra Pensamientos: ¿Qué significa resignarse? Poner a Dios entre el dolor y uno mismo.
Quienes no hemos sufrido de esta forma, tenemos el ejemplo de los que sí han padecido tristezas tan devastadoras. Su ejemplo de dignidad nos hace más fuertes. Y en el mundo del espíritu estamos seguros de que en algún lugar o momento los corazones que han sufrido con tanta intensidad seguramente encontrarán consuelo.
Desgraciadamente no podemos elegir la vida que más deseamos, o al menos no la pueden elegir quienes mucho han sufrido. Hambre, guerras, enfermedades, crímenes y accidentes, enlutan los hogares de miles de personas cada día en todo el mundo. Hay para quienes el sufrimiento ha sido un constante compañero. Esto no es entendible a la luz de nuestra inteligencia ni jamás podrá serlo, pues las cuestiones del dolor no son comprensibles sino solamente aceptadas por corazones resignados y sublimes.
De alguna manera debemos darle un ‘sí’ incondicional a la vida y crear para los seres queridos que hemos perdido el lugar más especial en nuestra memoria y nuestro espíritu. Probablemente el que mucho ha sufrido puede perderle amor a la vida, pero paradójicamente mantendrá íntegro el amor a los seres que perdió, incrementando enormemente su sensibilidad para comprender y ayudar a otros, pues ellos, sabios en el sufrimiento, serán los mejores maestros para nosotros.
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