
Oficio. A sus 70 años, don Manuel no piensa en dejar su oficio. Su vida seguirá transcurriendo entre navajas, tijeras y brochas, hasta que su vista y su pulso se lo permitan.
Han pasado 50 años desde que don Manuel Huereca tomó por primera vez unas tijeras para cortar cabello. Atrás quedaron las trasquiladas porque ahora es uno de los peluqueros con mayor tradición en Torreón.
COLORES DISTINTIVOS Los colores azul, blanco y rojo del negocio con el número 185 sur de la calle Valdez Carrillo, identifica la peluquería de don Manuel. Esos tonos distintivos son los mismos que hace muchos años se entreveraban semejando un caramelo para indicar el giro de este tipo de negocios.
Don Manuel explica que esos colores eran una señal de que el peluquero además de cortar el cabello, era como una especie de paramédico, es decir, sabía proporcionar primeros auxilios, incluso practicar transfusiones.
SIEMPRE ABIERTA
La peluquería de don Manuel está abierta los 365 días del año. No importa si es Año Nuevo, Navidad, Día del Trabajo, de la Madre, o cualquier otra fecha. En este negocio siempre habrá alguien con tijera en mano para cortarle el cabello a quien lo desee.
Con su experiencia, lo mismo hace cortes como los conocidos natural, natural claro, natural oscuro, militar, casquete abultado, casquete cuadrado y cepillo.
UN CORTE DE PELO... CON FUEGO
La destreza de don Manuel llega al extremo de que en muchas ocasiones no necesita ni las tijeras para hacer su trabajo. Y es que también usa un encendedor para cortar el cabello con fuego.
"El cabello no se quema y queda parejito, es una técnica que los peluqueros usamos en cabellos maltratados, secos, sin vida y que no crecen. Los clientes no se asustan cuando uso el encendedor porque ya tienen muchos años viniendo conmigo".
SU OFICIO
Don Manuel aprendió el oficio desde niño pero antes de agarrar unas tijeras tuvo que ser el "chícharo" de los peluqueros profesionales, es decir, traerles las cocas, los lonches y hasta barrer los cabellos recién cortados.
Después de algunos meses de barrer los pisos en una peluquería de Gómez Palacio, logró un ascenso en su trabajo: bolear los zapatos de los clientes. El patrón le consiguió un cajón con la herramienta necesaria para su nueva labor.
Su jefe le permitió limpiar las tijeras y aceitar las máquinas. "Así fue como poco a poco comencé en esto". Con el tiempo le enseñaron el oficio, "como no había escuelas para peluqueros, tenían la obligación moral de enseñarnos". Don Manuel dice que aprendió a gritos y sombrerazos.
Su padre, Bernando Huereca, también era peluquero pero don Manuel no quiso aprender el oficio con él porque era muy estricto, y si hacía algo mal no le importaba regañarlo aunque hubiera clientes presentes.
OBLIGACIÓN MORAL
Es por eso que fue en Gómez Palacio donde trabajó por primera vez en una peluquería. "Además ahí todos eran profesionales, habían estudiado en una escuela de peluquería en Chihuahua y tenían más paciencia para enseñarme".
El oficio de peluquero es una tradición heredada en la familia Huereca. Y es que Manuel, Alejandro y Ernesto, hijos de don Manuel, también se ganan la vida cortando el cabello.
A sus 70 años, don Manuel no piensa en dejar su oficio por nada del mundo. Su vida seguirá transcurriendo entre navajas, tijeras y brochas, hasta que su vista y su pulso se lo permitan.
MANUEL HUERECA
Peluquero