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Tribus en la ciudad

La postura del desacuerdo

Tribus en la ciudad

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Dulce Ramos

Se han creado a sí mismos para diferenciarse de los demás, pero a la vez para agremiarse. Juntos, como los clanes al principio de los tiempos, los representantes de las contraculturas gritan “somos diferentes” por las calles de las grandes ciudades. Hoy lo invitamos a conocer lo qué hay detrás de las tribus urbanas, quiénes las conforman y cuál es la postura que afirman defender a través de su imagen y actitud.

Tres pares de piernas femeninas cuelgan de una barda. Las forran estrechísimos pantalones entubados que rematan en tenis Converse. El calzado -dos pares negros y uno morado- tiene una pátina de suciedad. Las chicas conversan tranquilas. En sus camisetas ceñidas, el fondo oscuro contrasta con motivos infantiles en colores pastel. El cabello de las tres está coronado por moños y flequillos lisos. Los ojos de una están delineados de negro con dramatismo.

-¿Ustedes son emo? -se les pregunta y responden con una sonora carcajada.

-No. Nada más nos gusta esta ropa.

Después de varios minutos de charla, una de ellas -Laura, que está por cumplir los 17- lo acepta. “Sí somos, pero si sale en un reportaje mi mamá se va a enterar y a ella le da miedo todo eso. Piensa que nos cortamos y que siempre estamos en la depre”.

En algunas zonas del país la presencia de chicos con este y otros perfiles ‘extraños’ es tan común, que la gente ya no los nota. Son parte del paisaje citadino a lo ancho del mundo. Subculturas o contraculturas para los sociólogos. Tribus urbanas para los ciudadanos de a pie. Denominaciones aparte, estos grupos se conforman por ir a contracorriente en lo estético, lingüístico, político y otros factores. La moda, su jerga, la música que escuchan e incluso los sitios que frecuentan les dan carácter.

Entre los primeros en referirse a ellos como tribus urbanas está el francés Michel Maffesoli, que en 1988 publicó el libro El tiempo de las tribus: El declive del individualismo en las sociedades posmodernas. Fundamental en la llamada ‘sociología de lo cotidiano’, Maffesoli los definió como “microgrupos de personas que comparten intereses comunes en las áreas metropolitanas”.

Pero no sólo las inclinaciones semejantes congregan a los integrantes de una tribu. Su visión del mundo y su comportamiento también les arropa. El ejemplo que da el especialista francés es el de los punks, pero si de tendencias se trata, el mundo está lleno de contraculturas que en cada país se adoptan y se adaptan.

Emos, punks, góticos, hippies, skatos. Son muchas y muy variadas las denominaciones y creencias que sostiene cada uno de ellos, pero en la gran mayoría se perfilan dos características: rebeldía, marginación y rechazo a los convencionalismos. Por algo son contraculturas.

EL ORGULLO DE ESTAR A DISGUSTO

Las contraculturas son tan viejas como la Historia misma. Hay quienes consideran que los bohemios y los románticos del siglo XIX, que surgieron como respuesta a la Revolución Industrial, son claro ejemplo de una porción de la población que se reveló ante lo establecido. Sin embargo, es a partir de los años cincuenta y sesenta cuando estalló el rechazo a las convenciones sociales, con expresiones como el repudio a la bomba atómica o a la guerra de Vietnam.

“Los grupos urbanos buscan introducirse a una sociedad saliéndose de la misma. En ella, indagan normas y límites que seguir”, dice la Doctora en Psicología Diana Rodríguez, miembro de la Sociedad Psicoanalítica de México, quien ha enfocado su trabajo al estudio de las subculturas que rondan por las grandes metrópolis. Para ella, el factor que los une independiente del movimiento o creencia que representen, es “mostrar un disgusto”, pedir un cambio social y señalar aquello con lo que no están de acuerdo. Esa es la puntada que hilvana y cohesiona a todo sector contracultural.

“Ir contracorriente es un orgullo. Es una actitud ante la vida”, afirma alguien que no sólo sabe de ello, sino que vive de ello. Carlos Martínez Rentería, Director de la revista Generación y uno de los más entendidos del fenómeno contracultural en el país. En su opinión, experimentar los límites es uno de los aspectos que da forma a las subculturas. “Hay quienes se sienten atraídos a ello y empiezan a cambiar su forma de ver el mundo, no obstante la verdadera contracultura se gesta en el underground. En una marginalidad que no saldrá en la tele ni en los periódicos”, asegura.

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