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¿Por qué no eres como tu hermano?

Daños y soluciones para las odiosas comparaciones

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PERLA GRACIANO

Es parte de la naturaleza humana comparar los objetos y seres que nos rodean, hacer semejanzas y diferencias porque eso nos permite discriminar y dar identidad a los diferentes elementos que componen nuestro mundo. “Si todo fuera igual tendríamos dificultad para identificar las características, es un proceso mental natural que hacemos con todo y obviamente también aplica a las personas”, explica la Licenciada Miriam Martínez, Psicoterapeuta Ericksoniana al abordar el tema de las comparaciones. “Al comparar descubrimos la propia identidad, o podemos ir reconociéndonos como personas, ¿por qué el otro no es como yo o por qué se parece tanto a mí?”.

Pero si bien es cierto que todo el tiempo estamos haciendo comparaciones en nuestra mente, ¿qué es lo que buscamos al externar estos pensamientos?, ¿qué buscamos al preguntarle a una persona por qué no es igual o por qué no hace las cosas igual a otra?. La Licenciada Martínez nos menciona que todos los seres humanos tenemos expectativas y creencias sobre cómo debe ser el mundo y esta percepción de la realidad es diferente en todas las personas. “En base a nuestras creencias y nuestra percepción de la realidad, nosotros tenemos una idea de como debe ser el mundo y cómo deben de ser los demás y esperamos que el mundo se adapte a nuestra percepción, que sea como nos gustaría que fuera, por eso externamos estas expectativas, por la necesidad de hacer notar que a mí me gustaría que fueras de tal manera, de acuerdo a mi realidad”.

Todo queda en familia

En una familia a veces los papás tienen expectativas de cómo deben de ser sus hijos y tienen sus creencias bien establecidas desde antes de que nazcan. Frases como “Cuando yo tenga mis hijos voy a llevármelos a entrenar fútbol”, “me gustaría que mi hija fuera tan inteligente como su padre”, son muestra de ello y la verdad es que los seres humanos somos auténticos, individuales, todos diferentes y no podemos cumplir con ciertas expectativas que nos imponen.

Esta situación de comparar y comparar se da más en familia porque es lo más cercano que tenemos los seres humanos, el primer núcleo en el que nos relacionamos, tal como lo explica la Licenciada. “En la familia nacemos, crecemos y es donde aprendemos quienes somos”.

Fiesta de disfraces

En el núcleo familiar, hay disfraces que se asignan desde el nacimiento y hay personas que crecen con ese disfraz que los padres cosen especialmente para ellos. “Puede suceder que el disfraz te agrade y te lo quedes como propio, o que no se parezca a tus ideales y lo regresas, o bien vives peleándote con él y te provoca confusiones”, señala la psicóloga.

El mecanismo para retirar ese disfraz, se activa de manera natural en la adolescencia, que es cuando vienen las crisis de identidad, por eso para algunos esta etapa es muy difícil, pues entran en un proceso de independencia y de identificación. “Es más fácil para las personas que no tienen tanta expectativa que cumplir, o que les agrada el disfraz asignado por sus padres. Para quienes no, entran en una crisis más fuerte y a veces se les lleva toda la vida resolver su identidad”.

Consecuencias de ser siempre comparados

¿Qué pasa con esos niños, adolescentes o adultos que son comparados continuamente? Pues tienen un grave impacto en su autoestima, tal como lo menciona la psicóloga. “Hay toda una gran cantidad de reacciones porque todos los seres humanos son diferentes, pero las comparaciones impactan en la autoestima, porque los demás no aceptan quién eres y las habilidades que tienes”. Explica que esto genera un gran conflicto y la gente que es “comparada” llega a preguntarse continuamente “¿por qué no puedo ser de esta forma?”, ante lo cual tienen la opción de mostrar rechazo y rebeldía ante el comparador, o bien tratar de cumplir con sus expectativas, con sobreexceso y sobrecompensación por querer hacer eso que se les solicita. “También pueden generar una depresión por no poder lograr lo que se espera o buscan situaciones para evadir lo que les genera inseguridad. Pueden ser reacciones variadas, pero lo que está de fondo la mayoría de las veces es inseguridad, soledad, incapacidad para conocerse a sí mismo y confusión”.

Si se trata de un niño el que está siendo objeto constante de comparaciones, posiblemente va a ser un adulto que se esté tratando de encontrar todo el tiempo. “Hay personas que lo resuelven, se encuentran y distinguen, toman lo que les sirve y lo que no, lo desechan. Es un proceso de autoconocimiento”.

¿Cómo solucionar un conflicto de comparación?

Si se trata de un conflicto fuerte, la psicoterapia es ideal para entrar a un proceso de autoconocimiento, un proceso donde el paciente siempre está acompañado por alguien con una visión objetiva y profesional, que ayuda a la persona a ir desmenuzando y separando sus conflictos. “Es lo ideal, pero también hay casos en que la misma vida va ayudando a las personas y se van descubriendo sobre la marcha. Hay otras opciones como talleres de desarrollo personal, cursos, una gama de modelos, pero un proceso terapéutico puede garantizar que esto se logre”.

La psicoterapia puede empezar a cualquier edad, mientras el niño pueda comunicarse y establecer una relación con el terapeuta. “Hay ocasiones en que los padres se dan cuenta de este patrón de funcionamiento y les preocupa que tenga un impacto negativo en el niño. En este caso pueden pedir ayuda familiar. Ahí los que trabajan más son los papás, porque son los que están haciendo la comparación”.

Durante la terapia se trabaja en las propias expectativas de los “comparadores” y sus necesidades, pues muchas veces los padres están tratando de corregir en sus hijos lo que ellos no lograron. “Conforme los papás resuelven su situación, los resultados se reflejan en el comportamiento de su hijo, porque ya no hay comparaciones”.

En el caso de los adolescentes, ellos son los que generalmente piden ayuda, ya sea con palabras o con su comportamiento. “También se invita a que trabajen los papás, porque ésta es una relación sistémica de toda la familia”.

En la etapa adulta, es el adulto mismo quien decide asistir a terapia. Con él se trabaja en una imagen, su introyecto de la imagen materna o paterna comparadora y se evalúan todas sus ideas para rescatar las que sirven y las que no reacomodarlas o desecharlas.

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