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Piercings y tatuajes: agresión adictiva

Piercings y tatuajes: agresión adictiva

Piercings y tatuajes: agresión adictiva

Beatriz Mejía

Decorar el cuerpo con pendientes a través de perforaciones en el cuerpo y tinta, tiene su origen varios siglos atrás, y se presenta en diversas culturas, pero en los últimos años, han aumentado en la sociedad occidental, especialmente entre los adolescentes. Más de una historia relata que esta práctica constituía un símbolo de identidad, que daba testimonio del papel que jugaba una persona en la sociedad; incluso, llegaban a connotar ancestros, lugares de origen, batallas contenidas, y cualquier actividad relacionada con las costumbres de ciertas razas.

En el contexto actual, además de considerase un artículo de moda, la aplicación del tatuaje y el piercing tiene ciertas connotaciones psicológicas, sociales, y emocionales, principalmente en adolescentes y jóvenes. Incluso, para algunos usuarios, esta “costumbre”, puede derivar en una adicción equiparable al consumo de drogas.

Las razones

La necesidad y la decisión de someterse a una intervención corporal de esta índole tienen estrecha relación con la psique individual. Sin embargo, dice Fany Loya Reyes, licenciada en Psicología y Psicoterapeuta Familiar, existen ciertas generalidades que describen las causas.

“Especialmente para la población adolescente, es una forma de expresar inconformidad, rebeldía, de dilucidar, e ir en contra de lo establecido”.

Durante la juventud, el acto de tatuar y perforar la piel, puede tener implicaciones más profundas; por lo regular, se fundamenta en la conmemoración de algún evento, suceso, o experiencia difícil, a través de una marca en el cuerpo.

Según la psicoterapeuta, el vínculo más fuerte entre este ejercicio y la persona que lo realiza, tiene que ver con una auto mutilación, es decir, representa una agresión al cuerpo que, dentro de las necesidades de cada individuo, puede utilizarse como un intento para llenar un “vacío”, provocando una sensación transitoria de placer, así como otras formas de satisfacción.

La motivación hacia la tendencia de este hábito es variable, pero algunos factores como las experiencias durante la infancia, el medio ambiente, la cultura, los estilos de vida actuales, entre otros, pueden ser un factor desencadenante.

Así pues, comenta Loya Reyes, que el maltrato, algún tipo de abuso, y el ambiente en el que se desenvuelve una persona durante sus primeras etapas de vida, pueden suscitar, en el futuro, el interés por esta actividad.

A lo largo de la vida, el ser humano atraviesa por dos crisis básicas; la primera de identidad, que se presenta durante la etapa de la adolescencia; y la segunda denominada de integridad, que aparece en la vida adulta.

“Un evento doloroso, que se presente en cualquiera de estas etapas, puede generar en el individuo, la decisión de auto mutilarse”, aunque también puede presentarse en otra etapa o circunstancia.

Sin embargo, estos no son los impulsores definitivos; un joven que ha crecido en un entorno aparentemente sano, también está predispuesto a adoptar este medio de escape en cualquier momento de su vida.

Aliarse de la tinta y los adornos corporales más intrépidos no hace distinción de género. Aunque quizás la elección del diseño del tatuaje y el piercing, o el lugar donde serán aplicados, tamaño, colores, etc., se encuentre determinado por los gustos y experiencias personales, lo que para algunos sería sólo una fantasía, hombres y mujeres por igual, la hacen realidad todos los días.

“Por estética, por ejemplo, podría ser que ellas decidan perforarse el ombligo, o tatuarse formas femeninas, los varones ocasionalmente optan por imágenes más agresivas; sin embargo, considero que la línea entre las preferencias de ambos sexos no está muy marcada en la actualidad”.

Una adicción

El culto a la imagen y a los complementos decorativos que se llevan en la piel puede ser, hasta cierto punto, una actividad controlada, pero es muy probable que en algunas personas llegue a dimanar en una práctica de tipo adictiva.

Según la psicoterapeuta, cuando el acto se convierte en una patología, el problema hace referencia a un conflicto de identidad.

La base de esta recurrencia, se debe básicamente a motivaciones inconscientes patológicas, en donde se observa principalmente trastornos de personalidad, los cuales pueden ser tipo límite (o borderline) u obsesivo; así como problemas de ansiedad, y trastornos psiquiátricos.

“En estas personas, lo que sucede es que están tratando de cubrir un vacío, soledad, o una depresión, proyectando una imagen agresiva; incluso, es una necesidad de cambiar su apariencia porque no están conformes con su aspecto, o en la manera de cómo se ven y cómo los demás los ven”.

El “no poder parar” el deseo tener cada vez mayores perforaciones o tatuajes, es un asunto delicado, no sólo se trata de “moda”, representa una alteración emocional, que requiere un tratamiento psicoterapéutico (terapia psicológica) y en algunos casos tratamiento farmacológico; ya que puede desencadenar problemas de salud graves; quienes realizan esta actividad de forma compulsiva, corren más riesgo de contraer enfermedades como infecciones de diferente índole, hepatitis, o VIH (Sida).

“El momento de buscar ayuda surge cuando te das cuenta de que estás afectando tu vida, ya sea personal, familiar o laboralmente; cuando la persona pierde el control y distorsiona la realidad; cuando se involucra en situaciones que lo ponen en riesgo y esto le crea conflictos con la sociedad”.

Desafortunadamente, los cambios sociales, económicos, y la influencia de países más desarrollados que sufre nuestra sociedad, son elementos de la vida moderna que encaminan a esta práctica a muy temprana edad. “El deseo de pertenecer, de ser aceptados por los diferentes grupos sociales, por la familia, etc; hace que las personas se vuelven vulnerables a tatuarse o perforarse desde edades tempranas, pudiendo presentarse desde los 12 años; y es lamentable porque a esta edad, los adolescentes se encuentran en un proceso de adaptación y de búsqueda de su propia identidad, de ingreso a la adolescencia”.

Tatuarse o perforarse la piel no es una decisión de poca monta; marca la vida y el futuro de los individuos. No es solamente una moda que cada vez integra más jóvenes; tiene que ver con ciertos motivadores internos, con la edad y la madurez emocional y física de la persona; lo ideal es que estas motivaciones sean lo más claras posibles, lo cual ayudará a que la persona tome dicha decisión de manera consciente y que sepa las consecuencias de la misma.

“En esta búsqueda de identidad, de pertenecer, de reconocimiento, y de aceptación, más que lo que se va a obtener por medio de ese tatuaje, o piercing, es mejor ser libres de pensamiento, que ser libres de acción”.

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