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Adolfo Domínguez, el caballero de las arrugas en el fino lino

El diseñador español Adolfo Domínguez se caracteriza por su estilo urbano, funcional, casual y muy cómodo; utiliza tejidos sueltos y naturales. En los años 80 se hizo famoso, entre otras cosas, por su lema 'La arruga es bella'.

El diseñador español Adolfo Domínguez se caracteriza por su estilo urbano, funcional, casual y muy cómodo; utiliza tejidos sueltos y naturales. En los años 80 se hizo famoso, entre otras cosas, por su lema 'La arruga es bella'.

EL UNIVERSAL.- Cuando se le pregunta a Letizia Ortiz, la princesa de Asturias, quiénes son sus diseñadores favoritos, la futura reina de España no duda en incluir en el listado al gallego Adolfo Domínguez, cuyas prendas han estado en su guardarropa desde que ella era soltera.

Adolfo Domínguez es mucho más que una marca de ropa, accesorios y perfumes. Es el nombre de un español que es modisto, empresario, novelista y productor de cine.

Nació el 14 de mayo de 1950 en Puebla de Trivesen, un pequeño poblado en las montañas de Orense, en Galicia. Es hijo de un emigrante que en la posguerra se dedicó a vender telas. Su abuela sembraba lino, lo recogía, lo hilaba y lo tejía en sus telares manuales. Desde niño, este textil se hizo parte de la vida de Adolfo.

Domínguez estudió el bachillerato interno en un colegio de curas. Años después, se matriculó en Filosofía y Letras en Santiago de Compostela, ciudad en la que permaneció hasta 1968. Ese año tuvo algunos problemas con las autoridades y fue detenido por los delitos de propaganda y asociación ilícita. Su padre pagó la fianza y Adolfo se trasladó a Francia para seguir estudiando, ahora en Vincennes, a las afueras de París. Ahí amplió su formación de Estética y Cinematografía, lo que le permitió entrar en contacto con el espíritu de libertad creativa y dinamismo político de la Europa de esos años.

Más tarde, decidió mudarse a Inglaterra donde vivió hasta los primeros años de la década de los 70, cuando regresó a España para iniciarse en el oficio que lo haría rico y famoso. Al cumplir 24 años, empezó a diseñar ropa y recuperó inmediatamente el lino que, en esa época, había sido sustituido por fibras sintéticas.

Los orígenes de su firma de moda se remontan a la sastrería que su padre -quien también se llamaba Adolfo Domínguez- estableció en Ourense, en los 50. Veinte años más tarde, en 1973, se inició la actividad comercial del diseñador -a él le gusta nombrarse "costurero"- gracias a que la sociedad familiar denominada Adolfo Domínguez e Hijos, S.L., originalmente se dedicó a la confección de trajes para caballero.

De aquellos años, el delgado modisto o costurero gallego -que siempre tiene una sonrisa serena en los labios- recuerda que envió sus primeras confecciones a sus clientes, quienes no sabían que este material se arrugaba.

Al notarlo, pensaron que se trataba de un defecto y le regresaban las prendas. Entonces, para evitar tener que explicar las características del textil una y otra vez, él decidió escribir en todas las etiquetas "La arruga es bella", una frase que poco después lanzó en una campaña comercial, y que tiempo después se convirtió en el eslogan más exitoso de la historia de la publicidad española.

Apasionado de la vida y de su trabajo, Domínguez califica a sus diseños como una obra artesanal. Afirma que uno de los sellos que ha sostenido a la marca durante tantos años en el gusto de la gente es, precisamente, el hecho de la fascinación que siente por todo lo elaborado a mano, los tejidos, los bordados y los estampados que en sus telas transmiten esa sensación.

Inteligente y equilibrado, Adolfo Domínguez ha dicho que la moda no la hacen los diseñadores, sino la gente de la calle que es, de hecho, quien decide usar o no determinadas prendas.

En 1981, Adolfo debutó en Madrid y además fue el primer diseñador español que abrió la primera tienda con su propio nombre, la cual en la actualidad ya es un referente de clase y buen gusto.

El estilo del diseñador es urbano, funcional, casual y eminentemente cómodo, haciendo uso de tejidos sueltos y naturales.

A punto de cumplir 60 años, sigue pensando que la arruga es bella, no sólo en la ropa sino también en la cara. "Un rostro vivido es más interesante y más bello. Además, el alma, con el tiempo, modela hasta los huesos", afirma.

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