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Son los 'niños héroes' de hoy

Felicidad. Juan cambió los trapos y cruceros, por resistol y
pintura, pero esta vez para crear piñatas en la escuela.

Felicidad. Juan cambió los trapos y cruceros, por resistol y pintura, pero esta vez para crear piñatas en la escuela.

GUADALUPE MIRANDA

Aunque sus nombres no figuran en los libros de Historia, las vidas de Luis, Paco, David, Andrea, Jazmín y Luis Armando son verdaderos actos heroicos; y ellos viven en nuestra Comarca.

TORREÓN.- Sus nombres no forman parte de la historia. Sin embargo, a su corta edad son considerados como verdaderos héroes. Son reales y viven entre nosotros. Luis, Paco, David, Andrea, Jazmín y Luis Armando, son nuestros "Niños Héroes" modernos.

Arrojarse al vacío envueltos en la Bandera de México, no es necesario para que sean reconocidos, basta con enfrentarse a su cruda realidad día a día. Trabajar para terminar con las carencias, luchar contra las adicciones, y enfrentarse a toda adversidad, son las guerras que enfrentan a diario estos pequeños.

Pero no todo es tristeza ni sufrimiento. Entre ellos también se escriben historias de éxito que sobresalen pese a los obstáculos.

El mundo no los conoce, pero estos pequeños héroes urbanos, desean tener el mundo a sus pies. Para lograrlo faltan aún más sacrificios, los cuales están dispuestos a vivir a fin de no estancarse en la mediocridad.

Recorriendo calles, colonias y comunidades de la Comarca Lagunera, El Siglo de Torreón logró rescatar seis historias sobresalientes de niños y jóvenes comunes y corrientes, que para los ojos de quienes los rodean, son personalidades debido a la valentía y coraje que ponen en cada una de sus acciones.

Algunos de los nombres fueron cambiados por cuestiones de seguridad y a solicitud de los padres y de los propios protagonistas de las siguientes historias.

De los cruceros a la escuela

Su nombre es Juan y su historia comenzó a escribirse hace 11 años. La enfermedad de su madre lo obligó a cambiar algunos capítulos de su vida hace exactamente un año.

Sin padre y sin dinero, el pequeño Juan y sus cuatro hermanos decidieron salir a la calle en busca de lo necesario. Un trapo y una vieja botella bastaron para encontrar "empleo". Durante seis meses, los cruceros fueron su vida.

"Era la única cosa que podíamos hacer. Limpiar resultaba peligroso pero necesario", cuenta el pequeño gran héroe.

Los 50 ó 60 pesos que ganaba cada uno, se destinaban al pago de la renta y la compra del "mandado".

"A veces salía para pan y leche, pero sí dábamos las tres comidas", sonríe.

Ahora todo es diferente. Gracias al apoyo de Casa Puente, Juan está lejos de los cruceros y muy cerca de los libros de sexto grado. "Mi mamá ya está mucho mejor. Nadie de mis hermanos trabaja y todos estamos en la escuela", dice contento el pequeño.

Ahora las mañanas las pasa en la institución, "jugamos, pintamos y nos divertimos mucho", comenta feliz Juan, quien en unos años más, desea convertirse en una estrella del futbol, "como Daniel 'Hachita' Ludueña -jugador del Santos Laguna-, pero para lograrlo, primero hay que terminar la escuela y echarle muchas ganas".

Enfrenta la batalla de su vida

A su corta edad, Andrea enfrenta una de sus más grandes batallas.

El 20 de julio su vida y la de sus padres cambió; le diagnosticaron leucemia.

A sus ocho años, su pelo ya es escaso debido a las quimioterapias. Pero su semblante no ha decaído.

Pese a que el diagnóstico no es muy alentador, por el momento, ella podría regresar a clases en unos días a retomar sus estudios de tercer grado de Primaria.

Y es que su mayor deseo es reencontrarse con sus mejores amigas a la hora del recreo y "hacer pastelitos de tierra", dice mientras recibe su tratamiento.

Recuperar su salud es su mayo anhelo, ya que de grande desea convertirse en maestra de primaria.

"Es fuerte", reconoce su madre, quien se ha convertido en su fiel compañera en sus visitas al Hospital. En menos de dos meses ha pisado el área de Oncohematología más de una docena de veces.

El dolor ya es parte de su vida. Sin embargo Andrea se resiste a perder esta batalla.

Debido a su tenacidad y deseo de vivir, se ha convertido en una de las heroínas más pequeñas, que aunque su lucha no será recordada en los libros de historia, para sus padres y seres queridos, será un ejemplo de vida.

Su misión: seguir su vocación

Su nombre también es David. Cursa el sexto grado en la escuela Leonila Giamattei de la colonia Fidel Velázquez. Además de formarse como todo un estudiante, en este lugar descubrió su verdadera vocación: cantar.

Cuenta que hace dos años, personal del DIF acudió a esta institución para seleccionar a los mejores cantantes para conformar un coro musical. El pequeño estudiante no se mostró interesado pero acudió a la audición.

Desde entonces comenzó su pasión. Sin embargo, ésta no ha sido obstáculo para mantener sus calificaciones de diez. "Mis papás están muy emocionados como yo", dice sonriente.

Recuerda que su primer concierto frente a cientos de personas fue en el Teatro Nazas. Su mayor temor era olvidar la letra más que el qué dirán. "Me encantó hacerlo".

Tal ha sido su pasión que aprender otros idiomas no ha sido problema para David, ya que algunas de las canciones que debe de interpretar se encuentran en latín o francés, temas que asegura entiende a la perfección.

"Antes de practicar cualquier canción nuestro maestro nos explica qué es lo que dice", dice el pequeño con una gran sonrisa.

Aunque de grande desea ser un artista reconocido, también espera estudiar alguna ingeniería, "todavía no sé, pero lo sabré en unos años más", concluye sonriente.

 Logra vencer a las drogas

Las drogas y las pandillas eran su mayor vicio. "Paco" es como llamaremos a este héroe urbano.

Los problemas en casa y la falta de comunicación lo arrojaron a los brazos de las drogas. Hasta hace algunos meses, la marihuana y el aerosol eran sus más fieles compañeros. Hoy todo es diferente.

"Le pedía a mi mamá dinero para comprar papitas y refresco o para cualquier otra cosa de la escuela, lo juntaba y compraba las drogas, mis padres no se daban cuenta que regresaba a casa bien 'loco'", cuenta avergonzado.

Los cigarros y las cervezas fueron la antesala de este vicio, "se me hacía fácil escapar de la realidad". Durante dos años así fue su vida.

El sentido de vivir se perdía poco a poco. Paco, a sus 15 años de edad, estaba perdido. "Pero un día, estando en la secundaria, me obligaron a acudir a un grupo de ayuda, me negaba a hacerlo", dice ahora sonriente. Después de varias sesiones y el trato con chavos como él, "decidí cambiar y darle otro rumbo a mi vida".

Su cuerpo comienza a desintoxicarse. Las calles y las banquetas ya no son más un lugar placentero. La "mota" y otros vicios forman ya parte de su pasado. "Quiero convertirme en un héroe y en el mejor ejemplo para mis hermanos".

Paco ahora sueña en convertirse en jugador de futbol profesional.

Una lucha en dos frentes

Un joven que sabe a la perfección lo que significa trabajar y estudiar es Luis Armando, quien desde los once años de edad se desempeña como empacador o "cerillito" en los centros comerciales de la Ciudad de Torreón.

Hoy cuenta con 15 años de edad y con una amplia experiencia en la difícil tarea de lidiar con clientes de todas las personalidades.

Peso a peso y bolsa tras bolsa, Luis Armando logra juntar hasta 100 pesos durante cuatro horas, tiempo en el que permanece en el centro comercial. Esta cantidad es suficiente para apoyar a sus padres con todos los gastos que requiere la escuela.

Estudia la secundaria y su promedio es de ocho, el suficiente para continuar con esta labor. Y es que el programa de "Menores Empacadores" que dirige Casa Puente, les exige mantener un mínimo de ocho, de lo contrario será una señal de que no pueden trabajar y estudiar a la vez.

Aunque no es su obligación, el joven disfruta al apoyar al resto de sus hermanos menores, quienes a diferencia de él, sólo dedican su tiempo a la escuela.

Aún no sabe a ciencia cierta qué será de su vida cuando sea grande, piensa en la Electrónica como una opción para su preparación personal.

"Para lograrlo debo continuar con mis estudios y así poder ser un buen ejemplo para mis hermanos", puntualizó el joven empacador.

Una guerra contra la pobreza

Jazmín Estrella vive en una de las zonas marginales de Ciudad Lerdo. Con once años de edad, estudia el sexto grado de Primaria en la Escuela Prudencia Jáuregui, ubicada sobre las faldas del Cerro de la Cruz.

Su mayor deseo es ser profesionista y triunfar en la vida "como maestra", dice emocionada.

En clase, entre libros y sus compañeros, es feliz. Al llegar a casa, las cosas se tornan un poco difíciles por la falta de recursos, pero eso no la desanima a alcanzar sus sueños.

Su padre es velador de la escuela en donde estudia, "y eso cuando hay trabajo", dice. Aunque es corto el tiempo que convive con su padre, asegura que es el mejor momento que puede tener durante el día.

Y es que, asegura que sus padres se esfuerzan tanto para que pueda continuar con sus estudios, "aunque con esfuerzos pero así sabe mejor", comenta la pequeña estudiante.

Es la más pequeña de casa, por lo tanto pretende ser la mejor en todo. En casa, aunque el dinero es poco, nunca falta para comer, aunque sí para el material que en ocasiones Jazmín requiere, pero este detalle no la desanima a seguir.

"No quisiera estar como mi hermana, que estando en la escuela se embarazó y no continuó, yo quiero ser alguien en la vida", comenta orgullosa Jazmín, quien se ha convertido en una heroína entre sus compañeros de clase.

Seis valientes cadetes

Un día como hoy pero de 1847, el Castillo de Chapultepec era escenario de una de las más cruentas batallas entre México y Estados Unidos, en la que perdieran la vida seis jóvenes cadetes, ahora recordados como "Los Niños Héroes".

La historia comenzó a escribirse después de la Independencia de México. Para entonces a muchos estadounidenses se les permitió vivir en Texas, antes parte de nuestro país. El tiempo pasó y la cantidad se multiplicó al grado de que deseaban independizarse del territorio mexicano.

Para esa fecha, el entonces presidente de Estados Unidos, Jamez Polk, pretendía apoderarse de provincias mexicanas. En el año de 1845, debido a esta situación, el Gobierno de México encabezado por Antonio López de Santa Anna, no estuvo de acuerdo, así que hubo enfrentamientos entre los dos países.

Los estadounidenses se lanzaron a la pelea ocupando algunos estados del país, hasta llegar a Puebla y la Ciudad de México en donde atacaron el castillo de Chapultepec un 13 de septiembre de 1847.

En este castillo, era entonces el Colegio Militar, los soldados y jóvenes cadetes dirigidos por Nicolás Bravo, respondieron a los ataques dando su vida por su país. Cuentan que un oficial norteamericano dijo lleno de sorpresa: "¡Pero si son apenas unos niños!". Esos niños héroes fueron: Juan de la Barrera, Juan Escutia, Francisco Márquez, Agustín Melgar, Fernando Montes de Oca y Vicente Suárez.

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