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'Mi trabajo es fácil'

Profesión. Los fines de semana Marisela Morales es madre de sus dos hijos y los demás días se encarga de combatir a los cárteles de las drogas y otros grupos criminales.

Profesión. Los fines de semana Marisela Morales es madre de sus dos hijos y los demás días se encarga de combatir a los cárteles de las drogas y otros grupos criminales.

El Universal

Marisela Morales es la encargada de combatir a las mafias en México.

Existen dos caminos para llegar hasta su despacho. Los dos igualmente impenetrables. Por el acceso principal hay que pasar varios filtros con docenas de agentes fuertemente armados, y por una entrada lateral es simplemente imposible, pues existe una puerta similar a la de una bóveda de banco.

Una vez dentro del despacho todo cambia. Una modesta oficina en la que hay 14 arreglos de flores. Rosas, aves del paraíso, orquídeas, gerberas, antulios y tulipanes en canastas y floreros que dan cuenta de que ahí, en esa oficina despacha una mujer, la encargada, nada menos, de combatir a las mafias en México, Marisela Morales, quien justo la semana pasada celebró su cumpleaños número 39.

Mientras se realiza la entrevista unos cuantos metros escaleras abajo, en los separos, las celdas están repletas pues horas antes se había realizado una operación en la que fueron detenidos 16 hombres, 12 de ellos militares en activo, que trabajaban para un grupo del narcotráfico operación, en la que por cierto, una mujer fue la heroína que salvó la vida a decenas de agentes federales.

"La Ministerio Público iba en el operativo y se dio cuenta que estaban siguiendo a los policías federales encargados de realizar las detenciones. Dedujo que el grupo iba a ser atacado y se coordinó con la zona militar para que recibieran el apoyo y se logró rescatar a los agentes cuando ya los tenían prácticamente acorralados. Lejos de amedrentarse y huir permaneció y pidió el apoyo, si no hubiera sido por esa acción se hubieran perdido las vidas. Fue muy valiente", dice con orgullo Marisela Morales, la titular de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO)

Al igual que la mujer que el pasado sábado salvó la vida de los agentes federales, Marisela Morales, hace casi 20 años era una modesta agente del Ministerio Público, en su caso del fuero común en el Distrito Federal. Sin embargo, antes de ser la encargada de meter a los criminales a la cárcel inició su carrera del otro lado de la barandilla, como defensora de oficio.

"Comencé en la defensoría de oficio del fuero común en el Reclusorio Preventivo Oriente, ahí hice mi servicio social cuando estaba estudiando la carrera. Después de seis meses de servicio social hice mi examen para obtener la plaza de defensora de oficio, lo aprobé y fui contratada. Al principio estuve en varios lugares cubriendo las vacaciones de otros defensores, principalmente en juzgados de paz.

Al inicio de los 90 Marisela Morales tenía ya tres responsabilidades, estudiaba en la Facultad de Derecho de la UNAM, trabajaba como defensora pública y se hacía cargo de su primer hijo.

"Ahí se hace una labor humana y de servicio social muy importante, obviamente las personas que acuden a la defensoría de oficio no tienen posibilidades de pagar a un abogado, es gente humilde, muchas cometieron algún delito en estado de ebriedad. Son personas que necesitan ayuda. Muchas madres llegaban a pedir ayuda para liberar a sus hijos, y la mayoría de las veces, además de la asesoría legal, lo que más teníamos que brindarles era apoyo moral y psicológico. Había que dar asesoría en todos los delitos, desde homicidios hasta violaciones, robos, etcétera. Eso era como una escuela, por la diversidad de delitos que se ven en el fuero común se aprenden muchas cosas. Ahí se ve cómo los problemas familiares y la desintegración llevan a las personas a cometer delitos. Como mujer me identificaba con las madres pues yo tenía en esos momentos un bebé acabado de nacer, mi hijo nació en 1990, y eso me permitía hacer mi trabajo con sensibilidad y calidad humana".

Asegura que vio delitos que la impactaron y relata cómo se negó a defender a un padre violador.

"Pedí autorización al jefe de mi departamento para no llevar un caso que me habían asignado. Era un caso que no hubiera sido ético que llevara. Se trataba de la violación de un padre biológico a su hija de 11 años.

Era un caso dramático pues el papá había invitado al compadre a violar a su hija y los dos en estado de ebriedad ultrajaron a la niña.

Y lo más grave fue que la mamá defendió al esposo, e incluso, acusó a la niña de que ella provocaba al papá. Eso es imperdonable en una madre", relata mientras mueve repetidamente sus manos que lucen un impecable maniucure.

En diciembre de 1992, un mes antes de terminar su carrera, renunció a la defensoría de oficio. Y dos meses más tarde, en febrero de 1993 era ya una abogada titulada. Para agosto, cuando le entregaron su cédula profesional, ingresó a la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal como agente del Ministerio Público.

 LAS MAFIAS HAN CRECIDO Desde aquellos días en la Procuraduría capitalina a la fecha Marisela Morales ha subido muchos niveles en el escalafón de la procuración de justicia, pero también ha pasado de enfrentar pandilleros de Coyocán a poderosos cárteles de las drogas.

Hoy sus enemigos no sólo están en las filas de los cárteles del Golfo, de Sinaloa, de Juárez, de Tijuana, o en las organizaciones criminales de Los Zetas o La Familia, sino también dentro de las filas de las propias corporaciones policiacas del país, e incluso del Ejército. Ella ha sido la encargada de conducir la mayor acción anticorrupción en la historia de lucha antidrogas. En la llamada "Operación Limpieza" ha tenido que perseguir a mandos de la propia SIEDO, personas con las que antes convivía casi a diario y que fueron comprados por las mafias que estaban obligados a combatir. El presidente Felipe Calderón entregó las riendas del órgano antimafia del Gobierno mexicano a Marisela Morales luego de que su anterior jefe, Noé Ramírez Mandujano, tuvo que salir del cargo bajo sospecha.

Hoy, el hombre que ocupó la oficina, ahora llena de flores, se encuentra preso en un penal de máxima seguridad acusado de colaborar con dos de las principales organizaciones criminales del país.

La vida está llena de casualidades, pues Marisela Morlaes llegó a la PGR en 1997 luego de que un escándalo de corrupción, similar al que ahora le tocó investigar, había dejado muchas vacantes en el Instituto Nacional del Combate a las Drogas (INCD), el antecedente de la SIEDO.

Ella entró a la PGR con el rango más alto de Ministerio Público Federal y de inmediato comenzó a trabajar conjuntamente con militares en labores del combate a las drogas. En diciembre de 2005 salió por espacio de dos años de la PGR con el fin de realizar sus estudios de maestría y para tener a su segundo hijo.

Regresó en mayo de 2008 como titular del área de tráfico de menores, indocumentados y órganos.

Meses más tarde, fue ascendida a subprocuradora a cargo de la SIEDO.

--Tanto del lado de la delincuencia, como de la justicia los hombres dirigen. Es una actividad de machos, ¿es fácil ser la subprocuradora antimafia?

-Sí, yo creo que los hombres y mujeres tenemos las mismas capacidades, hay tanto hombres, como mujeres valientes y con carácter fuerte, y el respeto se puede ganar o perder sin importar si se es hombre o mujer.

Creo que a veces se victimiza mucho a las mujeres, pensando que por su sexo tienen debilidades, pero no es así, tenemos muchas fortalezas. Por naturaleza las mujeres tenemos convicción de servicio y abnegación.

-Usted es una de las excepciones a la regla en este país y en muchos otros, en donde las mujeres no alcanzan los puestos más altos, pero hoy cuando se libra una guerra contra la delincuencia organizada en México usted está al frente de la oficina que se encarga de hacerlo, ¿de verdad no encuentra resistencia por parte de los hombres?

-Yo creo que en ocasiones se presenta, en especial con algunos subordinados, aunque con otros compañeros de trabajo no es el caso.

El machismo sigue existiendo, pero creo que eso se puede combatir con capacidad y empeño y ganándose el respeto de los subordinados y jefes.

La maestra, como todos sus subordinados la llaman (aludiendo a su grado en el estudio del derecho) confiesa que siente cierta envidia cuando los hombres de uniforme salen a realizar algún operativo y ella se queda encerrada en su pequeño búnker, al que llega cada día antes de las nueve de la mañana y abandona 14 o 15 horas mas tarde. Comenta que hace mucho que no va al cine, ni sale a restaurantes a cenar, y de tener una pareja, ya ni hablar.

-Y su vida privada existe. ¿Va al cine?

- Pues la verdad es que ahorita no he podido hacerlo. Pero espero poder hacerlo pues la vida pasa. Estoy tratando de hacerlo, por ejemplo el otro día llevé a mijo, el chiquito de dos años, a ver a Mickey Mouse al Auditorio Nacional, lo llevé a ver a Barney y pienso seguirlo llevando.

- ¿Ahora vive sólo con sus hijos?

- Fui casada, pero me divorcié hace poco, después de que nació mi segundo hijo.

Pero creo que si no me hubiera divorciado en esa ocasión ahora ya la hubiera hecho pues con estos horarios es muy difícil tener una pareja. No creo que sea imposible, pero sí muy difícil.

Es mujer y trata de tú a tú a los capos

Ha estado frente a los narcotraficantes y sicarios más peligrosos del país. Con sólo la mirada, la mayoría de ellos pretende intimidarla, la retan, pero ella no se arredra, levanta la voz, les ordena que respondan a sus preguntas: "deben saber que están frente a la autoridad".

Es Adriana "T", la directora operativa de la Policía Federal Preventiva (PFP) que planea la logística y realiza los dispositivos de seguridad de traslado y custodia de los delincuentes de mayor peligrosidad detenidos por la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) federal, de reos reubicados de penal o extraditados.

Sabe que el riesgo es diario, que su vida y la de su gente peligra en cada operación, pues la amenaza de un intento de rescate de los líderes, lugartenientes y sicarios del narcotráfico que quedan bajo su custodia, es permanente, y cualquier error o delación interna puede costar caro.

Para esta licenciada en Derecho de 37 años, pertenecer desde hace seis años a la PFP es un orgullo y vale la pena el riesgo; tiene claro que los detenidos que quedan a su cargo, por peligrosos que sean, forman parte de una organización criminal, mientras que "mi equipo y yo somos parte de la justicia de este país".

Cuando ingresó a la corporación, había pocas mujeres en ella, pero tenía claro el objetivo de permanecer. "Empecé a picar piedra, a trabajar de tiempo completo", pues incluso ha renunciado a casarse y tener hijos por convicción personal. Su empeño permitió que le asignaran diversas tareas, hasta que su trabajo le valió ser ascendida a directora operativa de un área estratégica.

Reconoce que no ha sido fácil, ya que tuvo que enfrentar resistencias en un mundo de hombres, en el que recibir órdenes de una mujer no es común, pero la joven abogada se impuso.

A diferencia del resto de sus compañeros que usa pasamontañas, ella no cubre su rostro, pues por protocolo debe estar frente a los detenidos que le entregan para verificar su identidad y es el momento en que les pregunta nombre, alias, edad, origen.

La mayoría de estos delincuentes trata de intimidarla al ver que se encuentran ante una mujer, reconoce, pero está lista para hacerles frente. "No me dan valor los compañeros armados que están presentes, sino la certeza de que estoy cumpliendo mi trabajo, aplicando la Ley, y que soy la autoridad, pero siempre respetando sus derechos".

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Escrito en: Día de la Mujer

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