
Doloroso. Junior, viudo de Rocío Dúrcal, no sabe por qué sus hijos mayores le están haciendo esto. Shaila ha preferido mantenerse al margen. ARCHIVO
Madrid, esp. La cita era a las 11:30 de la mañana del martes en los juzgados de Collado Villalba, una localidad situada a 40 kilómetros de Madrid y cercana a La Berzosilla, el fraccionamiento en el que construyó su casa, hace ya muchos años, Rocío Dúrcal. Allí se vieron las caras su viudo, Junior, y sus dos hijos mayores, Antonio y Carmen, en la vista de un proceso judicial iniciado por los jóvenes, por no estar de acuerdo con el reparto de la herencia de la artista.
El encuentro apenas duró 20 minutos y se produjo sin que los dos hermanos saludaran, ni siquiera miraran a su progenitor, pese a que estaban sentados en bancos contiguos. "Si Marieta estuviese viva se echaría a llorar", se lamentaba Junior a la salida. Sus hijos, con el semblante serio, no quisieron hacer declaraciones a las decenas de periodistas que se habían congregado en el lugar de la cita, como tampoco hablaron ninguno de los dos abogados, ni el de los hijos, ni el de Junior, que curiosamente es el primo hermano de la princesa Letizia: David Rocasolano Llaser.
La crisis en la familia Dúrcal comenzó el pasado mes de enero, tres años después de la muerte de la cantante. Primero Junior reconocía en un libro que había sido infiel a Rocío, lo que provocó que sus dos hijos mayores le retiraran la palabra. Luego, tras el reparto de los bienes y después de dos años de negociaciones, Junior anunciaba que Antonio y Carmen le habían demandado porque no aceptaban el testamento, firmado por la cantante 14 años antes de su muerte ante un notario de Madrid.
En él, Rocío legaba a su marido el tercio de libre disposición de la herencia, además del usufructo (disfrute) de todos los bienes. Y declaraba a sus hijos herederos universales de unos bienes -valorados en 2 millones de euros-, que no podrían vender, ya que Junior tendría el uso y disfrute. Es decir, Junior recibiría 900 mil euros y sus hijos 350 mil cada uno más las joyas, los trajes y los objetos personales de su madre, a lo que se unía además el importe de un piso en el céntrico Paseo de la Castellana, de 250 metros cuadrados, que Dúrcal donó a sus hijos pocos meses antes de morir. El problema llegó unos meses después, cuando los hijos descubrieron que Rocío Dúrcal disponía de otros bienes que no habían sido incluidos en el testamento, como por ejemplo varias cuentas corrientes en bancos extranjeros, y varios apartamentos en Miami, Puerto Vallarta, México, Distrito Federal y Mijas (Málaga) valoradas en 3 millones de euros.
Al conocer la existencia de la demanda, Junior se confesó dolido por lo ocurrido. Shaila, la hija menor, no estuvo presente, ya que reside en México, donde está volcada en su carrera como cantante.