Capronio llegó a su casa y encontró sobre la mesa del comedor una carta escrita por su esposa. Rezaba la misiva: "Estoy harta de ti. He decidido fugarme con tu mejor amigo. No volverás a verme nunca. En el refrigerador te dejo unas piezas de pollo para que cenes esta noche". Capronio se lleva las manos a la cabeza y exclama con desesperación: "¡Oh no! ¡Otra vez pollo!"... El niñito le dijo a su mamá: "Necesito que me compres un disfraz de castor, porque vamos a cantar mañana un corito de Navidad, y la maestra me pidió que fuera vestido de castor". La pobre madre recorrió todas las tiendas de disfraces que había en la ciudad, y no encontró el disfraz. Los había de perrito y gatito, de conejito, de ardillita, de osito y venadito, pero no de castor. Así, la señora compró tela, peluche, relleno, forro y otros variados adminículos, y en su casa se puso a hacer el famoso vestidito de castor. Como era para el día siguiente se pasó toda la noche en friega cosiendo el maldecido traje. Lo terminó a eso de las 6 de la mañana. A las 7, cansada y ojerosa, llevó al niñito a su colegio, ya vestido con su disfraz. En el trayecto le preguntó: "Y a todo esto ¿qué corito es ése que van a cantar, para el que tienes que ir vestido de castor?". Responde el chiquillo: "Es uno que dice: 'Vamos castores, vamos; vamos a Belén'...". ¡Pobre madre! ¡La maestra le había pedido al niño que fuera vestido de pastor, no de castor!... Mi inolvidable amigo Raúl Garza Cabello tenía desaforadas ocurrencias. Cierto día, en aquellos felices tiempos en que la mariguana era el único estupefaciente que se usaba en México, le dirigió al Presidente de la República una carta en la cual le sugería que el Gobierno se hiciera cargo del cultivo y distribución de la que entonces se llamaba "la maléfica hierba", y que hoy por hoy es considerada inofensiva. La secretaría de Agricultura proporcionaría la semilla a los ejidatarios. Ellos se encargarían de sembrar y cosechar la planta, y la Conasupo llevaría a cabo su comercialización. Así, nacionalizada la producción y venta de la hierba, le aseguraba Raúl al Presidente que en un plazo no mayor de dos años la mariguana desaparecería de México, y tendríamos que importarla. En esa misma línea ¿por qué no crea el Gobierno una empresa estatal, con sindicato y todo, que se encargue de producir y vender las drogas que ahora se consumen? Administradas por el Estado esas drogas tendrían pésima calidad, y además, con los costos de producción y los impuestos, subirían de precio en tal manera que adquirirlas sería imposible para los consumidores. Bien pronto desaparecerían del mercado, y se acabarían los males que ahora padecemos, derivados del tráfico de drogas. Elevo a la alta consideración del Presidente esa plausible iniciativa, y le ruego no la turne al Congreso de la Unión, pues ahí no pasaría. Ahí no pasa nada... Contaba una monjita: "A la madre superiora le dio un hipo que con nada se le podía quitar. Yo sabía que un susto es bueno para quitar el hipo, de modo que le dije: 'Reverenda madre: una de las hermanas está embarazada'". Preguntó alguien: "Y ¿se le quitó el hipo?". "Sí -responde la monjita-. Pero el padre capellán oyó aquello, y se desmayó"... Le dice un incivil sujeto a su amigo: "Fulanita usa panties del más allá". "¿Por qué del más allá?" -se extrañó el amigo. Explica el otro: "Porque cree que tiene unas pompis del otro mundo"... Tres señores de edad madura estaban platicando. Dice el primero: "La mano me tiembla tanto que no puedo rasurarme". Dice el segundo: "A mí me tiembla tanto la mano que siempre derramo la taza de café". Dice el tercero: "A mí la mano me tiembla tanto que cuando voy al pipisrúm del restorán, los que están ahí piensan que estoy haciendo cosas malas"... FIN.
