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Tiene final muy ‘charro’

Tras muchos sufrimientos, “Juan” y “Sofía” fueron felices... para siempre. (El Universal)

Tras muchos sufrimientos, “Juan” y “Sofía” fueron felices... para siempre. (El Universal)

El Universal

El último capítulo de Fuego en la Sangre tuvo de todo: fiesta, muertos y boda.

Hubo de todo, como en botica: el final dominical de Fuego en la Sangre estuvo plagado de incongruencias, “fusiles” y hasta una romería-kermés con cortijo incluido, donde se consumó triple boda que hermanó a los Reyes (Eduardo Yáñez, Pablo Montero y Jorge Salinas) con las Elizondo (Adela Noriega, Nora Salinas y Elizabeth Álvarez), vistiendo igualitas, cual regla pimsteniana.

Dos horas para el desenlace, que por momentos parecía un “Siempre en domingo” (entre charras y charros, dizque cantantes, vaquillas, Día de Muertos, resucitados, feria, balazos y largas secuencias de la boda, en lo que mejor define esta telenovela producida por Salvador Mejía: una auténtica pachanga.

Por si no bastaran las burdas imitaciones de Los Tres García (Eduardo Yáñez se moriría de hambre dedicándose al jaripeo, mientras el peso de Jorge Salinas le impedía a su caballo alzar las patas), una revoloteada edición ocasionó que, lejos de generar suspenso, se confundiera en tiempos narrativos y desencadenara una desesperante espera para saber si pasaría algo destacado.

Final amelcochado, con las buenas y los malos al infierno, o más allá: (el malvado Fernando Escandón -Guillermo García Cantú- de los que cumplieron, prefiere el suicido a morir a manos de su eterno enemigo), mientras el terror se apodera de Gabriela Elizondo (Diana Bracho), enterrada viva en un “fusil” al maestro del suspenso, Alfred Hitchcock, que en 1955 realizara para la CBS su propia serie de televisión, que readaptó en 1985 la NBC.

En la libertina adaptación de Liliana Abud a la historia original de Julio Jiménez (Las Aguas Mansas, novela colombiana), hasta fue posible “resucitar” a la madre biológica de Sofía -Adela Noriega- porque a sus rezos, María Sorté abrió sus ojos para exclamar iluminada: “¡hija mía!”.

Ni siquiera una tradición tan mexicana como la charrería lució como debiera (tantos intercortes a Yáñez no taparon sus limitaciones al montar). Lo mejor: la boda, el vestuario de ellas y ellos... el puro jolgorio por el rating.

El género de la telenovela vivió así su propio “Día de Muertos”.

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