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El tarjetazo, un espejismo

Las tarjetas de crédito generan angustia y tensión a quien las tiene

Las tarjetas de crédito son un arma de doble filo para quién las tiene.

Las tarjetas de crédito son un arma de doble filo para quién las tiene.

EL UNIVERSAL

MÉXICO, DF.- Aturdido por sus deudas, Rubén, un empleado con 10 tarjetas de crédito, vive tenso, angustiado; espera ansioso el préstamo de los amigos para depositar sus “pagos mínimos”. Después de haber vendido un automóvil que sólo le dio un respiro, y de frenar su tren de vida, tiene la esperanza de que el aguinaldo lo despierte de la pesadilla en la que está atrapado desde hace algunos años.

La crisis financiera global agudizó su estrés. Ya dejó de leer los estados de cuenta. Entiende que son malas noticias. El teléfono de su casa timbra hasta los domingos, con mensajeros de bancos con exigencias groseras, al modo de la frase de “pagas o cuello”.

Esto acabará “cuando llegue el aguinaldo”, se ilusiona. Semanas antes aplicó restricciones. No hay paseos de fin de semana; al súper va sin tarjetas; la familia hurga en la alacena, desde antes de que estallara la crisis que ha complicado su búsqueda de soluciones personales.

Pone intensidad en su deseo de que la firma telefónica para la que trabaja desde hace 20 años le extienda en noviembre un crédito salvavidas, a pagar vía nómina. Hasta su afición por el futbol es insípida. Nada disfruta este cuarentón que se avergüenza de sus problemas. ¿Qué habría dicho su padre que nunca usó dinero de plástico?

Rubén López es cliente de cinco bancos y cinco tiendas departamentales que le enviaron tarjetas, algunas sin pedirlas, y ampliaron créditos, como un halago. En esta malahora paga miles de pesos de intereses mensuales.

Como quien cuenta la historia “del primo de un amigo”, dice que con tarjetas pagó análisis clínicos de urgencia, al enfermar su padre, y las medicinas de meses de padecimiento. No recuerda, ¿o sí?, cómo cubrió el servicio funerario. Es que siempre andaba “armado” hasta con los 10 plásticos, sus amigos en las buenas y en las malas. ¿Cómo olvidar las “ventas nocturnas”, con pagos diferidos a 18 meses sin intereses? ¡Nunca, porque ahí están, en sus saldos vencidos, con cargas moratorias! ¿Podrá cumplir el “no gastes”, que recomienda una Cultura Financiera, que nunca tocó a su conciencia durante el festín del consumo?

El coche lo vendió para salir del hoyo, pero se lo comieron las tarjetas, y otro enemigo tiende la próxima emboscada. Santaclós lo espera con el suéter anual para su mamá; el peluche para su nenita; el perfume para su esposa. “El pavo, Rubén, y la piñata, y...”, ¡Jo-jo-jo! Se deprime, se avejenta.

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