
El líder del Movimiento Democrático Naranja, Raila Odinga, introduce su voto durante las elecciones parlamentarias en Kenia. El legislador de la Oposición Kenneth Marende fue elegido presidente del parlamento con 105 voto a favor y 101 en contra. (AP)
Falta una cultura democrática en África; monopoliza el poder una élite gobernante.
El conflicto post electoral en Kenia no es exclusivamente un conflicto entre etnias, sí están involucradas, pero son manipuladas, platicaron analistas mexicanos.
“Sí hay un ingrediente étnico pero los líderes sólo lo usan para manipular (...) son ellos los responsables de lo que ocurra en el país”, afirmó José Arturo Saavedra, profesor del Colegio de México, quien estudió Historia de África en la Universidad de Londres y Literatura Swahili y quien vivió una temporada en Kenia.
Ante la ola de violencia que azotó a Kenia tras las elecciones del pasado 27 de diciembre, que provocó la muerte de 575 personas y el desplazamiento de 250 mil (según cifras de la Cruz Roja y de la Organización de las Naciones Unidas), el conflicto fue comparado con los choques étnicos de Ruanda, donde el enfrentamiento entre Hutus y Tutsis en 1994, provocó la muerte de un millón de personas en tan sólo cuatro meses.
Sin embargo, Saavedra considera que la situación en Kenia es distinta y ubica el conflicto en la concentración del poder que tiene la clase política dirigente.
“En Kenia han habido pugnas de poder desde su creación, el problema es que es una misma clase política. Los sectores marginales son el combustible para un conflicto”, señaló Saavedra.
Desde su independencia, el país del este de África sólo ha sido gobernada por tres presidentes.
Kenia fue colonia británica hasta 1963, cuando el “padre de la patria”, Jomo Kenyatta, liberó a la joven nación. Gobernó el país hasta su muerte y negó rotar el poder en reiteradas ocasiones, incluso cuando fue retado por su compañero Oginga Odinga (padre de Raila Odinga, actual líder de la Oposición), ha publicado la BBC.
En 1978, Daniel arap Moi, de la etnia minoritaria Kalenjin, heredó el poder y siguiendo los pasos de su antecesor, gobernó el país durante 24 años, proclamando como partido único y oficial la Unión Nacional Africana de Kenia (KANU por sus siglas en inglés), compuesto por kikuyus y lúos, las etnias mayoritarias.
Sin embargo, la nula movilidad en el poder Ejecutivo, empezó a incomodar a los líderes de esas etnias, Mwai Kibaki (Kikuyo, actual presidente reelecto) y Raila Odinga (Luo, opositor), y no fue sino hasta 1991, cuando organismos internacionales exigieron a Moi un sistema multipartidista, que éstos lograron crear un partido de Oposición.
Finalmente juntos, con la candidatura de Kibaki y el apoyo de Odinga, después de perder una primera elección en 1997, los líderes pudieron derrotar al partido oficial en 2002, con la Coalición Nacional Arcoiris, lo que en ese entonces significó un enorme logro para la democracia keniana.
Y es en 2005, después de un “No” al referéndum constitucional que Kibaki apoyaba, cuando el entonces funcionario político Odinga, decidió formar su propia fuerza política, el Movimiento Democrático Naranja y así contender en las elecciones de 2007.
Democracia occidental ajena
El sistema político que se intenta reproducir en África desde su independencia es una democracia difícil de adoptar, afirmó a Joel Bravo, ex consejero electoral de Naciones Unidas, con experiencia en África.
“Los africanos han vivido y han crecido con reglas distintas a las que la historiografía occidental nos ofrece; para comenzar a entenderlos habría que remontarse a la historia local de sus etnias antes de la colonización europea.
“En África no hay cultura democrática madura pues existe una tradición cultural que se aleja de los valores democráticos occidentales”, señaló Bravo.
Aunado a estas diferencias, también se encuentra una serie de vacíos organizativos y financieros que provocan la desconfianza y la inoperatividad de las elecciones, de acuerdo a la experiencia del ex consejero.
“La población tiene desconfianza de los resultados por la mala infraestructura en materia electoral. No hay sistemas confiables de actualización de las listas electorales, tanto por falta de tecnología, como por la ausencia de una cultura de ir al ‘Registro Civil’, además de los constantes flujos de movimientos transfronterizos de personas. Este fenómeno es recurrente en gran parte del continente Africano.
“Además de los múltiples bloqueos como el sexismo, racismo, machismo, nepotismo, autoritarismo, corrupción y clientelismo”, declaró Bravo.
El consenso político resulta difícil lograrse, agregó el ex consejero y se demuestra claramente al observar que para estas elecciones parlamentarias se inscribieron 2 mil 500 candidatos para competir por 210 escaños, el doble que en las elecciones de 2002.
Y es que la pluralidad de un país con cerca de 50 etnias es compleja cuando no hay una identidad nacional, afirmó Saavedra.
“(En África) No hay una identidad nacional y política, sólo una étnica”, dijo.
Hay que entender la gran diversidad étnica del país, explicó Saavedra, con filosofías de vida diferentes y en donde, hasta ahora, el multipartidismo, y en general las experiencias ‘democráticas’ han respondido más a intereses de entidades externas y/o grupos particulares y no a proyectos de desarrollo y fortalecimiento de una identidad nacional propiamente dicha.
La única y más grande identidad del africano es su etnia y su lengua, señaló el académico, no se es keniano, sin antes ser Kikuyo, Luo, Kalenjin, Kamba o Luhya; y no se habla swahili sin antes hablar la lengua de su etnia, el inglés se usa para los negocios.
Además hay que preguntarse por qué vota el ciudadano africano, señaló el ex consejero electoral de la Organización de las Naciones Unidas, si por las propuestas o la simpatía del mejor candidato, paz, continuidad, democracia, por quien pertenece a su etnia o quien lo amenaza y lo chantajea con su voto condicionándole la ayuda humanitaria que ofrecen organismos internacionales.
Por ende, la situación en Kenia no se puede explicar propiamente por medio del conflicto interétnico, la respuesta está en su historia política y cultural; y en el clientelismo y caudillismo de una clase política que heredó el poder que los europeos poseían como colonizadores, a las etnias más numerosas y que ahora lo usan para manipular, coincidieron Saavedra y Bravo.
Aparente ejemplo de estabilidad
Con una economía creciente del 6.1 por ciento y una aparente consolidación democrática, Kenia es para África del Este un país estable y ejemplo a seguir, de acuerdo a declaraciones de líderes mundiales hechas en medios de comunicación, sorprendidos por los acontecimientos.
Sin embargo, la violencia post electoral permite ver sus fisuras, aseguran los estudiosos del país.
“Kenia no es un ejemplo de estabilidad, siempre ha tenido conflictos”, sentenció Saavedra.
Aparente ejemplo de desarrollo económico y político para la región, dijo Saavedra, Kenia es para sus vecinos (Uganda, Tanzania, Somalia) el destino de miles de desplazados y refugiados, pero al interior ha vivido de manera autoritaria.
Kenia es uno de los países africanos que mayor turismo recibe, lugar a donde cientos de extranjeros se dirigen para visitar los famosos safaris, de donde obtiene su principal fuente de ingresos.
El país también es rico en yacimientos de oro, cobalto, cultivos de café y té.
País clave para la región, Kenia también es una plataforma para la inversión extranjera europea, estadounidense y asiática, explicó Bravo.
“No sólo las antiguas metrópolis (Inglaterra, Francia, Bélgica, etcétera) buscan consolidar o ganar contratos para la explotación de las materias primas del continente (...) existen intereses de China, India, Sudáfrica y otros países con posibilidades y necesidades de inversión para garantizar el suministro de recursos, tanto minerales como de hidrocarburos, mayoritariamente”, detalló el ex consejero de la ONU.
Por ende, esta situación post electoral también puede circunscribirse en la lucha que terceros países tienen, afirmó Bravo, pues Kenia posee una influencia en los gobiernos de varios países africanos.
Oposición asume la presidencia de Parlamento
El opositor Movimiento Democrático Naranja (ODM) obtuvo ayer la presidencia del Parlamento de Kenia, que ha recaído en el diputado Kenneth Marende, quien se impuso por tan sólo cuatro votos de diferencia al candidato de la coalición gubernamental, Francis Kaparo.
Entretanto, el ex secretario general de la ONU Kofi Annan ha cancelado el viaje que tenía previsto efectuar a Kenia para hacer de mediador en la crisis que afronta este país tras las elecciones generales del pasado 27 de diciembre, en las que fue reelegido el presidente Mwai Kibaki.
Según los observadores, al haber alcanzado la Presidencia del Legislativo, la Oposición, liderada por Raila Odinga ha recobrado un poco el aliento político después de tres semanas de violencia y acusaciones contra el Gobierno, aunque sigue sin reconocer la victoria de Kibaki.
La nueva Legislatura del Parlamento keniano fue inaugurada ayer, con 207 diputados en lugar de los 210 de que inicialmente debería de constar, pues la Comisión Electoral de Kenia suspendió los resultados de los comicios en tres distritos por considerarlos fraudulentos.
Han hecho falta tres rondas para designar al nuevo presidente del Parlamento keniano, que, según la legislación del país, ha de ser elegido por mayoría de dos tercios.