Una semana después de haber regresado del viaje de bodas el joven esposo sintió ganas de ir con sus amigos. Le dijo a su mujercita: “Voy a salir, mi amor. Iré al bar a tomarme una cerveza”. Ella abrió la puerta del refrigerador y le mostró una variada muestra de cervezas: claras, oscuras, lager, fuertes; de todas. Le dice: “¿Cuál de ellas te abro, cielo mío? Las compré para que veas lo que te quiero”. “Gracias, mi vida -responde él-. Pero en el bar nos sirven la cerveza en tarro previamente helado”. Ella abre la puerta del congelador y saca un tarro bien helado. “Lo puse a helar, amor mío, para que veas lo que te quiero”. “Qué bonito detalle, hermosa -contesta él-. Pero en el bar nos ofrecen botanas muy sabrosas. Ella va y regresa con dos charolas de ricos bocadillos: quesos variados, salmón, anchoas, angulas, ostiones ahumados, camarones, jamón serrano. Le dice: “Preparé todo esto, ángel mío, para que veas lo que te quiero”. “Gracias, belleza -replica él-. Pero en el bar decimos maldiciones, y eso nos hace sentir bien”. Responde ella: “¿Y por qué no me lo dijiste antes, tesoro mío? ¡Ahora me vas a oír, indejo! ¡Aplástate en esa silla, caón, y tómate tu chinche cerveza en ese -odido tarro, y trágate esas -utas botanas que me -odí haciendo para ti y que no te vayas con tus chinchurrientos amigotes. ¿Me entendiste, güey”. Después de espetarle a su asustado maridito esa sonora perorata, la muchacha dulcifica la voz y concluye con amoroso acento: “Te digo todo eso, encanto, para que veas lo que te quiero”... El principal problema que afronta ahora el presidente Calderón es el de la seguridad. Tan grande es ya el clamor de la sociedad que nadie lo puede desoír. Todos aquellos que tienen funciones de gobierno deben unir sus fuerzas y coordinar acciones en la lucha contra esta grave lacra que se ha enseñoreado del país. Aquí no caben mezquindades de politiquería. Marcelo Ebrard, por ejemplo, no puede andarse ya con la ñoña sandez de que no reconoce al gobierno establecido. Responsable de la ciudad más grande del país, la que mayormente sufre el embate de la criminalidad, debe colaborar con la Federación en esa lucha, pues asumir una actitud reservona o de mala fe sería criminal. Ojalá en este caso Ebrard oiga la voz de sus gobernados, y no la voz de su amo... La esposa de Usurino, sujeto ruin y cicatero, le propuso con timidez un día: “Viejo: ¿por qué no vamos a comer por ahí?”. “¿Te has vuelto loca? -profiere el avariento con enojo-. ¡Por ahí no se come!”... El padre de Pepito lo llamó junto con su hermano más pequeño, y les mostró a los dos niños un juguete caro. Les dijo: “Es para el que nunca le contesta a mamá, y la obedece en todo, y hace siempre lo que ella dice”. Responde Pepito con enojo: “Está bien, papi. Quédate con el juguete”... Tres limpiadores de ventanas trabajaban en lo más alto de un edificio de 50 pisos. Uno de ellos perdió pisada y se precipitó al vacío. Los otros dos se preguntaron cuál de ellos irá a darle a la esposa del infeliz esa fatal noticia. “Deja que vaya yo -le dijo uno al otro-. Tengo mucho tacto para esta clase de asuntos delicados”. Fue, en efecto, y regresó poco después. Traía un six de cerveza. “¿Por qué traes eso?” -se asombra el compañero. Responde el que había ido a dar la noticia: “Me lo dio la señora de Angelino”. “¡Cómo! -se sorprende aquél-. Le llevas la noticia de que murió su esposo ¿y te da un six de cerveza?”. “La cosa estuvo así -explica el otro-. Llegué y le pregunté: ‘¿Eres la viuda de Angelino?’ Me contestó ella: ‘Soy la esposa de Angelino, no su viuda’. Entonces yo le dije: ‘Te apuesto un six de cerveza a que eres la viuda’”... FIN.