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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES.

CATÓN

Una señora le comentó a su amiga: “En la cama a mi marido le gusta hacerla de perrito”. “¡Mira, qué travieso!” -exclama la amiga, divertida. “No es lo que crees -aclara la señora-. Le gusta hacerla de perrito porque cuando yo tengo ganas él se echa en la cama panza arriba y se hace el muertito”... El hijo de Babalucas, preocupado, les contó a sus papás que una muchacha le había dicho que iba a tener un hijo de él. “Ten cuidado -le aconsejó la madre-. A lo mejor la criatura no es tuya”. Días después la hija de Babalucas les contó a sus papás, muy preocupada, que iba a tener un hijo de su novio. “Ten cuidado -le aconsejó Babalucas-. A lo mejor la criatura no es tuya”... Vivimos tiempos muy difíciles. La frase que acabo de poner, si bien no es para inscribirse en bronce eterno o mármol duradero, posee calidad intemporal. Igual pudo decirla el hombre de Cromagnon que el que ayudó a erigir la espléndida maravilla inútil de las pirámides de Egipto; o el ateniense contemporáneo de Pericles; o el legionario romano; o el monje del medioevo; o el príncipe del Renacimiento; o el filósofo de la Ilustración; o el obrero de la Revolución Industrial; o el esritor del siglo diecinueve; o el historiador de las guerras que abarcaron toda la centuria con que acabó el segundo milenio; hasta llegar a los hombres y mujeres de este tiempo que no sabe a dónde va, como tampoco lo supieron los tiempos todos que en el tiempo han sido. Todas esas mujeres y hombres, vale decir todos nosotros, pudimos haber pronunciado aquella frase: “Vivimos tiempos muy difíciles”, y de hecho a cada paso la decimos. Yo tengo la sospecha, sin embargo, de que en los asuntos humanos todo tiempo pasado fue igual. Ha habido algunos tiempos más calamitosos que otros, ciertamente, pero todos han estado cargados de futuro, como el poeta dijo. Yo añado: y cargados de esperanza. Por ejemplo, el desorden político en que vivimos hoy los mexicanos es el puerperio de la recién parida democracia; los crímenes y violencias que ensombrecen la vida cotidiana son el efecto de vivir en un país donde la ley ha sido letra muerta, y donde la corrupción se hizo segunda naturaleza de la vida pública. Vivimos tiempos difíciles, es cierto. Y sin embargo hemos visto otros vientos y otras tempestades, y aquí estamos, si no danzando de alegría sí al menos con el optimismo que surge de ver que pese a todo seguimos trabajando en la tarea de hacer de esta hermosa casa que se llama México una morada más digna y amorosa para todos sus hijos. Y ya no digo más, porque la última frase me hizo recordar aquellos concursos de oratoria en que alguna vez -pecado de juventud- participé. (Y, lo peor de todo, ganando algunos de ellos. Mea culpa)... En el bar un tipo le dice con tristeza al cantinero: “Aún recuerdo el día en que intenté cambiar las mujeres por la botella. ¡Qué error tan grande cometí!”. “¿Por qué?” -pregunta el barman. Responde el individuo. “El cuello de la botella es muy estrecho, y no puede entrar aquello que te platiqué”... Una señora fue con el padre Arsilio y le dijo que tenía un problema grande. Se iba a casar por cuarta vez, y todavía era virgen. ¿Cómo iba a explicarle eso a su nuevo marido? “Pero, hija -se asombra el buen sacerdote-. Si has estado casada ya tres veces ¿cómo puedes seguir siendo una virgen?”. “Padre -explica la mujer-. La primera vez me casé con un sicólogo. Lo único que hacía era hablar del asunto. Mi segundo marido era ginecólogo. Lo único que hacía era mirarlo. La tercera vez me casé con un político: puras promesas, y nada efectivo. Pero esta vez, padre, mi marido se va a dar cuenta de que soy virgen. ¡Es abogado, y él sí que me va a follar!”... FIN.

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