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Crónica de Viaje / LOS GIGANTES DE PIEDRA, EN TULA

Los gigantescos Atlantes de piedra, en el templo de la Estrella Matutina, en Tula, Hidalgo.

Los gigantescos Atlantes de piedra, en el templo de la Estrella Matutina, en Tula, Hidalgo.

Ricardo Rubín

Cada 21 de marzo, cientos de personas vestidas con túnicas blancas acuden a la ciudad prehispánica de Tula, para acostarse a la sombra de los gigantes de piedra que hay allí y que se llaman Atlantes.

Afirman que, al estar acostados frente a esas enormes figuras de piedra de 4.60 metros de altura, reciben la energía y un estado envidiable de salud, además del calor de un sol vivificante que revitaliza.

Los Atlantes o gigantes de piedra representan a los dioses y reyes de la vieja civilización tolteca, todos descendientes del rey más grande de los antiguos mexicanos: Quetzalcóatl.

Tula, en el Estado de Hidalgo, es un pueblo pintoresco y lleno de atractivos que está a sólo hora y media por carretera de la Ciudad de México. Para llegar allí se sigue la carretera a Querétaro, y más adelante hay una desviación que conduce a dicha ciudad.

Los Atlantes o gigantes de piedra están en lo alto de un conjunto de palacios y adoratorios de un pueblo desaparecido, y en cuyo centro ceremonial está el templo de la Estrella Matutina, donde están las grandes esculturas. Se trata de gigantescas figuras de basalto que antaño sostuvieron el techo de madera de un templo y que son considerados como la aportación más valiosa del arte tolteca.

La gente que acude allí el 21 de marzo, fecha en que se dice desapareció Quetzalcóatl para siempre, se acuesta sobre petates o sobre la dura piedra, mirando a la cara a las esculturas. Permanecen allí durante varios minutos, en los que reciben la energía que se desprende de dichos gigantes. El sol pega duro, y se recomienda llevar anteojos contra el sol y cubrirse la piel con aceites o bronceadores para evitar las quemaduras.

Las personas acostadas allí le piden a Quetzalcóatl, y a los gigantes de piedra, que les den toda la mayor energía que puedan, buena salud y felicidad. Cuando las personas acostadas se levantan, después de diez o quince minutos, otras ocupan su lugar. Este rito se observa todo el 21 de marzo, hasta que el sol de oculta. Entonces, se dice, los Atlantes o gigantes de piedra deben descansar porque están agotados de tanta energía repartida.

En la ciudad arqueológica de Tula hay otros atractivos importantes, como el templo de Coatepantli, uno de cuyos muros, muy bien conservado, muestra unas esculturas de piedra incrustadas en el muro que sorprenden por su perfección. Se trata de serpientes de cascabel, deidades toltecas, caracoles, esqueletos humanos. El muro ocupa la parte norte de una pirámide de 40 metros de largo y más de dos de ancho.

También sorprende la grandeza del llamado Palacio Quemado, nombre que recibió porque fue destruido por un incendio que aparentemente sucedió hacia el ocaso de la cultura tolteca. El Palacio Quemado es un conjunto de tres patios rodeados por columnas, altares y unas banquetas decoradas con procesiones de personajes importantes. Allí se encontraron ofrendas de conchas marinas y turquesa, así como un Chac-Mool, que se exhibe en un museo cercano.

Allí mismo, en Tula, está el Museo de Sitio Jorge R. Acosta, nombre del arqueólogo descubridor e impulsor de Tula.

Desde el alto templo donde están los Atlantes, se domina bien la pequeña ciudad de Tula, y en el camino abundan los vendedores que ofrecen al visitante pequeñas figuras de barro con los Atlantes en miniatura, que sirven de recuerdo, regalo, o pisapapeles.

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