Columnas la Laguna

IBERO TRANSFORMA

NOTABLE INVENCIÓN

CLAUDIA GUERRERO S.

Una de las innovaciones tecnológicas de la Revolución Industrial que incrementó la productividad en la industria del vestir fue la máquina de coser; a mediados del siglo XVIII, cuando la costura se hacía a mano a razón de 24 a 35 puntadas por minuto, aparecieron distintas propuestas de mecanismos: la del francés Barthélemy Thimounier (1793-1859) propuso una aguja que traspasa la tela, un hilo y en el regreso punto de cadena; la del americano Elías Howe (1819-1867) planteó el uso de dos hilos, aguja con ojo y el enlazador para detener el regreso del hilo; y la de la Compañía Wheeler & Wilson -fundada en 1853 y adquirida en 1905 por Singer Corporation- incorporó un enlazador circular; estas máquinas incrementaron la velocidad de costura hasta 600 puntadas por minuto y a 2000 si eran accionadas por vapor.

Las regalías por la patente -de acuerdo a lo que publicó la revista francesa "Museé littéraire" en su artículo sobre El Nuevo Mundo- le reportaron a Elías Howe 13 dólares por máquina vendida, recibió 142,926 dólares por la venta de 95,658 máquinas en el lapso de siete años transcurridos de 1853 a 1859. Wheeler y Wilson recibían alrededor de un millón anual de beneficios y el inventor de la máquina Singer al morir dejó una fortuna de quince millones de dólares.

Los obreros que las maniobraron también mejoraron sus ingresos, los incrementaron de uno o dos dólares, a tres y hasta 10 dólares por semana, empleando dos terceras partes menos de horas de trabajo por día; de dedicar 14 horas y 26 minutos para hacer una camisa a mano, con el uso de la máquina de coser la tenían lista en una hora y 16 minutos; en el caso de un vestido, el tiempo disminuía de 10 horas con 22 minutos a una hora con 13 minutos.

Ante el interés de las mujeres, las máquinas de coser se convierten en la gran máquina de familia, la primera de uso doméstico, y aparecieron estrategias de mercado que incluyeron formas de crédito y campañas de publicidad en prensa para que muchas personas pudieran adquirirlas.

El calendario de las damas para los Estados de México en 1865 tiene como portada el premio que obtuvieron Wheeler y Wilson por su máquina de coser de punta trabada en París, Londres y Prusia en 1861, 1862 y 1863, respectivamente; este almanaque acomoda los días en forma horizontal y cada mes muestra la imagen de cada uno de los modelos que fabricaban -desde las sencillas, bronceadas, plateadas, con escaparate medio o completo, de nogal o caoba, cuyo rango de precios era de 70 a 250 pesos y que podían ribetear, bordar, plegar, hacer alforzas, poner cintas, cordones o pespuntes-, enmarcadas con frases cómo las siguientes: "Niña que cose encuentra novio", "A la aguja y al rezo que es un contento", "Quién con máquina cose anda presto y no tose", "A Dios rogando y con la aguja dando" y "La que máquina tiene gana y se entretiene".

Formaron parte del mobiliario y de la arquitectura de las casas y hasta mediados del siglo XX fueron negras y de hierro fundido; en los sesenta se volvieron blancas, de plástico, ligeras y portátiles. Fue un invento que aligeró trabajo, ahorró tiempo y nos vistió.

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