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Hormonas juveniles hacen rentable al cine

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EFE

LOS ÁNGELES, EU.- Las hormonas vuelven a ser rentables gracias al éxito internacional de Superbad (estrenada en México como Super Cool), la película de Greg Mottola en la que se ensalza la figura del perdedor desde la adolescencia, algo que acuñó Animal House y que ha dado sagas tan rentables como Porky’s y American Pie.

Superbad es el último triunfo de un subgénero denostado por la crítica pero cuyos clásicos de finales de los años setenta y, sobre todo, la década de los ochenta, son objeto de reivindicación en los últimos años.

El humor escatológico centrado, fundamentalmente, en lo sexual no pierde vigencia, y en esta cinta protagonizada por Michael Cera, Jonah Hill y Christopher Mintz-Plasse, se concentra en una sola noche: la de la fiesta de despedida del instituto donde se atreverán a hacer lo que no hicieron durante sus años de bachillerato. Con el paso del tiempo, el cine de adolescentes con problemas de continencia sexual ha conseguido, al menos, que sus actores se acerquen a la edad exigida por el guión, algo que convierte en todavía más hilarante la que está considerada como la pionera del género: Animal House (1978).

Dirigida por John Landis y escrita por el futuro director de comedias laureadas como Analyze This, Harold Ramis, la protagonizaban un actor de 29 años, John Belushi -que falleció tres años después-, y otro de 31, Tim Matheson, que sería un especialista de este tipo de filmes con otros títulos como Up the Creek.

Animal House, en la que la hermandad Casa Delta revolucionaba una universidad conservadora americana, tomaba el testigo de un cine que, ese mismo año, tuvo un ejemplar mucho más empalagoso aunque también exitoso con Grease (Vaselina), que marcó el fin de la inocencia en el cine de adolescentes.

Así, la década de los ochenta estuvo marcada por, entre otras cosas, la producción en masa de películas como Porky’s (1982), de Bob Clark, -que tendría dos secuelas- y, en consecuencia, la vulgarización de un género que ya de por sí nunca buscó la sofisticación.

Al éxito de la película, cuyo título se refería a un burdel en el que un grupo de estudiantes de los años cincuenta intenta entrar a toda costa, siguieron los estrenos de Fast Times at Ridgemont High (1982) o Revenge of the Nerds (1984).

La primera de ellas es destacable no por su calidad, sino por la cantera que supuso para el cine norteamericano con un reparto formado por Sean Penn, Jennifer Jason Leigh o Forest Withaker, y fue escrita -a partir de un estudio sociológico realizado por él mismo- por Cameron Crowe, futuro director de Almost Famous, por la que ganaría un Oscar.

La saturación en el mercado acabó sepultando el cine adolescente, y sólo el cine independiente, con Kevin Smith a la cabeza, rescató algunas de sus claves como uno de los iconos del colectivo “friki”, para cintas como Mallrats (1995), pero a finales de los noventa se alumbró una nueva época dorada.

Ésta -en la que todavía se puede enmarcar Superbad- fue inaugurada por American Pie (1999), de Paul Weitz, y en la que Mena Suvari, Jason Biggs, Chris Klein y Seann William Scott, alumnos del mismo instituto, aprendían a practicar el coito con pastel americano.

Desde entonces, títulos como Dude, Where’s my Car? y Road Trip, ambas del año 2000, han resucitado -al menos en la taquilla- un género al que también se han adscrito otras películas como The New Guy (2002), que en España tuvo el esclarecedor título de Los Feos También Mojan.

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