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Crónica de Viaje / Oktoberfest: Fiesta de cerveza y desenfreno

Ricardo Rubín

Cada año, a finales de septiembre y hasta mediados de octubre, en Munich se celebra una de las fiestas más alegres y desenfrenadas que hay en Alemania: el Oktoberfest.

Los mismos alemanes dicen que más que una fiesta es una prueba de supervivencia, porque se toma más cerveza que nunca y se comen grandes cantidades de salchichas y embutidos de toda clase.

Llegamos a Munich cuando la fiesta había comenzado y como teníamos reservación en el Domicil Hotel Munich West, pudimos disfrutar con toda comodidad de dos días extraordinarios y no como muchos turistas que dormían en plazas y jardines porque todo estaba lleno.

Nuestro hotel, en la calle Lochhauser, estaba cerca de una de las grandes barracas levantada por la cervecería Lowenbrau, para más de dos mil personas, todas tomando grandes tarros de cerveza, comiendo a mandíbula batiente, cantando y, al final de la tarde, dirigiéndose con paso incierto a sus casas, para empezar de nuevo al día siguiente.

Las grandes barracas donde se venden miles de litros de cerveza y toneladas de comida se levantan en una enorme extensión de terreno llamado Theresienwiese, tan grande, que permite además la instalación de una feria.

Esta fiesta, quizá la más popular y conocida de Alemania, nació en 1810, en ocasión de la boda del príncipe heredero Luis de Baviera y la princesa Teresa de Sajonia..

De hecho, 38 años más tarde, aquel joven príncipe convertido en Luis I tuvo que abdicar al trono por los escándalos que suscitó por sus amores con la actriz española Lola Montes.

Para la celebración de esta fiesta, los productores de cerveza de Alemania preparan los barracones llamados Octoberwiesen, y formulan el programa de festejos con una gran variedad de atractivos.

En los barracones se ponen mesas de más de 50 metros de largo, y se contrata a un ejército de hombres y mujeres a quienes se entrena para que puedan llevar en un solo viaje, en ambas manos, hasta veinte grandes tarros de cerveza de casi un litro de capacidad cada uno.

La competencia para mantener llenos esos enormes barracones es fuerte, y hay gritones apostados en las puertas de cada uno que atraen a los turistas diciéndoles ?Pasen, señores, pasen?, invitándolos a entrar

El aperitivo más común en Alemania es un jarro de cerveza y una rodaja de embutido, entre los que destaca uno hecho en el campo a base de hÍgado y pedazos de tocino. Otra delicia son las tres distintas clases de pasta: una de ternera, otra de cerdo, y la última de pato. Y de postres, los típicos y muy alemanes pastel de manzana con salsa inglesa y nieve, el pastel de queso o de durazno, y el puding de chocolate.

Los platos que se sirven van acompañados de papas cocidas, y son a base de sangre de cerdo, lengua o salami. Pero lo que más se consume son las famosas salchichas blancas de Frankfurt, acompañadas de mostaza, y el tradicional pastel de hígado nativo de Munich.

Oktoberfest es una fiesta de liberación y alegría, pues en las largas mesas se sienta gente que, sin conocerse, son grandes amigos veinte minutos después. Mucha de esta cordialidad se debe a la cerveza que se toma, y a la costumbre muy alemana de enlazar los brazos con los vecinos y bambolearse de un lado a otro mientras se canta a gritos. La alegría es contagiosa y poco después se forman cadenas de personas que bailan. Las orquestas, en altos tapancos, se alternan en sus alegres interpretaciones.

Para los muniqueses, o nativos de Munich, (Munchen en alemán), su ciudad es el centro del universo, y hay mucho que ver: museos, castillos, viejas iglesias, las construcciones olímpicas de 1972, y Dachau, al norte de la ciudad, el primer campo de concentración alemán que construyó Hitler.

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