La Comisión Disciplinaria castigó con tres partidos a Kléber Boas por su agresión a Federico Lussenhoff en el primer partido de semifinales, pero este tipo de actitudes deberían sancionarse ejemplarmente por parte del mismo equipo de las Águilas.
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Porque el futbol es fuerte, exigente, pero nunca debe ser mal intencionado, como lo mostró el brasileño, que pudo haberle causado serios problemas de salud al zaguero argentino, dada la parte tan sensible en la humanidad del jugador que lesionó.
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También grave resultó que ni el silbante de ese encuentro ni sus abanderados se enteraran de la acción del amazónico, hasta que los directivos del Cruz Azul mostraron las pruebas contundentes que condenaban al goleador de las Águilas.
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Si eso le hubiera ocurrido a un jugador de otro equipo, de esos que no protestan ni levantan la voz, seguramente el incidente hubiera quedado sin castigo, pero el Cruz Azul intervino y les da una lección a los demás equipos para que no se queden callados ante las injusticias.
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Kléber se ha perdido esta final, aunque ya se movían los hilos para aminorarle el castigo, lo que sería un mal precedente dado el tipo de lesión que causó. Es pues necesario mostrar mano enérgica, tanto de los directivos del futbol como de los equipos, en este tipo de actos.
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Y es que el futbol que vemos con toda nuestra familia, es no sólo una distracción sino también una enseñanza para los menores. Con acciones como las de Kléber Boas, se estará mostrando la parte negativa de un espectáculo que debe ser apto para todos.