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Más Allá de las Palabras / JOSÉ LUIS SÁNCHEZ DEL RÍO

Jacobo Zarzar Gidi

(Héroe, soldado y mártir a los 14 años)

José Luis Sánchez del Río nació el 28 de marzo de 1913 en Sahuayo de Díaz, un pueblito del Estado de Michoacán muy cercano a Cotija. Era el tercero de cuatro hermanos. Su familia, descendiente de españoles, era gente de dinero. Siempre ayudaba a los pobres y necesitados con lo que podía. Le gustaban los caballos y sabía montarlos como pocos. Fue siempre muy amiguero y se llevaba bien con todos. Nunca se aprovechó de su altura ni de su fuerza para dominar a sus compañeros. Era un chico sano y de carácter agradable, inquieto y travieso, amable y sencillo, muy obediente y cariñoso con sus padres; pero sobre todo, muy fervoroso, frecuentaba los sacramentos y rezaba el rosario todos los días.

Cuando tenía 13 años estalló la persecución más sangrienta y cruel que ha conocido México, la así llamada ?guerra cristera?, semejante por su dureza a las de los primeros siglos del cristianismo. Pero fueron también los años donde se escribieron las páginas de mayor heroísmo y nobleza de la historia de su país. Fueron tiempos duros, para cristianos valientes de corazón entero. Muchos obispos fueron expulsados de sus diócesis. Numerosos sacerdotes fueron perseguidos y asesinados bárbaramente, se cerraron los seminarios, las iglesias se usaron como caballerizas o cárceles, quemaron las imágenes sagradas, profanaron los sagrarios. El odio del gobierno contra Cristo y su iglesia no se detuvo ante nadie, ni siquiera ante los más jóvenes ni las mujeres.

Por las calles se veían decenas de cristeros ahorcados en los postes a lo largo del camino, y la plaza del pueblo se convirtió por entonces en escenario frecuente de crueles fusilamientos.

El pueblo católico mexicano no tuvo más remedio que levantarse en armas para defender aquello que más amaba: su fe en Cristo y los derechos de su iglesia. Rápidamente, al grito de ?¡Cristo Rey!?, y ?¡Viva la Virgen de Guadalupe!?, provenientes de todas las clases sociales, de las grandes ciudades y de las rancherías más remotas, se juntó un ejército de soldados de Cristo, los cristeros.

Los obispos, en una carta pastoral del 12 de septiembre de 1926, exhortaban a todos los católicos mexicanos:?imitad la constancia de los primeros cristianos... que murieron y lograron que su sangre fuese semilla de nuevos cristianos?. Asimismo, el Papa Pío XI al contemplar el movimiento cristero no pudo menos que exclamar: ?¡oh, espectáculo hermosísimo dado al mundo, a los ángeles y a los hombres! ¡Oh, gesta que debe ser celebrada con alabanza eterna! Son muchos los jóvenes que han sido encarcelados, llevados por las calles rodeados de soldados, encerrados en cárceles inmundas, tratados duramente, llenos de penas y de culpas. Más aún, venerables hermanos, entre aquellos adolescentes y jóvenes hay algunos ?y no puedo contener las lágrimas al recordarlos- que llevando en las manos el rosario y aclamando a Cristo Rey, sufrieron espontáneamente la muerte?. Y José Luis fue uno de estos soldados que no temieron dar su vida para ganar el cielo.

A los pocos meses de alistarse, después de muchas dificultades para lograr que lo aceptasen debido a su corta edad, hubo un encontronazo muy fuerte con las tropas federales. En la ?batalla de Cotija? el caballo del general cristero fue derribado y José Luis, sin pensarlo dos veces, se bajó de su montura y le insistió al general que subiera a su caballo para que pudiese escapar. ?Mi general ?replicó José Luis-, tome usted mi caballo y sálvese, usted es más necesario y hace más falta a la causa que yo?. Con estas palabras había sentenciado su pena de muerte. Él sabía que seguramente lo matarían, pues la consigna del gobierno era acabar con todo cristero que atrapasen. José Luis, fusil en mano, plantó cara al enemigo cubriendo las espaldas a su general, hasta que se le acabaron las balas. ?Aquí estoy ?dijo a los que le apresaron- porque se me han acabado las balas, pero no me rindo?.

Comenzaron para José Luis cuatro largos días de agonía antes de su última y más difícil batalla: la del cielo. Torturas, interrogatorios, palizas, noches sin dormir, sin comer, intentos de soborno para obligarle a traicionar su fe... Nada. Como respuesta, él rezaba con más intensidad y a cada golpe o pregunta de sus verdugos él respondía:?primero muerto, antes que traicionar a Cristo y a mi patria?. A ejemplo de su Maestro durante la Pasión, José Luis se mantuvo firme y fiel a Cristo y a su conciencia.

Llegó el diez de febrero de 1928, el día de su entrada en la eternidad. No hubo ningún juicio ni tampoco le dieron oportunidad de defenderse. Lo sacaron maniatado. Eran cerca de las once de la noche. Sus verdugos escogieron esa hora, después del toque de queda, porque no querían que nadie se enterase de lo que iban a hacer al muchacho. Con un cuchillo le rebanaron lentamente la planta de los pies y le obligaron a caminar descalzo sobre sal; después lo condujeron por un camino de piedras en dirección al cementerio.

En el trayecto, los soldados, con la intención de hacerlo renegar de su fe, lo llevaban a golpes y empujones y, como un toro de lidia, con pequeños cuchillos puntiagudos le daban puñaladas por el cuerpo. A cada puñalada, José Luis gritaba con más fuerza: ?¡viva Cristo Rey; viva la Virgen de Guadalupe!?. Las piedras del camino se tiñeron de sangre. La gente desde sus casas escuchaba los gritos y lloraba al ver lo que le hacían. Algunos le siguieron y presenciaron todo esto. Querían matarlo a cuchilladas para no hacer ruido con los disparos, pero al ver que no dejaba de gritar alabanzas a Cristo Rey, uno de los soldados le propinó un golpe tan fuerte con la culata del rifle que le rompió la mandíbula.

Llegados al lugar del ?calvario?, el cementerio, le obligaron, con las pocas fuerzas que le quedaban, a cavar su propia tumba. Después, dado que no podían hacerle renegar sino que, por el contrario, seguía proclamando su fe en Cristo, el jefe de la guardia, desesperado, se acercó a José Luis, sacó su pistola y cobardemente le disparó a boca de jarro en la cabeza. Sus últimas palabras fueron: ?¡viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!?. Su cuerpo, bañado en sangre, cayó al suelo. Le echaron encima unas cuantas paladas de tierra y se fueron. Un papel con su nombre dentro de una botella, al lado de su cuerpo, dejó constancia de que en ese lugar yacía un héroe de la patria, un soldado de Cristo y un mártir de la iglesia de tan sólo 14 años.

El 20 de noviembre de este año 2005, José Luis Sánchez del Río será beatificado en la ciudad de Guadalajara, Jal.

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