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Un juego memorable

La peña beisbolera

JUAN ANTONIO GARCÍA VILLA

El gran cronista e historiador del beisbol mexicano Tomás Morales, fallecido en febrero de 2018, quien durante muchos años publicó su muy leída columna “Tommy al bat”, escribió un libro que tituló Los Grandes Equipos. En ese volumen hace la reseña de los que él consideraba habían sido los juegos más emotivos o sensacionales de todos los tiempos del beisbol mexicano, hasta 1970.

Uno de esos juegos incluidos en el libro corresponde al efectuado en el añorado Parque del Seguro Social entre los Diablos Rojos del México y los Tigres capitalinos el martes 31 de julio de 1956. A pesar de que el llamado equipo de bengala estaba apenas en la segunda campaña anual de su historia, ya se había establecido sin embargo una tremenda rivalidad ente ambas escuadras y sus respectivas porras.

Pues bien, el héroe de ese día, o por mejor decir de esa noche, y además por partida doble, fue el lagunero Felipe “Burro” Hernández, originario de Tlahualilo, Dgo. Se trató de un electrizante choque de pelota que se fue a 14 entradas y tuvo un espectacular, dramático desenlace. Por cierto, la duración de este juego fue de apenas 2 horas 54 minutos, a pesar de sus cinco extrainnings.

Los pilotos de ambos conjuntos eran dos colosos de la estrategia. Del Diablos Rojos el cubano Lázaro Salazar. Y por el lado de los Tigres el italo-americano Chuck Genovese, que ya el año anterior los había hecho campeones, precisamente el año del debut del llamado equipo felino en la Liga Mexicana.

Ese día comenzaron lanzando Lino Donoso por los Tigres y Bob Trice por los Diablos. Ambos habían sido pitchers en las Grandes Ligas, Donoso con Piratas y Trice con los Atléticos. En ese juego cada uno colgó siete ceros ante el entusiasmo de los aficionados que llenaban el parque. 

Al abrir la octava entrada los Tigres hicieron la carrera de la quiniela. Y otra más en la apertura de la novena, de tal manera que al llegar al cierre de ésta los Diablos Rojos se encontraban abajo en la pizarra 2 carreras a 0. En su última oportunidad los pingos hicieron una carrera y luego, casi de manera milagrosa, con sólido hit al jardín derecho bateado por “El Burro” Hernández, éste impulsó a home la carrera del empate a 2, ante el delirio de la fanaticada roja.

El juego se fue entonces a extrainnings y llegó hasta el episodio número 14. Al cierre de éste, con Alonso Perry embasado en la tercera colchoneta, un out en la pizarra y “El Burro” Hernández al bat, Lázaro Salazar le ordenó realizar la llamada jugada suicida. Ésta consiste en tocar la bola al tiempo en que el corredor de tercera se lanza a toda velocidad hacia el home, jugada (conocida como squeeze play) que el lagunero ejecutó a la perfección pues Perry llegó al plato con la carrera que hizo ganar a los Diablos 3-2 y dejó tendidos a los Tigres en el terreno.

Ese juego memorable fue hace 65 años. Pasemos ahora a otro punto: En un par de ocasiones Tommy Morales me preguntó si yo recordaba –porque él ya lo había olvidado-- cómo era el chiflido que “El Burro” Hernández acostumbraba silbar para levantar el ánimo de sus compañeros del cuadro. Comentaba Tommy que era una tonadilla no sólo original sino muy alegre y motivadora.

Le dije que lamentablemente, a pesar de ser yo lagunero, nunca vi jugar a Felipe Hernández. Luego, hace ya varios años, pedí al Profr.. José Luis Tovar, gran conocedor e historiador del beisbol de su tierra, Tlahualilo, investigara entre los viejos aficionados locales si alguno recuerda ese silbido de su paisano y lo grabara. Hasta ahora ello no ha sido posible y lo más probable es que jamás lo sea.

Lo cual significa que se habrá perdido para siempre el silbido de Felipe “Burro” Hernández, pelotero lagunero que debería estar en el Salón de la Fama.

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