Doña Yolanda Attolini de Estrada cuenta su peculiar historia, que destaca por la crianza de sus 15 hijos.
EL SIGLO DE TORREÓN
Una dama muy amorosa con su familia que la conforman 15 hijos y 30 nietos. De carácter alegre, sociable, extrovertida y sobretodo, jovial. Así es la personalidad que distingue a doña Yolanda Attolini de Estrada, apreciada en la Comarca Lagunera, con residencia desde hace muchos años en la colonia Las Rosas de Gómez Palacio.
Originaria de la Ciudad de México y casada con el doctor Francisco Estrada Viesca (ahora finado), tuvo la dicha de formar una extensa familia luego de 13 partos, entre los que hubo dos pares de cuates. Como dato curioso, cada uno de los nacimientos se dieron con un año y medio de diferencia.
Sobre su numerosa familia, llena de orgullo la señora Yoli -como le llaman de cariño- habla de lo mucho que la tienen consentida sus hijos Olga y Yolanda, Francisco, María Elena, José Alfredo, Marcela, Jorge, Alejandro, Gerardo, Laura, Graciela, Claudia, Martín y Cecilia y Guillermo.
No obstante que los integrantes del hogar Estrada Atollini eran bastantes, cada uno de ellos contó con una atención personalizada de parte de sus padres, quienes les dieron a todos carrera profesional.
Un hecho curioso que tiene para contar esta familia, es que en dos ocasiones diferentes a un chiquitín -por cierto algo travieso- lo dejaron olvidado en un supermercado de Gómez Palacio y a otro más en San Pedro de las Colonias. Afortunadamente, al hacer su inventario se dieron cuenta de la ausencia de ambos.
Igual de peculiar en esta familia, es la anécdota de las “salidas” de doña Yoli con todos sus hijos pequeños, ya que los cargaba a todos en su vagoneta y parecía que conducía un trasporte escolar.
A medida que los niños Estrada Attolini iban creciendo, aumentaba la concurrencia en su casa debido a sus amistades, quienes como conocían el ambiente que prevalecía en esta familia se incorporaban a ella, sobre todo en las fiestas de Navidad y Año Nuevo.
No bastó con tener tantos hijos, el matrimonio Estrada acogía con amor a los amigos de sus hijos, como a los Boehringer, Cornú, López Borrego, Borbolla Vázquez, Salinas, Treviño y Villegas Attolini, entre otros más.
Para que las tareas domésticas fueran menos pesadas en este hogar, contaban con la ayuda de varias nanas como lo fue la señora Chelo, a quien se le recuerda por su trabajo de lavar cada semana la ropa de 15 niños.
En la actualidad...
Los años no han cambiado el carácter de la señora Yoli, quien sigue llevando en su rostro esa sonrisa que la caracteriza; hasta hace diez años ella se ponía patines para jugar con sus nietos.
Su mayor alegría es reunir los sábados a sus hijos que viven aquí, así como a los nietos y ahora a los amigos de ellos.
En ocasión al 80 aniversario de vida de doña Yolanda de Estrada, celebrado el mes pasado, se reunieron once de sus hijos, tres de ellos vinieron de fuera: Martín, Gerardo y Graciela acompañados de sus respectivas esposos.
Ese día se le ofreció una comida en el jardín de su residencia ubicada en la colonia Las Rosas, un trío de músicos amenizó el festín en el que se ofreció un exquisito menú que acompañaron con finos vinos y todos los nietos se juntaron para cantarle Las Mañanitas.
Antes de dormir, bendice a cada uno de sus hijos. Tal vez se tarde un poco, pero es ya una costumbre encomendárselos a Dios. Doña Yoli es una dama que vive feliz en su querido Gómez Palacio, ciudad en la que a pesar de que no nació es su patria principal.
Una familia de abolengo
Los señores Francisco Estrada Viesca y Yolanda Attolini de Estrada se conocieron en la Ciudad de México, de donde son originarios, allá se casaron y tuvieron a nueve de sus hijos.
Debido al cariño que le tenía la señora Yoli a estas tierras laguneras, porque su bisabuelo fue don Andrés Eppen Vonashenbürn -uno de los fundadores de Torreón-, decidieron venirse para acá.
En un principio vivieron en Torreón y después se cambiaron a Gómez Palacio, donde han radicado la mayor parte de su vida.
Siempre fueron un matrimonio muy unido, al grado que parecían recién casados. En cuanta oportunidad tenían de viajar, lo hacían. Fueron un ejemplo de amor en pareja y ahora, ese importante sentimiento se los brinda a sus hijos, nietos y amigos.