El País
Madrid, España.- Aunque ya hace tiempo que dejaron de comer niños, los ogros siguen siendo insaciables. Shrek ha vuelto. El verde “monstruo” que salió de su ciénaga para conquistar el cine de animación no ha tenido bastante y se quiere comer el mundo.
No contento con asestar el primer golpe a la factoría de los sueños, la que parecía eterna Disney, Shrek quiere dar el golpe definitivo. Tras él, bien pertrechados, Steven Spielberg y su socio en DreamWorks, Jeffrey Katzenberg, quieren seguir con el cuento. El anticuento, más bien. ¿O es que tal vez Shrek ya no es el mismo?
Recapitulemos: en 2001, después del éxito en el campo de la animación digital de HormigaZ, DreamWorks acierta con el tono desmitificador y encuentra un personaje capaz de concitar las ilusiones de los más pequeños (un ser que se tira gases, eructa y hace travesuras) con la incorrección que los adolescentes y los adultos necesitan para engancharse a la animación.
Y la escuela de Los Simpson tiene en Shrek a un alumno avanzado. Más de 455 millones de dólares recaudados en el mundo (el presupuesto fue de 60) y tres millones largos de espectadores en nuestro país lo demostraban: el mundo pensaba en verde. Y eso que todavía no sucedió lo que tenía que pasar. Shrek se llevó el primer Oscar de la historia para un largometraje de animación, categoría nueva, en marzo de 2002. No es que el mundo pensase en verde, es que el mundo empezaba a ser verde.
El ogro de Katzenberg se paseaba sobre los (espléndidos también, eso sí) Monstruos S.A., de Disney. ¿Bailará esta vez Shrek sobre la tumba del tío Walt? Pues si Pixar no lo remedia, la crisis de Disney (que cerró su factoría de animación tradicional y ha despedido a miles de trabajadores) es irreversible.
En aquella exitosa primera parte habíamos dejado a Shrek en el día de su feliz boda con la princesa Fiona, que se convirtió en una ogro por amor. Shrek 2 comienza en la luna de miel de los dos tortolitos, con una pasión desbordante que ríanse ustedes (que se reirán) del beso playero de Burt Lancaster y Deborah Kerr en De Aquí a la Eternidad. Pero como la felicidad nunca es eterna (menos en los cuentos), la pareja recibe la llamada de los padres de la novia, los Reyes de Muy Muy Lejos (Far Far Away en inglés), o sea, los suegros de Shrek, para bendecir al nuevo matrimonio de ogros; algo que sus majestades y todos los súbditos del reino desconocen por completo.
La pareja (el canadiense Myke Myers y Cameron Díaz en las voces originales), junto a su inseparable asno (Eddie Murphy, con perdón), emprenderán un larguísimo viaje lleno de nervios. La llegada a Muy Muy Lejos, una especie de Hollywood medieval (algunos ven en ello un paso atrás en la incorrección política, cuando puede ser un nueva forma de reírse de sí mismos desde el sistema) supone el inicio de las complicaciones para nuestro ¿héroe?
Pese a la comprensiva actitud de la reina Lilian (Julie Andrews), el rey Harold (John Cleese) difícilmente va a aceptar que su hija se haya casado con un ser como éste, verde, inmenso, que se bebe a cucharadas el agua con limón para lavarse las manos después de comer marisco. Es entonces cuando entran en acción los nuevos personajes de esta secuela en la que la animación digital alcanza niveles de perfección increíbles. Como en todos los cuentos, incluido este, hay un Hada Madrina.
Pero resulta que esta especie de bruja buena (con un lado muy oscuro, interpretado por la actriz norteamericana de televisión Jennifer Saunders), no sólo se ha convertido en la dueña del lucrosísimo monopolio de pócimas y magia negra del reino, sino que además es la mamá del despechado Príncipe Azul (la voz de Rupert Everett), personaje que recorrió en su día desiertos y montañas para liberar a la princesa Fiona de la torre en la que estaba confinada antes de conocer a Shrek.
El tipo es un guaperas chulo de playa (se echa de menos al pobre Lord Farquaad de la primera aventura) que ve cómo su Reino puede ser para el ser con las orejas más absurdas del mundo. Pero no se van a acabar aquí los enemigos de Shrek. Su Majestad, preso de la ira, contrata a un siniestro personaje que sobrevive en los más divertidos bajos fondos del reino para que acabe con los problemas.
Posadas de mala muerte y las compañías más siniestras de todo Halloween son el escondrijo de El Gato con Botas, un asesino a sueldo inspirado en El Zorro que interpreta con todo el gracejo latino posible nuestro Antonio Banderas.
La estrella española afincada en EU es la voz del minino espadachín tanto en la versión original como en el doblaje en español, en el que vuelven a ser Cruz y Raya los principales dobladores (Juan Antonio Sánchez es Shrek y José Sánchez Mota es el asno, también con perdón; pero además Michael Robinson tiene una divertida intervención).
Banderas se come a otros personajes con más peso como el asno o la princesa, y se convierte en la novedad más celebrada de la película, un personaje de ida y vuelta que acaba siendo esencial para que Shrek no destiña nunca.Shrek tendrá que enfrentarse también a sí mismo para saber si puede acostumbrarse a la nueva vida que ha elegido junto a la princesa.
Para ello, prefiere tirar por la tangente y enredarlo todo mucho más con una poción mágica que ofrece la felicidad eterna a todo aquel que la beba. Si es que sus peligrosos adversarios y los talentosos realizadores de esta trepidante comedia llena de guiños a clásicos populares del cine y de la música, lo permiten.
Con permiso del alma máter de la animación de DreamWorks, el cerebrito Jeffrey Katzenberg, y de los clásicos musicales (David Bowie, Nick Cave y Tom Waits junto a un nuevo tema original de Counting Crows), el realizador Andrew Adamson (que repite), y un peldaño por debajo, Kelly Asbury y Conrad Vernon, son los desconocidos en-cargados de que el cuento que se reía de todos los demás cuentos siga haciendo las delicias de grandes y mayores, haciendo que las cosas vuelvan a ponerse en su sitio cuando parece que todo puede acabar siendo La Vida Loca. Y colorín colorado, este cuento no ha hecho más que comenzar.
