¿Qué es lo que en verdad pasa por nuestra mente cuando conocemos a alguien por primera vez? ¿Qué notamos? ¿En qué pensamos? Por años hemos hablado de la primera impresión desde un punto de vista físico y de lo que proyectamos con nuestra apariencia que por supuesto es importante. Sin embargo, en un primer encuentro, hay algo que puede ser aún más valioso y es la primera impresión psicológica que causamos y que se hace evidente a través de nuestro lenguaje corporal, de cómo interactuamos con los demás pero, sobre todo, de cómo los hacemos sentir. Esto es lo que realza o resta valor a nuestra apariencia física. Es un hecho que a la mayoría nos provoca ansiedad conocer a nuevas personas, porque a todos nos preocupa caer bien y ser aceptados pero, con frecuencia, estamos tan absortos en nosotros mismos, tan preocupados por causar una buena primera impresión, que nos equivocamos. ¿Te ha pasado? Platicas con alguien y escuchas con atención todos sus proyectos, sus ideas y sus viajes mientras le haces comentarios de admiración pero él nunca parece interesarse en ti o en lo que tú haces. Con seguridad, esa persona se va a ir encantada, con la idea de que se la pasó fenomenal, pero... y tú, ¿cómo te sentiste? Dime, ¿fue importante la forma en que estaban arreglados tú y la otra persona? Quizá... pero lo que va a permanecer en ti es que no logró interesarse en tus cosas, ¿no es cierto? Y si vuelven a verse, vas a actuar de acuerdo al recuerdo que conservas de ese primer encuentro. Una primera impresión puede ser muy corta y no siempre refleja quiénes somos. Es como ser una pequeña pieza del rompecabezas y asumir que así es todo. Además, es fácil que nuestra manera de ser sea malinterpretada, por ejemplo, si eres una persona tímida puedes parecer creída; si hablas mucho puedes dar la impresión de ser protagónica. Las investigaciones muestran que, en un inicio, le damos más valor a la información que recibimos de la persona que acabamos de conocer que a los otros aspectos que más tarde pudiéramos evaluar. Si en un primer encuentro, somos cálidos y mostramos interés por la persona, ella se llevará la impresión de que así somos y quizá, más tarde no note, o no le importe, si somos distraídos o hablamos sin parar. ¿Cómo nos perciben los demás? Todo primer encuentro, aun una conversación casual con un extraño, en la calle o en una fiesta, tiene un impacto. Tal vez, tengas la fortuna de conocer a alguien encantador, que siempre tiene una palabra amable, que cuando lo ves te hace sentir bien, valorado y respetado. ¿Cómo te cae? Y es probable que también conozcas a alguien que, te hace sentir mal, te desalienta o menosprecia. ¿Cómo te cae? Bueno pues te invito a hacerte una pregunta: ¿Cómo se sienten los demás cuando están conmigo por primera vez? ¿Lo has pensado? Es muy importante porque, como si fuera un espejo, lo que digas y hagas tendrá un impacto en cómo los demás se sienten consigo mismos y eso va a afectar la idea que se formen de ti, en ese momento y para siempre. ¿Qué afecta emocionalmente un encuentro? 1.- El cómo me siento conmigo mismo. Al platicar con alguien, en una reunión o en una junta, ¿cómo me siento? ¿Estoy a gusto, con ánimo, aburrido, nervioso o intimidado? Esto va a afectar el cómo interactúe con los demás y con quién decida estar. 2.-El cómo me siento con la otra persona. Una vez que estoy a gusto y relajada, vuelvo mi atención hacia cómo me siento con el otro. Lo voy a evaluar en base a cómo es conmigo, en lo que hace y dice y en cómo responde a lo que yo hago y digo. Rápidamente sacaré conclusiones acerca de su personalidad, de si me cae bien y demás. 3.- El cómo se siente la otra persona conmigo. Causar una buena impresión significa hacer sentir bien al otro. No hay más. Si soy generoso y dejo a un lado mis intereses para poner atención en los intereses del otro, con seguridad se va a sentir muy bien y ésa será la impresión que va a tener de mí. 4.- El cómo se siente la otra persona consigo misma. Este punto es el que descuidamos más y aquí está el secreto para causar una buena primera impresión. En la incomodidad del primer encuentro, quizá no nos damos cuenta de lo que podemos afectar el cómo se sienten los demás, especialmente acerca de ellos mismos. Sabemos que podemos entretenerlos o aburrirlos pero, ¿los hacemos sentir orgullosos, inteligentes o agradables? Atender este punto, en realidad, es una forma de generosidad social. Es anteponer las necesidades del otro a mis propias necesidades. Pensarás... Pero si pongo toda mi energía en hacer sentir bien al otro, ¿en dónde quedo yo? ¿A qué horas platico de mí, de mis gustos, de mis intereses? Paradójicamente, la ruta más corta para obtener lo que deseamos es cuando primero nos damos a los demás. Así, como un boomerang, entre más nos interesemos, escuchemos y nos conectemos con el otro, recibimos lo mismo de regreso. De esta manera, además de causar una muy buena impresión obtenemos el beneficio implícito de sentirnos muy bien con nosotros mismos. Vale la pena, ¿no crees?