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Estremecen La Laguna Sebastian Bach y Vince Neil

Eunice Martínez Arias

Los rockeros Sebastian Bach y Vince Neil deleitan con "música pesada" a sus seguidores laguneros.

El Siglo de Torreón

TORREÓN, COAH.- Las cabelleras se meneaban desenfrenadamente, la gente brincaba y bailaba como si su cuerpo estuviera manejado por un espíritu deseoso de encontrar la libertad...

Los 600 asistentes no estaban dispuestos a reprimir la emoción ni toda la energía que acumularon a lo largo del tiempo; finalmente sus ídolos Sebastian Bach y Vince Neil, quienes fueran los líderes de las exitosas bandas Skid Row y Mötley Crüe -respectivamente- estaban en La Laguna. Para la historia.

“Es una pena que haya tan poca gente, por eso no traen nada de esto a Torreón.... ¡ah! Pero cuando viene Kumbia Kings, está a reventar”, decía Bernardo Arroyo, seguidor de los rockeros.

Y es que, el salón ubicado al oriente, en el que se llevó a cabo el energético concierto la noche del sábado, lució una entrada regular. Rogelio Gómez, gerente del salón, señaló que esperaban como mínimo la asistencia de mil personas, lo cual no sucedió.

Pero aún así, los intérpretes lograron hacer de aquello un verdadero volcán con sus notas... la adrenalina brotó por cada poro de la piel, los ánimos se desbordaron y las emociones y la cerveza fluyeron a raudales.

A las 22:45 de la noche, la rechifla se convirtió en júbilo. Cinco músicos, entre ellos John Houck, Ralph Santolla y Mark Pratter, salieron al foro para tomar los instrumentos. Era el principio de una velada electrizante, en donde Sebastian Bach dio cátedra sobre la ejecución del buen heavy metal y revivió los años gloriosos de su antigua banda Skid Row.

El recinto pareció caerse cuando el rubio cantante apareció en el foro. Su potente voz quedó de manifiesto en Slave to Grind y Big Guns, Here I Am, Monkey Bussiness, 18 & Life, Rock and Roll, I Remember You y Youth Gone Wild; y aunque sus seguidores querían más, tuvo que finalizar a las 11:47 de la noche para darle paso a Mr. Vince Neil.

Entre eufóricos aplausos, ya entrados los primeros minutos del domingo, Vince Neil no solamente sintió la entrega de los laguneros, sino también sus tiempos de gloria. Desde el primer instante, los éxitos de Mötley Crüe, los riffs contundentes y los brillantes solos de guitarra, hicieron que los asistentes cayeran a sus pies; muchos de ellos portaban orgullosos la tradicional camiseta negra con el nombre de la banda; la tocaban, incluso hubo quien la besó al momento de entonar Wildside, Girls, Girls, Girls; SOS, Don’t Go Away y Home Sweet Home; pero no podían faltar Red Hot, Look That Kill y Dr. Feel Good.

A la 01:30 de la madrugada el rubio y ahora robusto intérprete, abandonó el escenario. La gente comenzó a dispersarse, otros a tratar de conseguir un autógrafo de su ídolo, el cual nunca llegó.

No pierde el piso

Su sencillez no coincidía con la de la estrella inalcanzable en la que muchos lo han convertido a lo largo de su carrera. Ya habían pasado dos horas de la actuación de Sebastian Bach, pero aún estaba lleno de adrenalina por la respuesta que obtuvo del escaso pero entregado público lagunero.

Durante la breve entrevista que otorgó alrededor de las dos de la madrugada, el intérprete regresó momentáneamente a sus 19 años de edad; “en ese entonces sabía que la fama no iba a ser para siempre, por eso la disfrutaba lo más que se podía”.

Aclara que aunque sigue haciendo música y presentándose en distintos lugares del mundo, no lo hace por dinero, sino por gusto.

De otros grupos de rock y heavy metal mejor ni hablar, no los escucha, sabe muy poco de las nuevas agrupaciones, pero de lo que sí está consciente es que nunca regresará a Skid Row, “ellos saben escribir música muy bien, pero falta química entre el cantante y el resto de los músicos”.

En este momento Sebastian Bach está dedicado cien por ciento a su primer DVD Forever Wild, el cual incluye éxitos que interpretaba con Skid Row, además de algunos fragmentos del programa televisivo VH-1S Forever Wild en donde el extrovertido cantante era el anfitrión.

Noche para recordar

Una camioneta se detiene frente a la disco; la puerta se abre, dos hombres bajan. Su atuendo no es negro ni su cabello largo y alborotado como el de la gente que ha entrado al lugar desde las nueve de la noche. Son unos de los tantos “vaqueritos” despistados que pretendían disfrutar una velada grupera, “ay gu... nunca me acordé que ahora hay concierto de rock”, dicen y regresan rumbo a su vehículo para buscar otra opción acorde a su atuendo de botas y sombrero, donde puedan divertirse.

La cadena de la discoteca separa dos mundos totalmente distintos; afuera el “de los lonches” escucha música de Tropicalísimo Apache y ofrece su producto al mejor postor. Adentro, jóvenes y otros más maduritos -de entre 35 y 40 años- están a la espera de que inicie el concierto.

Hay poca gente, las dos enormes pistas de baile están vacías así como el segundo piso, los 600 rockeros que se dieron cita están al frente del foro.

Finalmente Sebastian Bach aparece; las manos arriba, lo reciben como un héroe; es la primera vez que pisa suelo lagunero. Él y su banda son el prototipo de rockero: cabello largo, rubio, vestimenta negra; uno de sus músicos trae el dorso y la espalda desnuda, pero esta última la cubre con su pelo, el cual le llega hasta los glúteos.

Bach prefirió no interpretar temas de su faceta como solista, sino puros éxitos de Skid Row para beneplácito de los asistentes.

Una hora después, aparece un robusto Vince Neil, ante sus seguidores. Al igual que con Bach, todos se le entregan, cantan, bailan, mueven el cabello, gritan y “bailan” slam. Un guardia le advierte a un eufórico que le baje a sus bailes o se sale, el otro, recibe de buena manera la reprimenda: todo con tal de seguir escuchando a sus ídolos.

Los músicos no tienen piedad con las guitarras y la batería; las tocan con fuerza, de las bocinas salen sonidos estridentes que en lugar de molestar, son como una bebida energizante.

Pero, ¿qué tenían esos hombres de especial para causar tanta euforia? Casi nada; nada más pertenecieron a dos de los grupos de heavy metal más afamados de la historia: Sebastian Bach fue el líder de Skid Row mientras que Vince Neil de Mötley Crüe.

El concierto terminó pero no las ganas de los laguneros de seguir a sus ídolos.

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