Esta pregunta es una de las más complejas y difíciles de dar respuesta y sin embargo, es tan sencilla su definición como ésta: Triunfar en la vida, es sentirse satisfecho con ella.
Claro que esta respuesta tan compleja, encierra un enorme enigma. Porque sentirse satisfecho de haber nacido, no es conformista y al contrario, al aceptar nuestra satisfacción, debemos ser honestos con nosotros mismos y sentir muy hondo la respuesta que dio Amado Nervo, cuando dijo:
¡Amé, fui amado, el sol acarició mi faz...!
¡Vida, nada me debes¡ ¡Vida, estamos en paz!
Si embargo, hay quienes creen que acumular riquezas y sentirse envidiados, cuando muestran su fastuosidad a los humildes; es triunfar. Puedo asegurar que en ocasiones un mendigo puede ser más feliz y reírse del desgraciado avaro, pues en su vanagloria lo único que despierta, es lástima.
Para otros, saturarse de vana cultura y sentirse una enciclopedia viviente, eso es triunfar. Máxime, cuando busca rodearse de pobres más ignorantes que él y los humilla al expresarse en los más altos conceptos académicos y con un léxico incomprensible y entonces sentirse ante todos, superhombre.
Sin embargo, un analfabeta puede ser más feliz que este “sabio” de ratonera. Primero; porque lo ignora y segundo: porque para sobrevivir no tiene complejos de superhombría, ni prestigio que cuidar y es hasta capaz de hurgar en la basura o pedir limosna, para lograr su supervivencia. Cosa que le está vedada al “sabio”.
Podemos citar muchos ejemplos, pero tememos que también resulten cansados e incomprensibles. Resumiendo: El triunfo es nuestra propia satisfacción. No sentirse superior, ni menospreciar a nadie, pues siempre habrá alguien que nos supere en lo que creímos ser los primeros.
Si hay que luchar denodadamente por lograr lo que nos hemos trazado en la vida y tratar de llegar a la meta, siendo y sintiéndose los mejores.
En la parte preferente de la sala de mi hogar, cuelgan dos pequeños cuadros pintados al óleo (21x24 cm.) es una copia de “La encajera”, original de Jan Vermeer, (1632-1675) y que guarda celosamente el Museo de Louvre, en París y “Mujer del Sombrero Rojo”, del mismo autor, del Museo Nacional de Washington.
De uno de mis maestros, que en realidad fue mi mejor amiga: Jeannine Baticle, que era en esa época, la jefa de conservación de obras, de dicho Museo, recibí la más valiosa de las críticas a mi trabajo y el más sutil y profundo de los consejos, cuando vio precisamente la obra aludida, y me dijo:
¡Qué maravilla¡ Es increíble la fidelidad y te felicito a la vez que te compadezco. Pues lograr una obra de tanta calidad te obliga a tratar de superarte en las demás que haz de realizar y eso te ha de convertir en esclavo de tu arte y tendrás que estudiar más, día a día, hasta el cansancio a fin de no declinar en tu obra No olvides que el escalar la cumbre, se hace lento y difícil; al contrario de la caída, que es rápida.
Dura es desde luego, la lucha que hay que sostener para llegar y creo que el pensamiento que han inculcado a nuestros atletas, ése de: “Lo importante no es ganar, sino competir”. Es la más estúpida y conformista de las definiciones, pues quien se apreste a competir en la vida, debe llevar el más alto concepto de triunfo muy adentro y tratar de ser siempre el mejor y no conformarse con ser una simple comparsa del montón, un simple miembro de la aglomeración de la vida.
Hay que ser humilde y tratable en su persona, pero en la profesión hay que ser rudo y luchar con todas las armas a nuestro alcance a fin de lograr lo que nos proponemos: Triunfar.
Hay que cosechar admiración a base de impartir nuestros conocimientos. Cosechar amigos y respeto a base de atenciones y sencillez. Pero sobre todas las cosas, siempre estar atento a las enseñanzas que nos da la vida y podrá ser muy feliz cada día y sentirnos satisfechos al anochecer, cuando al tratar de enseñar, hemos recibido a cambio el conocimiento de algo que ignorábamos.
Debemos sacudirnos el lastre provinciano y complejo pueblerino de criticar y obstaculizar la lucha por el triunfo, de los demás. Evitar el odio y la envidia que podamos sentir, por los que creemos que han triunfado.
Debemos normar nuestra propia vida y en nuestra existencia fijarnos una meta y que cuando la crucemos, sabiendo o sintiendo que somos los mejores, eso es : Triunfar en la vida.
Tlalpan, D.F. 2003.