Sigmund Freud, teórico austriaco, llamado “El padre de la psicología”, era un hombre, además de inteligente e intuitivo, muy observador. Sus teorías datan de hace 100 años, pero siguen vigentes; se han elaborado otras nuevas, pero todas giran alrededor de las suyas, nadie se ha podido desprender totalmente del sistema psicodinámico de la personalidad, por ejemplo, o de las etapas del crecimiento que él sostuvo.
Freud decía que la etapa oral, que corresponde al primer año de vida, es tan importante para el ser humano, que durante el resto de su existencia nunca dejará de funcionar como ser oral y el degustar, comer y beber retienen su importancia vital, no sólo en sentido fisiológico, sino también como expresión simbólica. Las personas celebran aniversarios, bodas, cumpleaños, etc., con fiestas en donde se sirven alimentos; los amigos se reúnen a platicar acompañados de café y pasteles; la gente se cita a desayunar, comer o cenar; los convenios de negocios se cierran acompañados de bebidas; nuestro vocabulario es rico en alusiones a la comida, decimos por ejemplo: “pasó una situación amarga”, “el libro que leí está muy sabroso”, “el sabor de la derrota”. “el gusto por la música”, “paladeó las mieles del éxito”, “al cerrar el negocio, se relamió de placer”, etc.
Esto viene a colación, porque en París, los diseñadores de la joyería Boucheron de Place Vendome, han desarrollado una línea de anillos en un nuevo estilo de oro color café cremoso, con creaciones que parecen cuadritos de chocolate o trozos de chocolate derritiéndose, los que al parecer han tenido mucho éxito, a pesar de su precio exorbitante de 700 dólares.
Tal vez las personas que los compran, experimentan una regresión a la etapa en que fueron arrullados y atendidos por las figuras paternas y, de alguna manera, se sientan protegidos.