Mañana contaré aquí el deplorable chascarrillo titulado "Pinocho y las mujeres". Doña Tebaida Tridua, Presidenta ad vitam (interina) de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, leyó ese cuento y sufrió un insulto apoplético de cuarto grado. Fue necesario administrarle una poción vomipurgante para sacarla del penoso trance provocado por aquel sicalíptico relato. ¡No se lo pierdan mis cuatro lectores!... Ignoro cómo se llamaba ese sujeto, mas por mal nombre le decían "El piojo". ¡Vaya mote! Siquiera le hubieran dicho "El Pediculus Humanis Capitis", nombre científico de ese desagradable insecto cóccido, malófago, psocóptero, anopluro y homóptero. Pero no: "El piojo". Se encalabrinaba mucho el lacerado al oírse llamar con ese remoquete, pero de nada valía su iracundia: "Piojo" por aquí, "Piojo" por allá. Si acaso, algún subordinado se dirigía a él diciéndole "Don Piojo", pero eso en nada remediaba su desgracia. Un día salió al campo con un amigo. Éste, claro, lo llamaba con el ingrato apodo: "-Ven por acá, Piojo; vamos por allá, Piojo". "-¡No me digas Piojo!" -clamaba el así nombrado. "-Perdona, Piojo", se disculpaba el otro. Vino a suceder que el tal amigo cayó en un pantano. "-Trae una cuerda, Piojo" -pidió, hundido hasta las rodillas en el légamo. "-Está bien, pero no me digas Piojo". "-Apresúrate, Piojo, que el lodo me llega ya hasta la cintura". "-Ya voy, pero no me digas Piojo". Fue por la cuerda el Piojo -con perdón- y volvió con ella. El otro estaba hundido ya hasta el pecho. "-Tírame la cuerda, Piojo". "-Si me sigues diciendo Piojo no te la echo". "-¡Aprisa, Piojo! -dice el otro, a quien el fango cubría ya hasta los hombros-. ¡Arrójame la cuerda!". "-Pues no me digas Piojo". "-¡La cuerda, Piojo!" -demanda el amigo, a quien la horrura del pantano daba ya a la barbilla. "-¡Te digo que no me llames Piojo!". "-¡Anda, Piojo, la cuerda!". "-¡Si me dices Piojo no te la arrojaré!". "-¡Cómo eres terco, Pio-...!". No alcanzó a decir el amigo la última sílaba de la palabra. (NOTA: Esa sílaba era -jo). Se hundió en el pantano. ¡Y ya hundido sacó las manos y juntó las uñas de los pulgares, como se hace cuando se mata un piojo!... La narración de esta historieta no es gratuita. Me sirve para ilustrar una declaración: si alguien quiere decir alguna cosa se las arreglará para decirla, aunque mil trabas le pongan para hablar. A los ministros religiosos, por ejemplo, les está prohibido hacer proselitismo en favor o en contra de algún partido político. Cuando se hizo la elección del dos de julio (la que llevó a la Presidencia a la señora Marta) un curita de mi ciudad decía con sonrisa equívoca en sus sermones de la misa: "-No puedo aconsejarles por cuál partido votar, pero recuerden que la elección es el dos de julio. No se les olvide, ¿eh? El dos de julio, el dos de julio". Y al decir "dos de julio" hacía con los dedos, para significar el dos, la V de la victoria que usaba Fox en su campaña. Ahora el propio Fox finge allanarse a las demandas de suspender la propaganda de su Gobierno en los días previos a la jornada electoral del seis de julio. Mañosamente, sin embargo, sigue emitiendo mensajes de radio y de televisión, dizque con el objeto de promover el voto, y al hacerlo se las arregla para enviar un mensaje claramente contrario al PRI y favorable al PAN. "... Hiciste un gran esfuerzo para construir nuestra democracia. No la descuides ahora...". Eso es actuar de mala fe, con dolo; es tratar de burlar lo mismo a la autoridad electoral que a la Oposición y a los ciudadanos. Una trapacería así no cuadra con un Presidente. Él es el primero que debe dar ejemplo de transparencia en la conducta, de equidad en el proceso electoral, y de apego al espíritu de la ley... FIN.
