París, (EFE).- El corazón disecado del hijo del rey Luis XVI y María Antonieta será enterrado próximamente con todos los honores en Francia, lo que pone fin a uno de los enigmas históricos más apasionantes de los últimos tiempos.
El misterio de esta reliquia que paso de mano en mano en los últimos dos siglos ha podido ser por fin desvelado gracias a dos simples pruebas genéticas independientes.
El ADN del corazón del "niño mártir" comparado al de su madre María Antonieta, dos de sus tías y dos descendientes actuales de los Hasburgo, Ana de Rumanía y su hermano André de Borbón y Parma, son son concluyentes: existe grado de parentesco entre ellos.
En base a esos resultados, el ministerio de Cultura ha dado luz verde a que el corazón del que hubiera sido Luis VXII repose en la cripta real de la Basílica de Saint-Denis, situada a las afueras de París y que es propiedad del Estado francés.
Se trata de un traslado simbólico, pues la reliquia se encuentra desde hace treinta años en una pequeña capilla de ese mismo templo de culto católico, en cuya cripta real reposan todos los reyes de Francia, salvo los guillotinados Luis XVI y María Antonietta, cuyos cuerpos fueron a parar a fosas comunes durante la Revolución francesa.
La ceremonia, organizada por el Instituto de la Casa Bourbon, tendrá un fuerte carácter simbólico e irá más allá de los círculos monárquicos, según el historiador francés Philippe Delorme, autor del libro "L'Affaire Louis XVII".
Al inhumar el corazón de este niño de destino trágico se rendirá homenaje a todas las víctimas de la locura de los adultos, destacó el especialista.
Salvo cambios, está previsto que la ceremonia se desarrolle el próximo 8 de junio, aniversario de la muerte de Luis VII en la prisión parisiense del Templo, ya desaparecida.
Encarcelado en 1782 a la edad de 7 años, junto a sus padres, el pequeño vivió tres años de encierro, miedo, humillación moral y sufrimiento físico hasta que murió de una tuberculosis generalizada.
"Víctima del Terror, el niño mártir sufrió una auténtico lavado de cerebro, sus verdugos le enseñaron a odiar a sus padres y el mundo en el que había crecido", según el historiador Alain Decaux, mientras que su colega Jean Tulard afirmó que "el comportamiento de las autoridades revolucionarias con el joven príncipe fue innoble".
Los restos mortales del desgraciado niño fueron arrojados a una fosa común, pero su corazón tuvo un azaroso y apasionante destino.
El órgano del príncipe, rebautizado por los revolucionarios como Capeto hijo, fue robado por uno de los cuatro médicos que practicaron la autopsia al cadáver del pequeño, Philippe-Jean Pelletan, quien aprovechó un momento de descuido de sus colegas para esconderlo en un pañuelo y llevárselo a su casa.
Durante el periodo de la Revolución, el médico guardó el corazón en un tarro con alcohol que, por mala suerte, se evaporó, provocando la momificación del órgano.
Ya en la época de Napoleón, un ayudante de Pelletan robó la reliquia y, a su muerte, su viuda lo devolvió al médico.
Con el regreso de los Borbones al trono de Francia, el doctor pensó que había llegado la hora de devolver su tesoro a la familia real, pero Luis XVIII rechazó semejante regalo harto de ver cómo florecían "Luises diecisietes" por todos lados.
Después llegarían "las Tres Gloriosas", la Revolución de 1830, la abdicación de Carlos X ... y el corazón pasó sucesivamente de manos del arzobispo de País a un impresor, que elaboró los documentos de autenticidad, al hijo del doctor Pelletan, al conde de Chambord (hijo de Carlos X) y, finalmente, a su heredero Edouard Dumont.
Dumont devolvió a los Borbones la reliquia, que fue conservada durante ocho décadas en el castillo de Froshdorf, cerca de Viena.
La odisea terminó en 1975 cuando el duque Jacques de Beauffremont, presidente del Memorial de Francia, se hizo cargo de la reliquia y la colocó dos años después en la capilla de la Basílica de Saint-Denis, donde ha estado los últimos años.
Tras recaudar los fondos necesarios, el Memorial de Francia se puso en contacto hace dos años con reputados especialistas en genética que han logrado devolver la identidad a un corazón que ha atravesado dos siglos en busca de un nombre.