Por Cecilia Aguilar Acuña
El Siglo de Torreón
CONGREGACIÓN HIDALGO, COAH.- Era la mitad de la mañana cuando José Asención Núñez Elizalde, director de la escuela primaria Juan de la Cruz Borrego, escuchó cada vez más cerca un zapateo. Apenas encaminaba sus acciones a revisar algunos documentos escolares cuando al fin el repiqueteo de tacones cesó: ante él estaban unos chiquitines que le informaban que una compañera se sentía mal.
Ya en camino rumbo al Centro de Salud de la localidad -por cierto único servicio médico con el que cuenta una población de cinco mil personas- recordó que días anteriores su esposa, Elsa Paredes -antes integrante del Comité de Salud- le había informado que desde hace dos meses, el nosocomio carecía de agua potable, ambulancias, personal y medicinas, por lo que casi dudó en llevar a la estudiante de sexto año a quien una anemia la había hecho desfallecer.
Pero por ser el lugar más próximo y por el estado de salud de la menor, llegaron al lugar.
Aunque no todo es tragedia en este poblado lleno de historia y colorido -pues por ahí pasó Benito Juárez con los archivos de la nación rumbo a la Cueva del Tabaco- la falta de servicios públicos sí viene a ser un gran problema para sus habitantes.
Con la crisis del campo, la fuerza trabajadora volteó sus ojos a la ciudad. Sobre todo las nuevas generaciones que al canto de los gallos se trasladan hacia las diversas plantas maquiladoras ubicadas en las zonas productivas más próximas al poblado.
Pero gracias a algunos visionarios –entre ellos Núñez Elizalde- han generado una importante fuerza de empleo a través de una sociedad anónima que hasta el momento cuenta con 70 camiones para el transporte público donde un grupo de choferes, lugareños del poblado, llevan a sus familias, el sustento diario.
Sin embargo, dos placitas, un teatro del pueblo, un museo, un centro cívico, una biblioteca, dos jardines de niños, una secundaria y preparatoria, no son suficientes para una población que a la vez que aumenta en habitantes, disminuye en apoyos por parte de sus autoridades.
Así lo parece, así es.
Sólo de lunes a viernes hay que enfermarse
Congregación Hidalgo es una población enclavada aproximadamente a siete kilómetros de Matamoros, Coahuila; casi en las orillas del río Aguanaval que en el 2001, una fuerte avenida motivó a la totalidad de sus pobladores a salir de sus casas para proteger sus vidas, ya que el agua arrasó con casi todo; mas no con la fe y esperanza de los lugareños.
En las épocas de cosecha del melón y de la sandía, unas coloridas enramadas dan la bienvenida. Fácil es el acceso, rápido es la llegada... triste es el panorama porque se suman los problemas de falta de drenaje, pavimentación, drogadicción y excesiva venta de cerveza, según los lugareños, promovida por los comités de gestión social constituidos por anuencia de los alcaldes en turno de Matamoros.
Calles sembradas con tierra suelta, hoyancos, piedras de todos tamaños, permiten adentrarse a la población. Casas de adobe, unas pintadas con vivos colores, lucen enmarcadas con bellos jardines -la bugambilia es predominante- y sus bancos de vieja madera situados en las entradas principales se levantan como invitando a reposar.
Éste es un singular paisaje a la vista, pero la problemática social, no hace más que desalentar a sus pobladores, quienes no cuentan con servicio médico oportuno debido a que al Centro de Salud, solamente lo levanta la ética de un médico general, una dentista y dos o tres enfermeras. De ahí, no hay más y es necesario hacerle como sea para atender a un paciente.
Elsa Paredes, a quien las obligaciones del hogar motivaron a abandonar el Comité de Salud y de Progresa, con cierto tono de angustia cuestionó las acciones a favor de la comunidad que llevan a cabo las autoridades correspondientes.
“No es posible que un Centro de Salud funcione sin agua; se debían dos meses de luz, dos mil 400 pesos para ser exactos, aquella vez solamente se tenían 600 pesos en caja -dinero que voluntariamente la gente deja, pues no se cobra la consulta- el resto, se gestionó y se logró saldar la deuda, si no también ahorita estaría funcionando hasta sin luz”.
Añadió que Simas Rural cortó el suministro de agua, porque se adeudan casi dos meses y como la Jurisdicción Sanitaria Número VI y su titular, César Alejandro del Bosque Garza, “se ha hecho el occiso” y no apoya para nada al Centro de Salud, no se tienen los medios económicos para pagar una deuda de dos mil cuatrocientos pesos, suma que ascendió porque la dependencia indebidamente está cobrando un nuevo contrato.
Una manguera que sale de una toma domiciliaria, atraviesa una polvorienta calle hasta el Centro de Salud para suministrar del vital líquido al lugar, “así con sólo un hilito, el médico y las enfermeras llevan a cabo la limpieza de los utensilios médicos y del área”.
“Cómo va a ser posible que una población de cinco mil habitantes, no cuente con la seguridad de un nosocomio equipado; es más, tan siquiera otro médico que atienda por las tardes y los fines de semana, pues el doctor del Centro de Salud no se da abasto el pobre...”, expuso la señora Paredes.
“Enfermarse aquí es un lujo, no hay quién atienda, no hay ambulancia, pues nos la quitaron cuando la inundación, es más, la que nos dieron, –fue donada por la Jurisdicción Sanitaria- debió ser una nueva, pero nos proporcionaron una vieja, misma que se la quedaron y ahora nos dicen que para sacarla, tenemos que dar casi 18 mil pesos por su compostura, oiga, con qué dinero...’’.
Prosiguió José Asención Núñez Elizalde, el otrora joven visionario -ahora experimentado maestro y director- quien aquella mañana, tuvo la necesidad de llevar a una niña de sexto año a Matamoros para atención médica, ya que en el Centro de Salud no había medicamentos y ni agua...
