París, (Notimex).- La tumba del ex presidente mexicano Porfirio Díaz, quien murió en julio de 1915 en el exilio, es una de las más visitadas del cementerio de Montparnasse de esta capital, a donde acuden cientos de admiradores y detractores.
La controvertida figura histórica de Díaz -político admirado por unos y considerado por otros como un dictador y déspota- atrae a la capilla que fue erigida para albergar la tumba a numerosas personas, tanto mexicanas como de otros países.
"Aquí viene mucha gente, no sólo de México, sino de otros muchos países", afirma uno de los jardineros de Montparnasse, quien no duda en referirse a Porfirio Díaz como "el general".
"Y no solamente se trata de admiradores, también vienen a visitar la tumba muchos detractores", señaló el empleado.
Sus palabras coinciden con los numerosos recuerdos y mensajes que los visitantes dejan a los pies de la tumba de Díaz, entre los que abundan notas de admiración como una en la que puede leerse "Don Porfirio, México lo quiere, lo admira y lo respeta".
Pero también hay otras que indican todo lo contrario, como la que alguien hizo pasar por debajo de la puerta hace sólo unos días y en la que puede leerse: "A (Porfirio Díaz) uno de los grandes inquisidores de México que bien tuvo merecido su destierro".
Díaz gobernó Mexico en 1876, entre 1877 y 1880 y de 1884 a 1911, una época conocida como "El Porfiriato" por la extrema autoridad que ejerció su líder.
De acuerdo con los historiadores, durante el gobierno de Díaz México experimentó un próspero progreso económico que se cimentó en la eliminación de los derechos de los indígenas sobre la tierra y en la total desprotección de las clases trabajadoras.
El último mandato de Díaz terminó en mayo de 1911 y huyó a París, donde vivió exiliado hasta su muerte el 2 de julio de 1915 a la edad de 85 años.
Desde entonces sus restos reposan en el cementerio parisino y son objeto de devoción o rechazo de los miles de mexicanos que cada año visitan la capital francesa.
Los restos del dirigente de uno de los periodos más represivos de la historia de México reposan en unrio que fue ideado por Napoleón III, en el interior de una capilla, un monumento fúnebre restringido a la nobleza y que a partir del siglo XIX lo comenzaron a usar los miembros de la burguesía como signo de su poderío económico.
La capilla está situada en una de las principales avenidas del cementerio, junto a la tumba de un soldado francés muerto en la batalla de Verdún durante la Primera Guerra Mundial, y no lejos de las lápidas del poeta maldito francés Charles Baudelaire y de los escritores existencialistas Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir.
En el pórtico destaca un escudo de México, que marca el punto de entrada a la tumba del dictador mexicano, que está bajo un pequeño altar presidido por una imagen de la Virgen de Guadalupe, una bandera mexicana y una fotografía en blanco y negro de Díaz montado a caballo.
Además de los elementos ornamentales originales, la capilla está decorada con fotografías, mensajes escritos a mano y banderas que dejan allí los curiosos que se acercan para conocer el lugar, y otros elementos tan curiosos como un billete de 20 pesos mexicanos, estampitas con oraciones y boletos del metro de París.
El número de visitantes de esta tumba es uno de los más numerosos que se registran en todo el cementerio, aseguraron dos empleados de Montparnasse.
A pesar de que en la actualidad el panteón alberga más de 35 mil tumbas y que es uno de los más conocidos de París por la gran cantidad de personalidades famosas que están enterradas allí, los vigilantes no tienen ninguna dificultad para indicar el punto exacto donde ésta se encuentra.
A 88 años de su muerte, su figura histórica y sus restos siguen suscitando pasión y rechazo.
En la década pasada un grupo de mexicanos intentó repatriar sus restos a México en una iniciativa que fracasó debido a la polémica que el traslado del cadáver generó en ese país.
