Reuters
MANGINA, Congo.- Los rebeldes que luchan en esta zona nororiental del Congo, país de África central, han aterrado a la población civil y forzado a miles a abandonar sus hogares y pasar meses a la deriva.
Las historias de canibalismo, que se dice tienen como objetivo a los pigmeos y a los miembros de la tribu Bantú Nande en la región, se han propagado por la nación.
Dichas historias son difíciles de verificar y tampoco es fácil determinar el grado de canibalismo ocurrido en la región, según autoridades.
Funcionarios enviados para investigar las violaciones de derechos humanos en Ituri consideran que ingerir carne humana corresponde más a un rito que a una necesidad alimenticia. Por ejemplo, quienes practican el canibalismo pueden creer que obtendrán poderes mágicos o que se harán invencibles ante aquellos que se comen.
Sin embargo, las historias son lo suficientemente cruentas como para haber provocado la huida de cientos de pigmeos de sus casas construidas con hojas de banano en las selvas del Congo.
La mayoría ha huido debido a rumores. No obstante, es la primera vez que los pigmeos han sentido tanto miedo como para abandonar sus hogares.
“Huimos debido a la guerra, tenemos miedo de los rumores que oímos entre los pigmeos, diciendo que a los amigos que vivían allí (en la región de Ituri) se los comieron, y que si te atrapan, también te comerán. Entonces hay que irse”, dijo Morisho Yongo, un pigmeo de la selva al oeste de la frontera con Uganda.
Desde un denso bosque en la cima de una colina en el noreste del Congo, uno de los pobladores de la región, Amzati Njogi afirma que observó cómo un grupo de rebeldes se comía a su madre, hermanos y a sus dos hijos pequeños.
Cuando los rebeldes llegaron, Njogi, un pigmeo que vive en los casi impenetrables bosques de la región de Ituri, se hallaba cazando con arco y flechas para llevar alimento a casa.
“Le diré exactamente lo que vi”, dijo el hombre de 1.2 metros de estatura y comenzó a narrar su historia. “Ocurrieron cosas malas. Oí gritos, de mi madre, mi hermana. Decidí acercarme (...) para ver qué pasaba. Después, todo se calmó”.
Cuando Njogi se acercó a su hogar vio hombres armados. “Le cortaban la garganta a alguien con un machete. Luego hubo un gran fuego. Le pedí a Dios que me ayudara en esto”, agregó.
Njogi se aproximó aún más a la casa de su familia, gateando para que nadie lo viera.
“Vi cómo los mataron y se los comieron (...) Estuve caminando durante todo el día hasta que llegué a casa de mi tío”.
Njogi es uno de los muchos testigos que dan fe de recientes atrocidades sangrientas en la remota región de Ituri, en el Congo. Muchos hablan de asesinatos y de saqueos a gran escala.