Los hombres se perturban no por las cosas que les suceden, sino por sus opiniones sobre las cosas que les suceden. Ya lo decía el filósofo griego hace dos mil años. Y tenía razón entonces y es igualmente válida ahora. Puede parecer sencillo, pero nuestra opinión sobre las cosas, no las cosas en sí, son las que causan nuestros problemas en la vida. ¡Qué gran fuente de liberación saber que nadie puede molestarnos, que nada exterior puede hacer que nos sintamos mal, que controlamos nuestros sentimientos al decidir cómo interpretar las cosas, los acontecimientos, a otras personas y sus opiniones! No son las cosas, los acontecimientos, las circunstancias, y las opiniones de los demás, los que te hacen sentir incómodo e inestable. Es la forma en que eliges pensar sobre todos ellos. Es la forma en que estás programado para responder y reaccionar. Por tanto, abandona toda intentona de culpar a las circunstancias externas de tus desdichas.