Hijo de Roberto Guajardo Santos y Consuelo Esquivel, nació en Torreón, Coahuila el 18 de mayo de 1948, último año de la presidencia del licenciado Armín Valdés Galindo que substituyó a Braulio Fernández Aguirre cuando éste, por razones políticas, renunció en 1946 a terminar su periodo. Sus padres, originarios de Candela, Coah., habían llegado a Torreón en 1938, último año de la presidencia del profesor Manuel Mijares Valdés.
En su oportunidad sus abuelos mandaron a su padre a estudiar la secundaria en Monterrey, por la sencilla razón de que, en aquellos tiempos, en los pequeños pueblos, como Candela, la instrucción escolar sólo cubría la primaria.
Don Roberto, o sea su papá, se hizo allá de un amigo cuyo padre tenía una curtiduría de pieles y cueros. Y sucede que al terminar la secundaria su amigo le dijo que se iba a trabajar a la curtiduría, que porque él, o sea el papá de Jorge Guajardo no se encargaba de comprarle cueros y pieles en su pueblo y áreas circunvecinas; que esta actividad no le impedía atender, en su calidad de hijo único, el negocio familiar, que le había platicado que su padre tenía en Candela.
Como al venirse la guerra trajo consigo una gran demanda de pieles, el papá de Jorge vio las posibilidades de cambiarse a una ciudad más grande donde hubiera más posibilidad para sus hijos y, después de visitar y ver varias ciudades se decidió por Torreón, donde instaló su negocio, y más tarde se trajo a toda su familia a vivir aquí, tocándole a Jorge la suerte de nacer aquí.
Ocasionalmente don Roberto llevaba a la familia a visitar su pueblo, y siendo Jorge muy pequeño, en uno de aquellos viajes, según le contaba después su madre, en el camino, que entonces era de terracería, entre Monterrey y Candela, se salió el carro del camino y a él, que era todavía de brazos, se le derramó la leche que tomaba y que venía en un bote. Como era de noche, al tocarlo y sentirlo mojado de los pies a la cabeza, pensaron que era sangre y que probablemente estaba malherido, pero al darse cuenta que era de leche todo fue risas y bromas, regresando el coche al camino y siguiendo su viaje como si nada hubiera pasado, como, en efecto, fue.
Para 1957 el padre de Jorge Guajardo tenía un negocio de pieles y una pequeña fábrica de café: el “Café Lagunero”, se le vino una crisis económica y un primo de él que radicaba en Ciudad del Carmen, Campeche, lo invitó de socio a una ferretería en aquella isla, así que liquidó sus negocios y se fue, con toda la familia, en pos de su nuevo destino. Jorge, que había terminado aquí su tercer año de primaria, allá cursó el cuarto y el quinto; pero, como el clima tropical no le sentaba a su madre, regresaron a Torreón, a volver a empezar.
Terminó su primaria en la Carlos Pereyra, pero, como no se llevaba bien con los jesuitas, al terminarla amablemente le invitaron a buscar otro colegio, por lo que estudió la secundaria en el Hispano Mexicano con el profesor Pablo Farrus, con el que siempre se llevó a las mil maravillas.
Terminando la secundaria lo inscribieron en el Instituto Francés de La Laguna donde, para llegar, tenía que tomar dos camiones, uno de su casa al centro, y otro de allí a Gómez Palacio. Así estuvo un año, hasta que habló con su padre y lo convenció de que le comprara una motocicleta para ir al colegio; y él, su padre, de que se la pagara poco a poco, trabajando en el negocio los sábados y los domingos y las vacaciones, por lo que todos los fines de semana y en vacaciones salía en un camión con el encargado de comprar pieles y recorrían el norte de Coahuila y el Estado de Chihuahua, visitando proveedores, durmiendo y comiendo donde podían. Afortunadamente todas aquellas relaciones comerciales y de amistad las ha continuado hasta la fecha.
En invierno, cuando iba en la moto a la escuela hasta Gómez, al sentir el tremendo frío, varias veces pensó que, a lo mejor, no había hecho un buen trato con su padre, pero, al final, acabó por pagarle la moto. Fue una época pesada, trabajando y estudiando a la vez; pero, eso le ayudó mucho a formarse. Más tarde ingresó a la Facultad de Comercio y Administración de la Universidad de Coahuila, donde estudió la carrera de Licenciado en Administración. Afortunadamente el horario estaba diseñado para que los estudiantes pudieran estudiar y trabajar, por lo que ya acostumbrado a ese ritmo, siguió dándole a la chamba y al estudio simultáneamente.
En 1972 llegó a la cafetería de la Universidad, acompañado por Manuel Valencia y Salomón Juan Marcos. Iban a tomarse precisamente un café, entre clase y clase, y observó a una muchacha delgada, y muy bonita, a quien ya había visto en otro salón de clases, ya que ella también estudiaba la misma carrera, sólo que empezaba el primer año y Jorge iba en el cuarto año. Vio que le demostraba a la encargada de la cafetería unos productos de limpieza con el fin de vendérselos; pero, conforme avanzaba la demostración, que hacía sobre uno de los sillones de la cafetería, desaparecían las flores que tenía el tapiz, por lo que la vendedora que tanto había impresionado a Jorge se ponía cada vez más roja de pena. Por fin, al terminar la fallida demostración, Jorge se acercó y la invitó a que le acompañara a tomar un café con sus amigos.
En la plática cafetera les dijo que también vendía unos productos para la limpieza del calzado, y Jorge, para quedar bien con ella le compró, dándoles, sin que ella se diera cuenta, un pisotón por debajo de la mesa a sus amigos, para que también le compraran.
El siguiente fin de semana le llamó por teléfono para invitarla a salir. Ella le contestó preocupada, pero aceptó la invitación, aclarándole después que había pensado que le llamaba para reclamarle sobre los productos de limpieza de calzado, de los que se había dado cuenta que tampoco servían; que no los usara más y que les dijera lo mismo a sus amigos; que a todos les iba a devolver el importe de su compra.
Así comenzó el romance de Jorge y Blanca. Al poco tiempo ella le presentó a su padre, el Lic. Salvador Sánchez y Sánchez y a su señora madre, la señora Blanca. Y en 1974, poco tiempo después de terminar su carrera y apenas comenzando sus actividades comerciales, ya de tiempo completo, (de super completo, como entonces le decía su ahora esposa), ya que tenía que trabajar hasta los sábados y del domingo medio día, se casaron, formando una familia de tres hijos: Gaby, Jorge y Alejandro, aún solteros todos. Gaby es licenciada en Comercio Internacional; a Jorge le atrajo más el trabajo que el estudio: acabó el primer semestre de Administración y se puso a trabajar, cosa que hace con bastante éxito, y Alejandro, el más chico, estudia secundaria.
Jorge tiene seis hermanos: Ma. del Consuelo, Roque, Graciela, Roberto (F), Teresa y Ricardo. Roque, el mayor de los hombres, vive en Monterrey y los demás aquí, en Torreón. Él se dedica actualmente a la compra y venta de pieles y el reciclado de productos animales, contando con sucursales en otras seis ciudades del interior de la república.
A principios de los 80, lo invitaron del Banco Somex a pertenecer al Consejo Consultivo, contestándoles que qué iba a hacer allí donde sólo iban los “peces gordos”, constándole el Director del mismo que ya lo había propuesto y había sido aceptado. Ya en el Consejo, se encontró con que era el de menor edad, y era Consejero también Carlos López, hombre de muchas influencias en el Banco. Como la presidencia de dicho Banco era rotativa cada año, tocó la coincidencia de que al año siguiente, por disposición del Banco se hizo un solo Consejo de los que existían en Torreón, Gómez y Durango haciéndose una junta general para elegir un nuevo Presidente y sorpresivamente el señor Carlos López me propuso a mí y los demás Consejeros se solidarizaron con su opinión y, sin pensar por mi parte en esa posibilidad fui el presidente de los tres Consejos consultivos.
Ha sido también presidente de Desarrollo de La Laguna, A.C., Tesorero de Sembradores de Amistad, Vicepresidente local y Consejero Nacional de Coparmex y Presidente de la Unión de Crédito de La Laguna; sus aficiones son la caza y la pesca y, en menor medida, el golf. Su grupo más cercano de amigos lo forman Octavio González, Antonio Kuri, Toño Burillo, José Luis de la Peza, Salomón Juan Marcos, Arturo Gallegos, Amador Vázquez, Luis F. Rodríguez, Rafael Revuelta, y otros que se me olvidan a mí, no a él.
Cada año por estas fechas desde hace quince años él con su familia y 10 familias amigas más forman caravana y se van a Colorado, en Norteamérica. Por donde van pasando son un espectáculo; en algunos pueblos son capaces de llenar restoranes, y así por el estilo.
A partir de los ochenta, él y su esposa han viajado cinco veces a diversas partes de Europa cada vez, y coincide con el licenciado Sánchez Dávila y con Miguel Ángel Herrera, en que Praga es una de las ciudades más hermosas que se puedan ver. En el Oriente estuvo en Japón, en Singapur y Hong Kong. Por allí del 82/83 viajó por el Caribe cruzando el Canal de Panamá y, por supuesto, ha estado en Cuba.
Hombre que, desde muy joven entendió el valor del tiempo, del dinero y de la vida, y que jamás, en la suya, desperdició ni un minuto, ni un peso, ni vivirla, cualidades que le destacan como uno de LOS NUESTROS.