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“Con fortaleza en mi corazón y mi voz, me seguiré regalando al público”: Javier Camarena

El tenor que dio inicio a los festejos del Centenario de El Siglo habla de la cocina de su abuela, del aprendizaje de sus maestros y de cómo el freno suscitado por la pandemia lo llevó a reconectar consigo mismo, su familia y su pasión por la música

“Con fortaleza en mi corazón y mi voz, me seguiré regalando al público”: Javier Camarena

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PATRICIO DE LA FUENTE

Los ojos claros y expresivos de Javier Camarena se entrecierran al escuchar una pregunta sobre su infancia. Hace un silencio largo, como buscando entre sus recuerdos algunos instantes de su niñez en la húmeda y colorida Xalapa: recuerda el olor del café de Coatepec, el chileatole de elote que preparaba su abuela y el olor a tierra mojada en las calles que muchos años lo vieron caminar junto a su familia.

Como muchos, el freno suscitado por la pandemia le sirvió de aliciente para reflexionar sobre su vida. Ahora, para el recién nombrado Mejor Cantante Masculino del Año por el International Opera Awards es tiempo de cantar y de rememorar los instantes que han marcado su vida.

¿Cómo te sentiste con el concierto que ofreciste en La Laguna?

Muy contento. Fue la primera vez que podía visitar el Teatro Nazas. Había estado aquí en Torreón un par de ocasiones en el Teatro Isauro la primera vez que estuve aquí en Torreón y después en la Plaza, que hicimos un concierto de Cri-Cri, también precioso.

Esta es la primera vez que estoy en el Nazas y estoy feliz de poder celebrar con El Siglo este primer siglo y contento de poder celebrarlo con la familia.

Vamos a hacer un ejercicio de imaginación profunda. Remóntante, háblame de ese niño de Xalapa, de tus primeros años…

Xalapa huele a tierra mojada, huele a las primeras gotas de lluvia después de un sol intenso y va porque emana del suelo y te llega. Cada vez que yo percibo ese olor cuando comienza la lluvia me transporto completamente a Xalapa.

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En ese tiempo cuando yo era niño tenía ese clima por todos los bosques y alrededor un poco de selva. Todo el sol que llegaba, todas las nubes que llegaban de alguna manera rebotaban con la sierra y tenías un sol espectacular y de repente a los cinco minutos todo nublado, y la lluvia super intensa, y a los diez minutos adiós lluvia, otra vez el sol, el vapor.

Esto es algo de lo que recuerdo, son recuerdos de cuando tenía tres, cuatro años de edad, que estaba un poquito más consciente de lo que pasaba fuera de casa. Y ese es el olor primero que recuerdo de Xalapa, huele a café de Coatepec, huele al chileatole de elote de mi abuela, la cocina de mi abuela y pues es, hasta la fecha, un lugar mágico para mí. La verdad es que sí vienen memorias muy bellas.

Ante el frenesí de la vida y lo rápido del mundo, son importantes los ritos, ¿no?

Sí, sí, mucho. Digo, yo vivo en Suiza y allá obviamente no voy a encontrar el maíz cacahuazintle allá, ¿verdad? (risas). O sea, a mí ya me llega enlatado y pues hacemos lo que podemos con esos ingredientes. Y me encanta, a mí me encanta mucho preparar el pozole, preparar el mole. Y sí, me gusta mucho la cocina con todo, su tiempo, su forma de hacer.

Suiza… ¿por qué Suiza?

Suiza llegó porque una gran amiga mía, Rebeca Olvera, había ido un año antes de que yo me fuera, al estudio de la Ópera de Zurich. El año siguiente, en el 2006, regresa a México y nos toca hacer El Rapto en el Serrallo, de Mozart, en el Palacio de Bellas Artes. Y me dice “¿sabes qué?, tienes que irte para Zurich, voces como la tuya no abundan, seguramente tendrías muy buenas oportunidades. Además está el maestro Francisco Araiza dando clases”. Esa fue la principal razón, el maestro Francisco Araiza, porque quería aprender de él, quería trabajar con un tenor, fuera de Hugo Barreiro todos los profesores que yo tuve fueron mujeres, mezzosoprano prácticamente todas. Yo quería trabajar con un tenor. Entonces, ¿quién mejor que el legendario Francisco Araiza?

El tiempo previo a irme a Suiza tuve la oportunidad de hacer muchísimas cosas, entonces las tablas, el crecimiento que se tiene sobre el escenario era algo que llevaba de ventaja sobre mis compañeros y la oportunidad de debutar en el teatro de la Ópera de Zurich se dio muy rápido.

A los seis meses ya estaba haciendo mi debut en la Ópera de Zurich y con la suerte de que en ese periodo de funciones cantamos como doce funciones de La italiana de Argel de Rossini. En una de esas funciones coincidió con una conferencia, una convención de todos los directores de ópera de los teatros europeos y fueron a una de las funciones.

O sea, el proceso normal por el que pasa un cantante es búscate un agente y que el agente te busque audiciones. Y de repente yo estaba ahí y esa fue mi gran audición para toda la Ópera europea y todas las oportunidades de debutar, en la siguiente fue la Ópera de Viena.

Hay ciertas audiencias que imponen mucho, ¿con cuál tenías un particular nervio de presentarte?

Híjole, eso nunca lo pensé, creo que nunca lo he pensado. Sé la diferencia que hay de efusividad, por ejemplo, en los diferentes públicos, las diferentes reacciones que pueden tener, pero pues yo voy con el mismo ánimo y creo que con el mismo nervio en cualquier lado. Es una cuestión también cultural y de identidad como pueblo, como personas dependiendo del país en el que viven, pero igual lo disfruto mucho.

En una entrevista dices que te gustaría hacer un dueto o cantar con Natalia Lafourcade, pero que al reguetón no le entras…

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Si hay algo que yo le reconocería al reguetón sería que ha puesto al mundo a aprender español (risas). Aunque a veces no sepan qué están cantando, pero están poniendo al mundo a hablar español.

Voz en plenitud. Me imagino que nunca has estado contento con la voz que se tiene…

Sí, sí, muchas veces. Obviamente sí soy muy perfeccionista y siempre estoy buscando hacer mejor las cosas, pero si no, sería una carrera bastante infeliz.

La autocrítica es buena…

Para mí decir que es una voz en plenitud, para mí es ya no pensar, simplemente cantar, porque obviamente cuando uno comienza, pues hay personas que tendrán el don. Yo no, yo tuve que trabajar muchísimo para entender, para potencializar el recurso vocal.

Para mí eso es estar en plenitud, cuando ya no existe otra cosa más que la música y tú como instrumento.

Hay una constante en estas entrevistas que no podemos no abordarla porque hay un antes y un después: la pandemia. Te hace El País una entrevista espléndida, pero hay un titular muy severo: “La idea de ser un súper cantante me estaba devorando”, ¿qué es ser un super cantante y qué te estaba devorando?

Sí… (hace una pausa larga) Fue muy sonado este reconocimiento que tuve por el International Opera Awards al mejor cantante masculino, pero lo que ha implicado llegar a ese punto ha sido un camino de muchísimo trabajo y muchísimos sacrificios y en particular con mi familia, porque uno pasa muchísimo tiempo viajando.

Uno va construyéndose un nombre como artista y conforme se van logrando cosas bellas, cosas grandes, pues las expectativas siempre van a ir acompañando a este crecimiento, van haciéndose más grandes y para mí estar siempre a la altura de esas expectativas siempre ha sido algo super importante, al grado de que me presionaba muchísimo, mucho.

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Y esto de ser super cantante, pues sí, es que estamos desde los primeros años en las escuela a que tienes que poder todo, a que tienes que estar con la posibilidad de cantar todo el tiempo, que tienes que ser el super cantante y no es así, porque se olvida este principio básico, nuestra humanidad. Y uno está no siempre en el mejor ánimo, porque uno pasa mucho tiempo solo, no siempre estás con el corazón con la disposición de salir a un escenario y dar tu mejor cara.

Hace como un mes y medio estaba empezando a grabar mi disco de Donizetti en Italia, era el segundo día de grabación y me habló mi mamá para avisarme que mi abuela había fallecido. Entonces, ¿cómo sales y grabas un disco con esa sensación de no poder estar acompañando a tu madre y estar ahí para velar a tu abuela?

Ahora ya me pongo menos tenso a la hora de regresar al escenario, reconecté con la parte humana.

Voy a seguir haciendo esta carrera porque es algo que me llena el corazón, porque es una carrera muy generosa, porque se comparte y hace feliz al público. Mientras siga teniendo esta posibilidad, mientras Dios me siga dando esta fortaleza en el corazón y en mi voz, me seguiré regalando al público.

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Escrito en: Javier Camarena ópera aniversario El Siglo

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