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Equipo apático

CLAUDIO PENSO.-

Un ratón espiaba a un granjero mientras abría un paquete. Imaginó que podía contener comida. Descubrió una trampa para ratones.

Recorrió la granja para advertir a los animales. Una gallina lo oyó con desinterés y continuó buscando lombrices.

Se acercó al cordero y le comentó la noticia. Solo logró una promesa de rezar por su alma. Fue al establo a contarle a la vaca, quien lo despidió con una carcajada.

El ratón volvió a su cueva, abatido por la apatía de sus amigos.

A la madrugada se oyeron ruidos de metal como latigazos.

El granjero corrió para ver la trampera y en lugar de un ratón se topó con una víbora. La serpiente lo picó. Su esposa lo llevó al hospital para aplicarle el suero.

Al volver preparó una sopa nutritiva con la gallina. Algunos parientes fueron a visitarlo. Para agasajarlos, mataron al cordero.

Unos días después, el hombre murió. Para cubrir los gastos del funeral, la esposa vendió la vaca.

La apatía funciona mientras una amenaza está lejos o se percibe como parte de la experiencia ajena.

La apatía se alimenta de la individualidad, su suelo nutricio son los vínculos endebles.

Los griegos se referían a la apatía como a pathos, sin pasión. La prima hermana es la indiferencia.

El resultado de un equipo que funciona con apatía es el fracaso colectivo, aunque algunos sobrevivan o incluso prosperen. Todos pierden aunque algunos ganan.

¿Cómo transformar un grupo de personas apáticas?

Nadie es apático totalmente, sino que actúa en un contexto en el que se desarrolla la ausencia de solidaridad.

En ocasiones extremas o cataclismos naturales hemos asistido a conductas espontáneas de seres que actúan como depredadores u otros que ante la misma situación, se comportan como héroes anónimos. El bien y el mal como contracara del mismo hombre.

En nuestros equipos de trabajo las personas están sometidas a muchas presiones y desafíos. Algunas, ignoran las señales o pedidos de sus compañeros, porque sienten que el tema nos los afecta ni los pone en riesgo. Pero las consecuencias de la apatía siempre repercuten en cada uno de los que integran el todo, más tarde o más temprano.

Los factores claves para construir equipos solidarios, comprometidos, apasionados son básicamente pocos pero sustanciales:

Un liderazgo inspirador. Los líderes son los que construyen a un equipo y lo mantienen alineado. Los vínculos entre los miembros. Son fuertes sostenedores y aún en los casos de ausencia de liderazgo, expulsan a aquellos poco comprometidos.

El propósito para un conjunto de individuos es una guía, un soporte en cualquier situación de amenaza.

Finalmente, el contexto. Es la fuerza silenciosa que condiciona la conducta individual. Los hombres actúan según el medio en el que viven.

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