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A la carta con Nuño

A la carta con Nuño

Siglo Gourmet

JOSUÉ NUÑO

Para esta columna fui a Algarabía,

donde preparan cocina mexicana. Y

créame, me puse en un dilema porque ¿cómo opinar sobre lo que usted,

lector, ya conoce? ¿Qué referente tengo? Bueno, me acordé de mi abuela,

alias María ‘mantecas’ y María ‘7 vidas’, con sus comidas vastas, llenas

de sabores fuertes y picantes; pero,

bueno, como en el juego de la lotería,

cuando echan la baraja y dicen “corre y se va”, estas fueron mis impresiones sobre los sabores interesantes

que este restaurante tiene en sus platos y uno que otro desacierto.

El local se encuentra en la plaza

hundida frente al nudo mixteco. La

entrada está ambientada con noas y

cactus. La decoración oscura de sus

espacios es algo que uno no espera de

un lugar “mexicano”, ya que los colores vivos son característicos de este tipo de restaurantes. Aún con esos detalles insignificantes, el espacio es cómodo; el clima, fresco; la música,

agradable; y tienen muy buena atención.

Para ordenar en la carta, pedí lo

más “nacional” que me pareció. La entrada con que me recibieron me gustó.

Pusieron al centro un requesón preparado con tomates secos y picante, además de tres tostadas bien fritas. El sabor es agradable e inesperado porque,

aunque es común esta preparación en

muchos restaurantes, sobresalen los

ingredientes con que la preparan.

Además, trajeron 3 salsas en cuencos

muy cucos, pero no las probé. ¿La razón? Bueno, se la explico. No hizo falta, ya que los platos hablaron por sí

mismos, cosa que es buena y mala.

Para la entrada ordené 2 cosas. La

primera fue un queso de rancho con

salsa martajada. No dude en pedirlo.

La salsa tiene un punto de sal algo pasado, pero la mezclan con cubos de

queso panela en un recipiente caliente de acero. Por esta combinación uno

es capaz de sentir el picante y el tomate tatemado en el paladar, además del

contraste con la suavidad de la panela. Y si unas cucharadas de esto las pones en las tortillas que te llevan, se

disfrutan bastante bien. Los 139 pesos

del plato alimentan muy bien a dos

personas. La segunda entrada (y no

me diga glotón, me llamó la atención

encontrar algo así con el precio que

tiene) fueron unos tacos fritos de pollo

en salsa verde. Los traen presentados

en un elegante plato rectangular de un

color tan blanco que los puedes confundir con unos santos tacos dorados;

pero no son así. Imagine a los tacos enrollados que usted hace en casa para

comer, pero con un pollo que estaba seco y sin sazón. Eso sí, los acompañaron de su lechuga y rábano, bañados

en salsa verde y más en un recipiente

pequeño. ¿Sabe qué faltó? Lo primero

que pensé fue en los cueritos, el tomate, la cebolla. Creo que intentaron presentar una versión muy a su estilo de

este clásico, pero por los 158 pesos que

cuesta, prefiero la de los tacos del Imposible. Lo que sí me agradó fue la lluvia de queso de cabra que le ponen,

ese detalle sobresale en la presentación y salva un poco todos los sabores.

Ya tristeando mi estómago y yo, no

me decidía a pedir algo más. En eso vi

tres cosas. La primera fueron unas enmoladas rellenas de huitlacoche, así

que me pregunté: ¿sabrán bien? Pues

fíjese que sí. Las presentan en 4 tacos

enrollados y dentro, un buen relleno

de huitlacoche guisado, como debe ser

(sin perderse ese sabor amargo que lo

caracteriza), bañadas en una salsa de

mole afrutada, parecida a la manchamanteles, donde sientes el sabor del

chile colorado y el dulzor en una mezcla espesa bien lograda. Entonces

piense el contraste del sabor del

huitlacoche, la tortilla amarilla y el

dulzor del mole, combinando muy

bien con el queso de cabra y los brotes

encima de ellas.

Ya con el ánimo más contento pido

los sopes de pato. Para quien los ordene y vea lo que le traen, dirá “¿pero esto es comida para Barbies y soldaditos

de plomo?”. Hay que entender que algunas cosas bien hechas con buenos

productos no deben ser inmensas como hamburguesa de Carl’s Junior. El

pato estaba preparado al pibil y qué

buen guisado hicieron. El sabor a vinagre y achiote se mezclaba muy bien

con el sabor característico del ave.

Además, a esta proteína la ponen en 3

sopes que para mi gusto sobredoraron

un poco (como si los pasaran por freidora), a los que les embarran unos frijoles negros refritos sabrosos y les ponen otra vez brotes de alguna yerba y

rábano. Eso sí, las cebollas moradas

encurtidas tienen el sabor del laurel y

la pimienta, un detalle que habla bien

del cocinero. El plato es caro (249 pesos) y si usted es de varios estómagos,

no le llenará.

Después me sirvieron algo que desde el principio llamó mi atención. Fue

la tostada de jamaica. Sí, ja-mai-ca, la

del agua. Generalmente los guisos de

esta flor son muy ácidos o muy dulces.

En este caso, en la sazón que le pusieron se notaba el sabor de la jamaica y

su suavidad característica. Todo esto

lo pusieron en una tostada como la

que trajeron en el servicio para recibirme, a la que le embarraron una

cantidad generosa de aguacate. Disfruté mucho esta preparación, solo

que deben cambiar la tortilla por otra

más resistente, ya que se humedece y

puede ser complicado comerla. ¿El

costo? 79 pesos.

De postre yo quería la concha artesanal con salsa de caramelo salado, pero no había. Así que me ofrecieron un

pastel de chocolate Abuelita flameado

con mezcal. ¡Ordénelo! Lo que traen es

un buen trozo de pastel en 4 capas con

betún entre cada una y salsa de chocolate por encima. Cuando lo llevan a tu

mesa, un mesero calienta con fuego

una copa de mezcal y el alcohol lo deja cae sobre la preparación. El espectáculo es lindo. ¿Sabe bien? Sí. La miga es húmeda y se siente el sabor al

chocolate Abuelita. Además, lo acompañan con moras, blueberries, nueces

y más brotes (ahora eran de betabel).

La experiencia en Algarabía fue interesante. Salvo algunos detalles, como el exceso de brotes, queso y algunos platos no tan afortunados, quedé

satisfecho. ¿Sabe por qué no toqué las

salsas? Por el sabor de cada plato: entre halagos y quejas, se te olvidaban.

Antes de que se me pase, le recomiendo que vaya a la birria de la Matamoros, muy cerca del teatro Nazas. Sé

que es famosa y muchos la conocen,

pero si usted no, anímese. Además, la

sirven para llevar.

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