Hace algunas semanas en declaración conjunta la directora ejecutiva de UNICEF, Henrietta Fore, y la directora general de la UNESCO, Audrey Azoulay en un pronunciamiento claro y contundente instaron a los gobiernos a la reapertura segura de las escuelas. Resaltan las representantes que hay una pérdida que tal vez nunca se recupere académicamente como socialmente. Establecen que hay pruebas claras que las primarias y secundarias no son espacios transmisores del virus.
Ante la posibilidad de que el ciclo escolar inicie en modalidad presencial la mayoría de las instituciones educativas se han preparado desde modificar las aulas hasta incorporar tecnología que les permita implementar modelos híbridos. Sin embargo, el regreso implica más allá de las modificaciones y la incorporación de nuevas tecnologías.
Después de casi 18 meses que la pandemia nos confinó en nuestros hogares, los centros educativos tendrán que plantearse un programa de adaptación nuevamente a las aulas con reglas y disposiciones que cuiden la integridad de todos, estas precisiones deberán centrarse en algo que hemos olvidado, el cuidado de la comunidad. Para la comunidad educativa representará un reto el cumplimiento de las disposiciones, cada uno de los niveles tendrán sus retos específicos, preescolar su abordaje será muy diferente al planteamiento con jóvenes de secundaria y bachillerato. Asimismo, se tendrá que implementar estrategias de nivelación y regularización de los estudiantes partiendo de un diagnóstico, al respecto, será clave el trabajo colegiado de los profesores para llevar a cabo las modificaciones curriculares, los programas de estudio y las planeaciones didácticas.
Un pendiente impostergable es la atención socioemocional de los estudiantes, no cabe duda que este aspecto es toral para el desarrollo académico óptimo, como lo hemos ido observando, cada estudiante enfrentó el COVID-19 con lo que tenía a su alcance, sus recursos personales y familiares. Un dato interesante, es que en todas las escuelas aumentó la solicitud de atención a los equipos de orientación psicoeducativa, ciertamente, se presentaron más casos de ansiedad y depresión.
Lo importante en esta coyuntura es que las escuelas se propongan una seria y profunda reflexión de qué camino seguir en esta nueva realidad. La realidad tendrá que ser materia prima para que la comunidad educativa oriente sus esfuerzos en la formación integral de los niños y jóvenes. Sin lugar a dudas es necesario un cambio de paradigma, Bernardo Toro, filósofo colombiano, señala la necesidad de un nuevo orden ético ante el riesgo de la supervivencia del ser humano. Es vital un paradigma de especie que fundamente una nueva cosmovisión que defina una manera de estar en el mundo, de ver la vida y dar sentido a lo que vivimos.
En consecuencia, un eje transversal a incorporar es el saber cuidar como aprendizaje fundamental. El saber cuidar se traduce en el cuidar de sí mismo, de los próximos, de los distantes, de los extraños, del planeta, de la producción, del consumo, etc. El teólogo Leonardo Boff se inclina porque se expanda una ética del cuidado, la cual se rige por 4 principios: el cuidado de sí; la responsabilidad; la solidaridad; y la compasión.
Finalmente, ante el posible regreso a clases presencialmente pone de cara los retos y desafíos que no solo la educación tiene sino toda la humanidad en conjunto, es claro que después del virus no será nada igual, como lo expresa Boaventura de Sousa: "Sólo mediante una nueva articulación entre los procesos políticos y civilizadores será posible comenzar a pensar en una sociedad que la humanidad asuma una posición más humilde en el planeta en el que habita". Tenemos mucha tarea empecemos con el primer paso: cambiar de paradigma educativo.
