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Defectos y cualidades

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CLAUDIO PENSO

Se reunieron en la carpintería algunas herramientas que tenían problemas y diferencias que arreglar.

Criticaron al martillo, ya que hacía mucho ruido y se pasaba todo el tiempo golpeando. Este se quejó del tornillo pues daba demasiadas vueltas antes de realizar algún aporte constructivo. A su vez, puso sus ojos estriados sobre la lija, argumentando contra su trato áspero.

La lija objetó al metro, ya que su actitud era la de medir a todos según su propia medida. El metro se reía de los dientes absurdos del serrucho.

Todos hablaban al mismo tiempo y nadie podía escucharse. Pasaron toda la noche discutiendo y haciéndose críticas.

A la mañana vino el carpintero; tomó las herramientas que estaban dispersas en el suelo y comenzó a darle forma a un trozo de madera.

Esa noche tomó la palabra un clavo y les dijo a sus compañeros:

Señores, es evidente que tenemos defectos. Pero hoy el carpintero tomó lo mejor de nosotros y trabajó con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos.

A continuación, una joven escofina organizó una fiesta para celebrar la fortaleza del martillo, la capacidad de unir del tornillo, la habilidad para limar asperezas de la lija y la exactitud del metro.

En un rincón, con una amplia sonrisa, el serrucho cantaba con voz estridente para todos.

Mucho antes de concluir la lectura del cuento, a casi todos nos resuenan los ámbitos en los que participamos.

¡Las herramientas se parecen tanto a nuestros compañeros y amigos!

En los grupos de trabajo se pierde mucho tiempo tratando de encontrar y disimular defectos. Si se canalizan a través de la crítica, la consecuencia es paralizante para los que la escuchan y no hace sino acentuar las debilidades.

A veces el ámbito, el contexto, se impregna de una energía viciada por la crítica y es difícil salir de allí. Esa fuerza genera un círculo tóxico que actúa con increíble efecto contagio. No hay más que comprobar su funcionamiento en la cola de cualquier lugar donde alguien comienza con un comentario negativo y poco después, todos están quejándose a coro.

Hace un tiempo, tratando de contribuir con una empresa de electrodomésticos, uno de sus problemas era la política de repuestos importados. Al no contar con stock, todos los que acudían a reparar sus equipos en período de garantía, eran eludidos sistemáticamente por falta de piezas de recambio. No había mucho que pensar. Una sepultura para la marca a mediano plazo.

La empresa disponía de un ámbito muy amplio para atender a los clientes. Estaban todos juntos y podían escucharse. La paz apenas duraba unos minutos. Luego el día iba poniéndose más espeso a medida que transcurrían las horas. El efecto contagió en acción.

Además de cambiar la política de repuestos, se mejoró el lay out para evitar que las quejas tuvieran eco y se pudieran canalizar las catarsis en boxes aislados. Todos los estudios de atención al cliente mejoraron sustancialmente.

Igual sucede con las etiquetas que estigmatizan a las personas y las alientan a acentuar sus conductas negativas.

Los etólogos, que se especializan en el entrenamiento de perros, afirman que los retos a viva voz son percibidos por las mascotas como aliento y constituyen un estímulo para acentuar lo que han hecho mal.

El desafío es concentrar el foco en lo mejor de nosotros.

Desarrollar la habilidad del carpintero permite construir obras que valgan la pena ser celebradas.

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