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PIÉNSALO, PIÉNSALO

LA PATRIA QUE NOS TRASCIENDE

Las elecciones en puerta nos dan la ocasión de volver la mirada en lo que se funda nuestra patria para comprender nuestra identidad, asumir objetivamente nuestro pasado y proyectar hacia nuevos rumbos nuestro porvenir. Una revisión desde la razón nos puede guiar e iluminar para entender nuestra nación como un proceso siempre prolongado y nunca totalmente acabado, con luces y sombras que hay que ver con espíritu generoso y agradecido.

Los cambios en las cámaras legislativas locales y nacionales, además de gobiernos y presidencias, deben estar bajo la lupa de todos nosotros para actuar e influir en ellos. La democracia no se reduce al voto: participar, organizarse, protestar, trabajar, promover…, todo lo que sea necesario para construir este México lindo y querido. Las reformas de los últimos gobiernos no han satisfecho las expectativas prometidas de crecimiento económico ni se han dado los frutos esperados. La lucha electoral ha exacerbado las diferencias políticas de una sociedad desencantada de la política y aún dominada con la corrupción, la impunidad y la violencia.

El amor a nuestro país nos obliga a buscar una mejor comprensión de los sucesos nacionales, no siempre bien interpretados por ideologías o sistemas de pensamiento presentes en nuestra tierra. Una clave de interpretación optimista se basa en la confianza de que la historia, que, aunque depende del recto uso de nuestra libertad, su eterno destino está escrito "por el dedo de Dios".

Esta confianza no nos deja en una sosegada indiferencia; es más bien una exigencia de entrar en esta dinámica de construir la patria con un proyecto de nación que antes de reflejarse en la vida social, ha de pasar por el ámbito de la conciencia personal, de las convicciones, de los estilos de vida que llevan a una transformación personal profunda de actitudes, a un cambio de mentalidad que transforme e impacte la propia vida y el entorno social. Este cambio nos lleva a promover todo aquello que el país necesita para afinar y desarrollar sus innumerables cualidades físicas y espirituales.

"Hacer patria" es construir un ambiente a la altura de su dignidad y lograr transmitir sus valores de manera vital a las nuevas generaciones. La nación mexicana es una realidad cultural, que no podemos traicionar para seguir intereses egoístas o fanatismos. La herencia de nuestra tierra y su particular modo de ser como pueblo, marcado de manera directa o indirecta por los valores que provienen de sus raíces culturales como la religión, el lenguaje, las costumbres, las leyes y en general todo lo que ha contribuido y sigue contribuyendo a delinear el perfil de nuestra patria.

México es una realidad sociocultural anterior al estado al cual trasciende. No es solo su gobierno o sus ciudadanos actuales, sino una realidad profunda que debe ser interpretada con base en la continuidad del mismo pueblo que conforma esta gran nación. Las estructuras del Estado para cumplir con su fin, deben colocarse al servicio de la nación y no viceversa. México no necesita un "proyecto de nación" sino un proyecto al servicio de la nación que permita promover lo más valioso de lo que hemos sido para poder darle auténtico futuro a lo que actualmente somos.

En este esfuerzo, el voto del 6 de junio es mucho más que decidir por un partido. Las razones para elegir brotan del fondo del amor por México, que va más allá de intereses particulares. En este esfuerzo, el compromiso de todos es esencial. Nadie puede quedar fuera de esta activa y consciente construcción de nuestra nación, ni podemos dejar que otros la destruyan o hagan de ella algo que no queremos.

Para avanzar en la agenda social y política de México, es preciso reconocer e implementar mecanismos que garanticen la participación activa de todos, buscando en el respeto mutuo un equilibrio social, libre de esclavitudes y dependencias. Es fundamental que estos criterios democráticos se vean reflejados en las leyes. Una ley que pasa por encima o no reconoce las implicaciones de la dignidad humana y la libertad los ciudadanos, debe ser corregida.

Elegir una legislatura que haga leyes para México y para los mexicanos, en consonancia con los principios constitutivos de la persona y su dignidad, es fundamento de un auténtico desarrollo. Cada uno de nosotros tenemos un aporte original que debemos ofrecer a nuestra Nación, sabiendo que no hay soluciones rápidas ni fáciles para salir de esta situación.

La Patria íntima, leve, cuya unidad "castellana y morisca, rayada de azteca", no proclama la violencia al vaciarse en las calles para votar con la alegría de una fiesta. Esta Patria nace contra la lucha fratricida, contra el dominio homicida de Caín, y esa Patria es leve, subjetiva, colorida, folklórica. La Patria sigue ahí "impecable y diamantina", fiel a su espejo diario. Superando la barbarie, que pulveriza o enloda todo, nos invita a participar en esta fiesta de la democracia, pensando en el profundo amor a ella.

Ante la miseria que desplaza la pobreza, las caravanas del hambre que han levantado sus casas en la ciudad perdida que ha ido ciñendo -estrangulando- a nuestra metrópoli hasta volverse el principal paisaje; ante la delincuencia que se ha vuelto penosamente cotidiana con crímenes de todo tipo; ante el crecimiento a niveles insoportables de la deuda y desempleo… no marquemos nuestro voto cuál doliente que, impotente, deja la cruz sobre la tumba del amado.

¡No! Nuestro voto nos llama a volver a la vida esa patria leve, modesta, de la patria de la vida diaria, sencilla en sus costumbres, que nos está llamando a una nacionalidad que desde hace mucho no escuchamos, esa patria, en fin, como el íntimo y mejor refugio ante tanto terror y desamparo. No ya la Patria del oropel, no ya la patria de lo irracional y tonto: no ya la corrupta ni la inicua sino la trásfuga de lo trivial, de lo obvio que necesitamos pensar y pensar en la gran patria: la del gran frac, ígnea, tránsfuga, etérea.

¿Seremos capaces de percibir la intimidad de la patria en estas elecciones? ¿Descubriremos su virtud? ¿Lo que tiene de mítico e innominable, de irreductible? ¿Seremos testigos de su hermosura que no pueden manchar los que intentan destruirla porque es etérea, es íntima, ingrávida, insustancial, disociada de lo álgido, de lo "no patria"?

Renuente a prácticas deshumanizantes, destructoras del país, la suave patria perdura, opuesta a quien quiera exfoliar a México, y llama a la conversión desde dentro a cada uno de sus hijos a sentirse parte de ella, estar a la altura de esa Patria fina, fuerte, fiel, nívea, ígnea, eclíptica, virtuosa.

¡Nuestro voto debe estar a la altura de esta patria!

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