De las muchas cualidades y atributos que como mexicanos nos caracterizan, destacan el ingenio festivo y la mordacidad. Estudios sociológicos sobre el tema estiman que el mexicano afronta las situaciones difíciles y complicadas con espíritu estoico, con ánimo temerario y es capaz de reírse de sus propias desgracias.
En el tema de la política debemos considerar con toda seriedad el proceso electoral y la inminente jornada comicial del próximo domingo 6 de junio. Participemos activa y conscientemente; no lo veamos con indiferencia o despreocupación.
Ejerciendo el derecho a votar que, simultáneamente es obligación, deriva a favor de los ciudadanos como electores, la correlativa facultad de exigir a quienes hayan triunfado en la contienda que den cumplimiento a los compromisos adquiridos cuando fueron candidatos, o que simplemente lo hayan prometido unilateralmente.
Es mediante el ejercicio del voto como se fortalece la democracia. Se enriquece el sistema político que necesita urgente revisión, para hacer los ajustes y modificaciones que la realidad sociopolítica impone. La participación ciudadana tiene que darse porque así lo exigen la realidad y la razón; esa participación se expresa a través del voto. Hay que votar para poder exigir; pero fijémonos bien por quien o por cual vamos a emitir el voto: examinemos sus cualidades y virtudes, pero también sus vicios y defectos, para aceptarlo o rechazarlo. El voto es el arma con la cual pelea y se defiende el ciudadano. Si queremos un México libre en el que se conjuguen el bien, la justicia y el bienestar, no caigamos en la trampa de los falsos profetas que con actitudes mesiánicas, se presentan con vestiduras de redentores, para convertirse, alcanzado el poder, en tiranos y dictadores.
Renato Descartes, filósofo, científico y matemático de origen francés, perteneciente al movimiento intelectual conocido como la revolución científica del siglo XVI; en su obra principal Discurso del Método presenta el Sistema Cartesiano de la Duda Metódica, basado en el aforismo “Pienso, luego dudo; dudo, luego existo”. Parafraseando al notable filósofo, la siguiente rima de mi modesta autoría, es aplicable a la próxima jornada electoral, atribuida al ciudadano que vota:
“Pienso, luego elijo;
Elijo, luego exijo;
al votar, bien me fijo
de que el “votado” no sea un “jijo”.
Por esta regla me rijo;
Si me equivoco, corrijo:
Así se lo explico a mi hijo,
Y le confieso quien lo dijo.
Es la “neta”, no es acertijo;
Como el asunto es áspero, lo lijo:
Y de testigo pongo un crucifijo:
¡El momento electoral está “canijo!”