Columnas la Laguna

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Don Geroncio, señor de edad provecta, acudió a la consulta de un urólogo. Le dijo que sentía un extraño cosquilleo en las partes llamadas pudendas. El médico le preguntó: "¿Tiene usted todavía actividad sexual?". "Escasamente, doctor -confesó el añoso caballero-. La última vez que hice el amor fue hace seis meses". Dictaminó el facultativo: "Ese cosquilleo se debe a que ya está usted llegando al término del acto". A menor gobierno mejores ciudadanos. Sonora es esa frase, lo cual no le quita un punto de verdad. Quizá no merezca ser inscrita en bronce eterno o mármol duradero, pero sí al menos en plastilina verde. Efectivamente, cuanto menos intervenga el Estado en la vida colectiva más se esforzarán los individuos en buscar su propio bien. Un gobierno paternalista, dadivoso, engendrará ciudadanos apáticos que esperarán de "Papá Gobierno" la solución de todos sus problemas. Don Manuel Gómez Morín, insigne mexicano -cada ciudad de México debería tener una calle con su nombre-, propuso el sistema llamado de subsidiariedad, según el cual el Estado sólo ha de intervenir en los asuntos comunitarios cuando los ciudadanos no puedan por sí mismos suplir una carencia o resolver alguna problemática. El excesivo intervencionismo estatal da origen a un Estado todopoderoso, omnímodo, que suprime la iniciativa de los particulares y los deja en manos de los detentadores del poder político. Eso es lo que estamos viendo en el México de hoy. Hemos regresado a los tiempos del estatismo priista en la época de mayor dominancia del partido que se llamó de la Revolución. Ahora la nombrada 4T está instaurando un régimen estatista similar a aquél del PRI. Actualmente la concentración del poder en una sola persona; la anulación de los frenos y contrapesos propios de la democracia; el hostigamiento a las instituciones autónomas; la militarización del país; el otorgamientos de contratos sin licitación de por medio, todo eso es evidencia de un creciente estatismo que amengua la capacidad de acción de los particulares en la vida comunitaria. Por eso fue un buen signo la decisión de López Obrador -decisión que aplaudo, y con ambas manos para mayor efecto- de dar luz verde, ahora que el semáforo de la pandemia está en rojo, a la participación de la iniciativa privada en los procesos de compra y aplicación de la vacuna contra el coronavirus. Quizá sea algo tardía esa determinación, y seguramente los particulares hallarán obstáculos para cumplir sus objetivos, pero el hecho de que AMLO haya modificado su criterio es indicio alentador. Largo será el camino de la vacuna. Confiemos en que algún día nos llegará. Mientras tanto el inesperado y lamentable anuncio de que el Presidente de México tiene Covid nos lleva a confirmar que no debemos bajar  la guardia en nuestras precauciones para evitar el mal, que lejos de haber sido aplanado nos sigue aplanando. Quedarse en casa es buena medida para quedarse en el mundo -otra frase para inscribirla en plastilina verde-; la sana distancia nos ayudará a mantenernos sanos, y el uso constante del cubrebocas impedirá quizá que el bicho nos reconozca, y pase de largo sin hacernos daño. Deseamos de todo corazón que nuestro Presidente recupere la salud. Lo acompañan los buenos deseos de todos los mexicanos. El padre Arsilio terminó de resolver su cotidiano crucigrama. Le quedó una duda, sin embargo, que compartió con su coadjutor. Le dijo: "Cosa propia de mujeres, en cuatro letras. Las tres últimas son -oño". Sin vacilar respondió el presbítero: "Moño". Le preguntó entonces, apenado, el buen padre Arsilio: "¿Por casualidad tiene usted un borrador?". FIN.

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